viaje a Argelia

Actualizado el 12 julio, 2020

Me parece mentira que haya estado en el desierto siete días con sus noches. Me parece mentira que por fin haya pisado Djanet, la puerta del Sáhara en el sur de Argelia. No sé muy bien cómo contar un viaje del que mucha gente tiene poquísimas referencias, así que empiezo por dejarme llevar con las imágenes y sensaciones del primer viaje a Argelia. Seguro que no va a ser el último.

El Sáhara argelino era uno de los lugares de este mundo con el que más he soñado

Tantas veces oído en mi casa, ya que mis padres viajaron allí varias veces a lo largo de su vida, era como si lo conociera. Pero no había ido. Las circunstancias políticas no son fáciles allí, y me frenaba un año tras otro.
Por si te llama la atención esto de que mis padres hayan hecho varios viajes allí, te diré que no es el único caso que conozco. Este desierto engancha, es enorme y da para varios viajes.

duna con fila de rocas en el horizonte

Durante todos mis años de existencia he leído sobre el Sáhara y los tuareg, he visto las fotos de mi padre mil veces, he saludado al Cheikh Ahmed en mi casa y por teléfono, un tuareg amigo…

Así pues, iba con las expectativas muy altas. Y se cumplieron todas.

Ahora ya puedo soñar con mis propios recuerdos e imágenes. Con mi viaje a Argelia. Ya puedo añorar por derecho propio el silencio, las noches cuajadas de estrellas, el polvo y la arena. Las dunas impolutas, la naturaleza total, el sonido del té durante su preparación y las conversaciones de los tuaregs en su idioma, el tamashek.

Es cierto que viajar a Argelia no es fácil

Para que te den el visado de turismo exigen una carta de invitación de una agencia local autorizada y donde se refleje el itinerario, duración del viaje y personas que se hacen responsables (Diciembre 2018).

La herida profunda de la última guerra civil, en los años 90, entre el movimiento islamista argelino y el gobierno, sigue coleando. A ello se suma la vecindad con Libia y su guerra, y la amenaza de los de Al Qaeda del Magreb, que andan por ahí.

El país ha estado casi cerrado, y parte del Tassili, la región del Sur, no se puede visitar como hace unas décadas por estas cosas. Pero se puede.

¿Cómo viajar a Argelia?

La versión más cómoda, segura y con bastantes garantías (¿hay garantías totales en algún lugar de este mundo?) es recurrir a una agencia de viajes en España. Ellos se encargan de tramitarlo todo con la agencia local, de darte los consejos que necesitas, y del visado según dónde vivas. Puedes consultar en la web de la embajada de Argelia qué consulado te toca. Por ejemplo si resides en Madrid o Galicia, tienes que tramitarlo en Madrid. Y si resides en Aragón, tienes que ir a Barcelona.

Yo he viajado con Viajes Tuareg, agencia que conozco de hace tiempo y que te recomiendo. Llevan más de 25 años en el mercado, están especializados en destinos poco convencionales y trabajan bien. He vuelto encantada y por eso te la recomiendo :)

Has de saber que los viajes a Argelia no son de los más caros. Y que los gastos que tengas allí son ínfimos: alguna compra, la propina para el equipo de tuaregs que te acompaña, y ya. Consulta la oferta y verás que tengo razón.

Invertir en un viaje al desierto de Argelia es invertir en una gran experiencia inolvidable. Yo pienso volver ¿Lo he dicho ya?

Vamos a por el objetivo de este post, que es escribir un primer relato con algunas sensaciones, imágenes y recuerdos de este viaje a Argelia.

Imágenes y sensaciones de un viaje a Argelia

El aeropuerto de Argel te sorprende por la modernidad de su terminal de vuelos internacionales. Un edificio de diseño. Creo que el proyecto se lo dieron a unos arquitectos españoles.

aeropuerto de argel con moderna terminal

No es lo único que sorprende. La cantidad de controles de policía es muy muy alta. El pasaporte lo chequean unas siete u ocho veces para salir del país, no tanto para entrar o hacer un vuelo nacional. Hay que pasar por el arco de seguridad y cacheo para entrar en cada edificio.

En la terminal hay carteles de prohibido fumar pero son muchos los que se lo saltan, mirando al infinito o en un rincón. Resulta cómico.

Suena el árabe a tu alrededor, hay más hombres que mujeres, y no hace mucho frío a pesar de ser diciembre. Argelia tiene el mismo horario que España en invierno, pero allí anochece antes. Cosas de la latitud. Esperas pacientemente algo más de ocho horas para tomar el vuelo a Djanet. Cargando con la mochila para facturar hasta tres horas antes de dicho vuelo, no tiene sentido ir al centro de Argel. Además no sabes cómo está de visitable aquéllo.

