Muchos viajes e improvisaciones dentro de los viajes empiezan con un “¿y si…?”. Es lo que ocurrió con mi visita al Khunjerab Pass, ya que no estaba incluida en el plan inicial del viaje al Norte de Pakistán. Pero una vez allí, consensuamos que íbamos. Aquí tienes el relato y cómo nos fue.
Sost, la última población de Pakistán
Estábamos en Passu, una parte del Valle de Hunza. Después de visitar el precioso glaciar de Passu y el vertiginoso puente de Husseini, ese mismo día nos acercamos a Sost, el último pueblo de Pakistán antes del Khunjerab Pass, la frontera de Pakistán y China, en plena cordillera del Karakorum. Fue un día intensito, sí 😅.
Circulamos por la Karakorum Highway entre altísimas paredes rocosas que terminan en punta. Son los “conos de Passu”, unas montañas increíblemente bellas, puntiagudas, vertiginosas. Imposible apartar la mirada de la ventanilla.

La carretera, como todas las del Norte de Pakistán, no es para nada amable, e incluso en algún sitio vemos algunas rocas recién caídas. Pero qué paisaje, oiga. Llegamos poco antes de que se haga de noche.
Sost es una localidad con aire fronterizo que consiste en una serie de casas a ambos lados de la carretera. Hay varias gasolineras, muchas tiendas pequeñas abarrotadas de productos chinos y pakistaníes, almacenes y camiones, muchos camiones. La decoración de los camiones pakistaníes contrasta con los severos chinos, más parecidos o iguales a los nuestros.
En Sost, a unos 2.800 metros de altitud, es donde están las aduanas de la frontera entre China y Pakistán. Aunque la frontera oficial está a casi 5.000 metros de altura, la vida se detiene allí arriba durante varios meses al año. De hecho, el Khunjerab Pass sólo está abierto entre junio y septiembre. Demasiada nieve, hielo y temperaturas gélidas.


Así pues, en Sost es donde las mercancías se trasladan de unos vehículos a otros. Los camiones chinos se vacían allí y no se adentran en las carreteras de Pakistán, y viceversa.
Según las cifras que he encontrado, en el año 2022 los principales productos que Pakistán exportó a China son: arroz, cobre refinado e hilo de algodón puro. Del otro lado, China exportó a Pakistán petróleo refinado, equipos de transmisión y dispositivos semiconductores. Esto a nivel de grandes cifras, pero por supuesto no es lo único. China exporta, igual que al resto de países del mundo, un sinfín de productos alimenticios y bienes de consumo. Tecnología, menaje del hogar, ropa y un largo etcétera.
Decidimos parar a ver algunos camiones pakistaníes decorados de arriba a abajo. Son todo un espectáculo con su despliegue de decoraciones y color. ¡¡Llevan adornados hasta el acelerador y el freno!! Algunos camioneros vinieron curiosos, intercambiamos algunas palabras y por un rato fue una situación un poco kafkiana. Después, caminamos por esa calle-carretera hasta la barrera de control de la frontera.


Al otro lado y detrás de un muro, una mezquita llama a la oración. A nuestras espaldas, elevándose sobre los picos, una preciosa luna creciente protagoniza la hora azul.


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¿Y si subimos al Khunjerab Pass?
Era hora de volver a nuestro albergue en Passu, teniendo en cuenta que conducir por la noche en esas carreteras de montaña no es una gran idea.
Pero antes, nuestro guía Álex habló con uno de los policías de la barrera fronteriza, justo después de que arriaran la bandera dando fin a su jornada laboral. Este confirma que la frontera real está mucho más arriba, y que podríamos subir sin problema.
Para ir al Khunjerab Pass desde Pakistán no es necesario presentar el pasaporte ni tramitar un visado. Sólo hay que continuar por la carretera, parar en la puerta del Khunjerab National Park para pagar la tasa de turismo, y ascender hasta los 4.934 metros de altura según un mapa turístico de la zona, o 4.693 metros de altura según la Wikipedia (en cualquier caso, bastante por encima de los 4.500 metros).
Fue entonces cuando Álex nos planteó la gran pregunta: ¿Y si madrugamos más al día siguiente, volvemos a Sust y continuamos hasta subir al Khunjerab Pass? ¿Y si subimos para pisar ese paso fronterizo, ver la “puerta de China” de este lado de la cordillera del Karakorum, y bajamos para continuar con nuestro viaje?
Casi todos dijimos que sí. Nuestros argumentos eran:
Total, que fuimos todos excepto dos compañeras que prefirieron quedarse en Passu descansando y esperándonos pacientemente hasta el medio día.

