Llegar a Fairy Meadows, “las praderas de cuentos de hadas”, no es fácil, pero la recompensa merece el esfuerzo. Nada más y nada menos que las vistas de la cara norte del Nanga Parbat, después de superar una de las carreteras más peligrosas del mundo ¿Te vienes? 😊
El camino a Fairy Meadows
Salimos de Islamabad. Hacemos 14 horas de trayecto para recorrer 300 km hasta la ciudad de Chilás. El día pasa con algunas paradas para tomar chai, comer, y admirar el enorme, caudaloso y bravo río Indo.
También toca parar en los numerosos checkpoints de la policía, donde debemos entregar una lista con nuestros pasaportes. Por suerte, son paradas bastante rápidas y eficientes.
Tras unos kilómetros por la moderna autovía que nos despide de Islamabad, avanzamos por la mítica Karakorum Highway.
Hace muchos años recorrí un pequeño tramo de la Karakorum Highway por el lado chino, cuando hice el viaje de la Ruta de la Seda.
Si entonces me dicen que volvería a esta región del mundo para recorrer esa misma carretera por el lado de Pakistán, quizá no lo hubiera creído 😊
La Karakorum Highway fue construida por la FWO (Frontiers Works Organization), la organización de ingenieros del Ejército (toda una institución de Pakistán), en colaboración con China.
Se tardó dos décadas y se hizo con el esfuerzo y vidas de miles de personas.
Tiene unos 1.200 kilómetros de recorrido: 400 km están en China, y 800 km en Pakistán.
Es a partir de la Karakorum Highway cuando nos adentramos en el mundo mineral de las montañas del Norte de Pakistán. El paisaje va cambiando poco a poco a colores grises, ocres, marrones. Resulta un poco agresivo, duro.
El río Indo sigue a nuestro lado durante todo el recorrido. Sus aguas marrones por la cantidad de barro que arrastra, nos hacen lanzar exclamaciones cada dos por tres. El caudal es gigantesco, las olas y los remolinos dan miedo. Será el primero de los ríos que veamos en el Norte de Pakistán, pero quizá por ser el primero, nos engancha.
➡️ El río Indo nace en las mesetas tibetanas y se alimenta de los glaciares del Himalaya. Con un recorrido de 3.180 kilómetros, es uno de los ríos más largos del sur de Asia. Desde China, atraviesa India y recorre Pakistán de norte a sur (unos 1.200 km en este país), desembocando en el Mar Arábigo, cerca de Karachi. En sus riberas surgió la antigua civilización del Indo o civilización de Harappa.
Por cierto, en esas aguas aún fluyen minerales preciosos y, entre ellos, el oro. De hecho, en las orillas hay campamentos de buscadores de oro. Algunos son verdaderos pueblos que se ocupan de forma estacional, o ya están abandonados.
Esas casas vacías parecen hablar de una «fiebre del oro» al estilo del Salvaje Oeste americano. Otras veces son campamentos de tiendas hechas con telas viejas y otros materiales.
Nos cruzamos con coloridos camiones y localidades con bazares, o sencillamente teterías y puestos de venta de fruta. Me acuerdo mucho de Ladakh y Cachemira, al otro lado de la frontera Este.
Comemos en un restaurante de carretera. Casi suspendido en el precipicio que termina en las aguas del Indo, allí hacen los chapatis al momento. Siempre con una sonrisa a pesar del calor.
Los platos del día son guiso de garbanzos, arroz con ternera y guiso de cordero. Todo buenísimo. Y la gente es tan amable…
Cuando ya estamos cerca de Chilás, aparece el macizo del Nanga Parbat en el horizonte. Teñido de naranja por los últimos rayos de sol, no nos creemos la suerte que tenemos al estar totalmente despejado. Esta vista hace honor a su nombre, «la Montaña Desnuda».
Se trata de la cara oeste del Nanga Parbat, conocida como Diamir.
Paramos para fotografiarlo, pero se nos ha hecho un poco tarde. El cielo se ha teñido de rosa, casi no queda luz… pero con las fotos de ese momento y las sensaciones, espero no olvidarlo nunca.