Air Argelie es la compañía que opera la mayoría de los vuelos internos. En el sur la llaman, con mucha sorna, air cuscús porque son bastante desastrillos.

Un chico con chaleco amarillo te dice algo en español y habláis un rato. Vivió en Valencia y en Barcelona unos años, hasta 2012, cuando volvió. Se le ve contento, es muy amable. No es el único, en general son muy amables. En esas ocho horas te cruzas con él varias veces e incluso te invita a tomar algo.

Por fin subes al avión, cuando ya te sabes todos los rincones de la terminal de vuelos nacionales

Tienen un jaleo importante con las plazas y algunos pasajeros se quedan en tierra. Ay, air cuscús. Aquí hay que espabilar con las colas, por cierto. Llegamos con hora y media de retraso, aterrizando a las 2.30 a.m. en Djanet y aún nos toca esperar media hora para recuperar la mochila.

Por fin salimos. Nos adentramos en “el campo” con el coche. Las estrellas se ven enormemente brillantes incluso a través de la ventanilla. También hay luna. Toma ya.
Montamos las tiendas de campaña. Aquí sí hace frío. Dormimos junto a un oasis, a pocos kilómetros del aeropuerto. No parece un lugar bonito pero cuando amanece unas tres horas después, te encuentras con que sí lo es. Mucho. Estás emocionada.

campamento siempre al abrigo de una gran roca viaje a argelia

Djanet, tantas veces soñada

Djanet tiene hoy 20.000 habitantes. Siempre fue la puerta del desierto. Los tuareg venían a este oasis para proveerse de productos de primera necesidad. Dátiles, agua, hojas de palmera, telas, azúcar, té verde chino… Hasta hace unos 60 años aún había nómadas pero, sobre todo a raíz de una gran sequía que asoló la región, muchos se fueron a vivir a Djanet. La presión de los colonos franceses también había contribuido a su sedentarización, y la guerra de la independencia. Todavía encuentras balines de esa guerra en el suelo de algunos valles.

tuareg de djanet con turbante negro viaje a Argelia

Estamos cerca de la frontera de Libia y Níger

posando junto a cartel de carretera que señala dirección a Níger y Libia
Tan cerca, y tan lejos…

En los últimos años la población de Djanet se ha visto incrementada con los jóvenes militares destinados a los destacamentos de las inmediaciones, así que su presencia hoy en día es mucho mayor que hace unos 15 años. Les distingues por su pelo rapado y su juventud. En el pueblo van vestidos de civil, están de permiso.

Los tuareg van y vienen con sus bonitos che-chés. Esta es una tela de mínimo 4 metros de longitud con la que se protegen del sol. Domina el color blanco y el azul, pero hay otros colores y suelen ir a juego con el resto de la vestimenta. Entre la elegancia que aporta su vestimenta de telas satinadas, y la altura -porque muchos son muy altos-, parece que estés delante de príncipes. Se nota que la vida transcurre con tranquilidad.

Las mujeres brillan por su ausencia. Casi. Alguna hay por la calle, andando en sus quehaceres diarios. Van bien tapadas con telas de alegres colores y se dan la vuelta si ven que alzas el móvil o la cámara, por eso no tengo ninguna foto de ellas. Bueno, una se coló al fondo de una, en el mercado…

puestos de teteras y ropa en el mercado de djanet y mujer vestida de amarillo

En Djanet no hay mucho que ver, y sin embargo sientes que podrías quedarte varios días contemplando las escenas que se suceden ante ti. Parece otro mundo, de hace mucho tiempo, de otras décadas.

Hay un museo, el Museo del Tassili. No se puede hacer fotos dentro y resulta gracioso porque es un lugar muy destartalado, con vitrinas llenas de polvo.

Somos los primeros visitantes del día. Una mujer se afana en limpiar los cristales unos pasos por delante de nosotros.

En este museo se guardan un buen puñado de muestras de lo que vamos a ver en vivo y en directo en cuanto nos pongamos en marcha. Un resumen de los detalles del desierto, y también de la cultura tuareg.

Cerámica y molinos neolíticos, puntas de flecha y hachas de sílex, fósiles, huevos de avestruz petrificados, restos de la fauna del sitio.

El último día Mokhtar me ayudó a encontrar al Cheikh, el amigo de mi padre. Fuimos a su casa y tuvimos un emotivo encuentro en el que nos pusimos al día. Le encontré fantástico. Un gran broche para terminar este gran viaje.

foto con el chej en el patio de su casa viaje a Argelia

Hablemos del Tassili y el Tadrart

Difícil condensar todo lo que vives en un viaje al desierto de Argelia. Casi imposible. Los desiertos se parecen unos a otros, y al mismo tiempo son diferentes.