Khunjerab National Park
Antes de que amanezca ya estamos en pie y preparándonos para subir a casi 5.000 metros de altura. Cuando llegamos a Sost, la barrera se alza y continuamos. El paisaje es el mismo, haciéndose cada vez más escarpado, más de alta montaña si cabe.
La entrada al Parque Nacional de Khunjerab está a 70 kilómetros de Sost. Es un sitio discreto que podrías confundir con un pequeño pueblo, pero hay un cartel y una barrera.
Toca pagar la tasa turística. Conseguimos que sean 20€ por cabeza (agosto 2024), regateando un poco. No se puede pagar con tarjeta de crédito, no cambian euros o dólares a rupias, ni te devuelven el cambio con moneda distinta. Si no tienes el dinero justo, tendrás que pagar más. O menos, si insistes en que no tienes más dinero, pero imagino que dentro de un orden. Ah, si tienes dólares en lugar de euros, el precio no cambia aunque haya una diferencia entre ambas monedas. Todo a 20…
Aprovechamos también para ir al baño y para mirar los carteles informativos del parque, que incluyen una relación de las especies de fauna salvaje que habita su territorio.
A partir de este punto, quedan 52 kilómetros hasta la frontera del Khunjerab Pass.

El Parque Nacional de Khunjerab es un área protegida que abarca unos 5.500 kilómetros cuadrados, según reza su folleto turístico. Se estableció en 1975 y es el tercer Parque Nacional más grande de Pakistán. Más de la mitad de su territorio está situado por encima de los 4.000 metros de altura, y en él habitan varias especies en peligro de extinción: el leopardo de las nieves (32 ejemplares en el año 2024), las cabras Marco Polo, los Osos Pardos, Íbices del Himalaya, lobos, zorros, águilas, buitres, liebres del Himalaya, marmotas doradas.
El control de paso del Parque Nacional, por cierto, está al fondo de un valle y a nuestro alrededor hay una especie de bosque lleno de vegetación tupida. Es como si hubiéramos salido de las montañas, para volver a entrar un poco más adelante.

El paisaje se va desplegando a ambos lados de la carretera. Valles con prados, picos altísimos, algunos con glaciares y nieve, otros desnudos. Las laderas de roca de distintos colores nos van arrancando “ooohhh”.


En los tramos donde las laderas se suavizan y hay más vegetación, las marmotas doradas asoman la cabeza saliendo de sus madrigueras. Curiosas, muy prudentes, se esconden en cuanto paramos, ante la mínima señal de peligro. Las vemos en solitario, pero sobre todo formando grupitos. ¿Serán familias de marmotas?

Cuando ya estamos muy altos y quedan pocos kilómetros para llegar al Khunjerab Pass, vemos a un hombre observando algo con un telescopio pequeño, en el mismo borde la carretera. Paramos a preguntar y resulta que es un guarda del Parque Nacional, y lo que hay al otro lado es un nutrido grupo de Íbices del Himalaya. Aparcamos a un lado y el hombre nos permite mirar con el telescopio. Son realmente preciosos.


El Khunjerab Pass
Después, continuamos. El paso del Khunjerab está en una especie de planicie, con una gran puerta en el lado chino, que es inconfundible. En el lado pakistaní hay un cartel enorme I ❤️ Pakistan, y algunos edificios un poco dispersos. Un muro de alambradas completa y señala los márgenes del país.
Me paro también a leer los carteles que informan de las localidades chinas que hay más allá de la frontera. Entre ellas, Kashgar, ciudad uigur que visité hace ya un montón de años, a 420 km de distancia. Otra mítica parada de la Ruta de la Seda. Tomé más conciencia aún de que estaba en otra esquina de la fascinante Asia Central.
Paremos a imaginar un poco retrocediendo varios siglos atrás. Imaginemos a esos hombres avanzando por estos pasos de montaña. Muchos, seguramente, muy jóvenes para nuestros estándares actuales. Vienen de cruzar el desierto del Taklamakán, con sus mercancías, camellos y quizá esclavos. Ascendiendo poco a poco por estas montañas. Soportando el clima extremo. Por aquél entonces las rutas caravaneras no tenían un nombre tan evocador como la Ruta de la Seda, y no creo que su vida fuera evocadora. Más bien arriesgada y durísima. Pero comerciaban con los sueños de otros. Con objetos y materias primas exóticas, raras y codiciadas, además de caras.




Nos acercamos hasta la verja principal. Al otro lado hay un grupo de chinos y, de manera espontánea, empezamos a saludarnos a gritos. Parece una escena de refugiados llamándose entre ambos lados de la frontera. Al final nos llaman al orden y nos obligan a volver hacia atrás, saliendo de la “primera línea” de esta curiosa frontera.

El paisaje es precioso, con algo de nieve en las cumbres. Pero la altura no perdona. Subir más de 2.000 metros de desnivel en unas horas es una burrada, aunque sea para poco rato.
Aun caminando como un astronauta, la falta de oxígeno atiza la cabeza, y en mi caso los oídos. Se me taponaron al subir, y ya no se desbloquearían hasta varias semanas después. Terrible. También me mareé un poco, pero bebiendo más agua y con un paracetamol, lo controlé bastante bien.
No te pierdas mis consejos para evitar el mal de altura.


Al volver a bajar por la Karakorum Highway, seguimos admirando ese paisaje brutal, de roca viva y altas cumbres, y saludamos a un rebaño de yaks que circula por la carretera conducidos por su pastor.


Llegamos a Passu a la hora de comer, unas cinco horas después de haber salido, y continuamos el día de vuelta por el Valle de Hunza hasta Gilgit. Pero esto ya es otra historia…
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¿Mereció la pena subir al Khunjerab Pass? Rotundamente sí. Lo volvería a hacer 😊
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