¿Adónde vamos, a qué apartado lugar, a qué umbría que se ofrece para la meditación, para el reposo, para el sueño, para el olvido?

Isabelle Eberhardt


En el desierto del Sáhara, en lo más profundo, está el Tassili. Una gran región que abarca no sólo Argelia sino también Libia y Níger. Es el territorio de los Tuareg, un país no reconocido por las fronteras oficiales. Como tantos otros en este mundo, y en especial en África.

En el Tassili hay varios Parques Nacionales o Reservas Naturales. El Hoggar, la Tableau del Tassili, el Tadrart…

Desde hace tiempo alguien comprendió que había que protegerlos, cuidar esa maravilla.

posando con dos tuareg en la puerta del tadrart viaje a Argelia
La «puerta» del Parque Nacional del Tadrart

El Tadrart, una pequeña parte del Tassili N’Ajer, es de lo que hablo aquí. No hay ni postes de luz. Andar cuatro o seis horas al día por allí es increíble. Sus tesoros son muchos, voy a tratar de condensarlos aquí.

Enormes paredes de arenisca y rocas volcánicas

El viento ha esculpido de forma caprichosa cada bloque. Hay arcos, cuevas. A veces parece que ves la torre de un antiguo castillo, otras una ventana hecha por el hombre. Las dimensiones son gigantes.

arcos de piedra enormes
dunas que se amontonan contra las paredes de rocas del tadrart

Los colores varían del negro al gris pasando por el color arena, y a todo esto se suma la variación de la luz. Un paisaje cambiante que tira por tierra eso que piensan algunos de que el desierto es aburrido. Para nada. Pura fantasía geológica.

paisaje del tadrart con arena y rocas negras

Dunas limpias que parece que nadie las ha pisado en años

Las dunas también son de distintos colores. Según su edad, más o menos rojas por el óxido de hierro que tiñe los granos de cuarzo triturado. Incluso las hay de color casi negro por la cantidad de este mineral.

Todas están limpias de rastro humano a cada paso que das. La sensación de descubrimiento es muy poderosa. Los dibujos que -otra vez el viento- dibuja en la arena son perfectos.

dunas recortándose en el cielo azul

Hay muchos detalles que observar. Las plantitas que giran con el viento trazan círculos perfectos. El principio del compás.

planta del desierto

Las huellas que te recuerdan que no estás solo, que hay vida, aunque suele ser nocturna y por eso no la ves. Muflones, camellos, lagartos, escarabajos, ratoncitos del desierto, chacales, fenecs, liebres, gacelas, pájaros. Todo un universo.

huellas de chacal en la arena

Un cielo azul profundo que no parece de este mundo

Como si alguien hubiera pasado todo por Photoshop, HDR y 3D.

Los colores son intensísimos, aunque el invierno también contribuye a ello. Hay polvo en la atmósfera porque siempre lo hay, pero con el frío no se nota. Y el cielo azul es de otra pasta. Increíble, inmenso, profundo, limpísimo. Sin trazas de avión ni de cualquier otro agente contaminante. Las rocas y dunas se recortan de manera limpia y absolutamente nítida. Así un día tras otro.

paisaje de dunas, rocas y cielo con nubecillas viaje a Argelia

La gran luz no la captarás en habitaciones angostas

-Angela Baumann-

El verde ocasional que se abre paso, a pesar de los pesares

Llueve poco, pero cuando lo hace su efecto perdura unos meses. Entonces reverdecen las acacias que se protegen a sí mismas con enormes pinchos. Las plantas “suculentas”, esas que guardan el agua en sus hojas durante mucho tiempo, lucen su mejor verde. Brotan florecillas violetas, amarillas. Y los pájaros, avispas, langostas, las omnipresentes moscas… todos y todas andan como locas arriba y abajo, dándose sus banquetes.

plantas suculentas verdes con paredes de roca al fondo viaje a argelia

La huella de los humanos de hasta hace 6.000 años

El Sáhara era un vergel, como mínimo una sabana como las de Kenia y Tanzania, antes del cambio climático que le llevó a ser lo que es hoy. En esto nos convertiremos si no paramos esta vida destructora en la que andamos.
Las tribus que entonces vivían aquí utilizaron pigmentos naturales para retratar su vida, sus guerras, sus cacerías, y también escenas cotidianas como mujeres moliendo grano o andando con el ganado.
Abundan los rebaños de vacas dibujadas con gran delicadeza, las escenas de guerreros con escudos, lanzas y arcos.

pintura rupestre donde se ve a mujer bajo un arco y vaca viaje a Argelia
Mujer bajo un arco ¿su casa? y vaca

Cuando no son pinturas, son grabados en la roca. Jirafas, leones, rinocerontes, camellos, vacas… Mi preferido, un grabado soberbio que está cerca de Djanet y que se llama “Las vacas que lloran”. Es Patrimonio Mundial de la UNESCO. Parece hecho por Picasso, pero no. Aunque no se conoce su edad, hay un grabado similar en un yacimiento del antiguo Egipto… esto es especulación, pero entonces podría ser de hace unos 4.000 años.

Una leyenda popular dice que alguien grabó aquí a las vacas que lloran porque siempre venían a beber, hasta que un día se encontraron con que no había agua y lloraron.

posando junto al grabado de las vacas que lloran viaje a Argelia
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Las noches en el desierto

Los cielos son impresionantes en la noche sahariana. Con estrellas que parece que se caen encima de ti. Pocos sitios lo atesoran. Me acuerdo un poquito de Namibia, y del desierto de Atacama.

anochecer cerca de Djanet entre dunas viaje a Argelia

No es lo único que te guardas en la memoria de esas noches.

Cada fin de jornada nos reunimos en torno al fuego. Es la hora de hacer el té, picar algo para recuperar fuerzas, y dejar que el tiempo pase. Tras la cena, los tres tés tuareg van cayendo con su espuma en el estómago. Del más amargo al más dulce, hervidos en la brasa. Es todo un ritual.

tuaregs en la hoguera viaje a Argelia

Mientras tanto las bromas, adivinanzas y alguna historia se suceden durante una hora o quizá dos, antes de ir a dormir. Las estrellas siguen ahí, el fuego hipnotiza, el tamashek suena cruzado con el árabe, francés, algo de inglés, español. Nos comunicamos poco, pero intensamente. Si hace viento nos arrebujamos en las mantas. Es un rato tan adictivo como el resto de sensaciones del viaje.

Los encuentros

Aunque sea con otros grupitos de turistas, extranjeros o locales (argelinos del norte), si te cruzas con alguien has de parar.

Los tuareg de cada expedición se saludan, con más o menos efusividad según su grado de parentesco o amistad. Abrazos, besos, risas, intercambio de información “¿cómo habéis encontrado tal? ¿vais a acampar en…?».

En cinco minutos cada uno sigue por su camino, pero sí, hay que parar y saludar. Siempre. El desierto es lo que tiene. Unos dependemos de otros. Además ¿para qué no hacerlo? ¿tienes prisa? En ese caso no vayas.

encuentro en el desierto viaje a Argelia

Caminar por el desierto

No siempre se ofrece esta opción, pero en este caso así fue. Caminar entre cuatro y seis horas, algo más algún día, para ver, sentir y vivir el desierto de la manera más natural posible. Sólo así entiendes la enormidad del lugar, lo engañoso de las distancias, la escala de gigantes de esos paisajes. Una vez parece que la duna o la roca próxima está ahí mismo y no es así, y otra vez es al revés.

caminando por el desierto viaje a Argelia


Caminando puedes detenerte en los detalles pequeños, ya sean insectos o fósiles.

roca con fósiles de amonitex viaje a Argelia
Las huellas de los amonitex, un fósil llamado «crucianas»

Y sentir en tu piel la sequedad, la arena, el sol, el frío de la sombra, el tacto de las rocas pulidas. Sentirte libre ante ese vasto horizonte que más de una vez y de dos parece de otro planeta.

Te vuelves huraño. Cuando suena un motor, aunque sea en pocas ocasiones, molesta y casi se encienden las alertas. No porque vaya a pasar nada, sino que está fuera de lugar. Porque te has acostumbrado al silencio, y como mucho toleras el sonido de las cuatro voces de los que estáis conviviendo durante esos días.
El ritmo es tranquilo, no exigente pero tampoco “pachón”. Avanzar por las dunas cuesta más. Pisar los suelos de barro seco y quebrado en casi perfectos polígonos es como andar sobre cerámica frágil. Es cerámica, en realidad. Quizá lo que inspiró a los humanos para hacer la suya propia.
Subir los escalones naturales de las rocas, que en general no resbalan, es fácil. Las horas pasan y casi ni te enteras. Cada giro del camino da para una o varias novedades.

amanecer en el tadrart con ramas de acacias de pinchos viaje a Argelia

Cierro con este vídeo resumen para que puedas creer que sí, que Argelia y el Tassili es una gran elección para tu próximo viaje ¿a qué esperas?

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