Estamos en una especie de desierto con rocas anaranjadas. Sopla mucho viento y es ardiente. De hecho, resulta muy extraño estar en un lugar montañoso, con un ochomil cubierto de nieve en el horizonte, el gran río al lado, y pasar tanto calor como si estuvieras en el Sáhara.
Pasamos la noche en el bonito hotel Shangri La de Chilás, sin salir del mismo, porque no es seguro andar por las calles de esta ciudad.
Las historias de Chilás casi ponen los pelos de punta. Esta es una zona muy conservadora y los extranjeros no son bienvenidos. Al menos no lo son para una minoría de gente, los más extremistas, y eso es suficiente para ir con mucho cuidado. Un ejemplo:
El Estado construyó un aeropuerto en Chilás y esos extremistas dijeron que si se acercaba un avión, lo echarían abajo con sus armas. No podían consentir que los pasajeros vieran a sus mujeres en las azoteas de las casas. Creo que a día de hoy el aeropuerto sigue sin funcionar.
👉🏼 Si quieres más información sobre lugares del Norte de Pakistán en los que debes tener cuidado, no te pierdas mi post con consejos prácticos para viajar al Norte de Pakistán.
Al día siguiente, antes de subir a Fairy Meadows, visitamos los petroglifos budistas de Thalpan, en la salida de Chilás, aunque no son los únicos de la zona.
Los petroglifos que contemplamos son del siglo VII a.C. y están junto a la carretera. Representan estupas y contienen inscripciones en sánscrito. Son el testigo de la Ruta de la Seda que transcurría por aquí. Una visión extraña en este mundo musulmán (y con presencia islamista).
La aproximación: una de las carreteras más peligrosas del Norte de Pakistán
Unos kilómetros más adelante, llegamos a la confluencia del Río Rakhiot con el Indo. Allí es donde tenemos que cambiar de vehículo y subir en unos 4×4 que son de traca.
Sin ventanillas ni puertas traseras, trepamos para instalarnos en el interior. Parecen frágiles, pero son el único medio para subir hasta la pequeña población de Tato, el lugar donde acaban los 12 kilómetros de una de las carreteras más bizarras que he recorrido en mi vida.
El camino hasta Tato o Tattu es de infarto.
La pista no parece dar cabida a dos vehículos, aunque la realidad se impone. Son varias las veces en que nos cruzamos con coches que bajan y hay que hacer sitio como sea.
El precipicio amenazante está a unos centímetros de la rueda todo el tiempo. Las curvas más cerradas hay que cogerlas haciendo una maniobra de freno y marcha atrás. A veces hay que parar para que el conductor eche agua al motor, o para esperar a que el coche de delante termine de subir un repecho especialmente inclinado.
No son pocas las veces en que tengo que cerrar los ojos o desviar la mirada, y no hago las fotos y vídeos que me gustaría. Pero al mismo tiempo ¡cómo no mirar el paisaje! Al principio totalmente rocoso y despiadado, pero luego más verde según ganamos altura.
El aire también se refresca un poco a medida que tomamos altura, si bien el sol va cogiendo altura y no perdona 😥.
Esta carretera que provoca sudores a más de uno y de dos, fue construida por M. Aslam Khan, primer comandante de Gilgit Scouts.
Hay que parar a pensar cómo diantres consiguieron hacer los muros que aseguran la pista. Imagino que lo harían colgados de las rocas porque, en algunos puntos, no hay ningún tipo de lugar en el que asegurarse.
La comunidad local se encarga de su mantenimiento y conservación.
Cuando llegamos a la altura Tato o Tattu, una aldea al otro lado del río que está a 2.300 metros y casi se confunde con las rocas, la pista para los coches termina. Es hora de comenzar a caminar.
Antes, comemos en un restaurante que hay un poco más adelante. Es un poco pronto, sólo las 12 de la mañana creo recordar, pero no podemos esperar a que sea más tarde si queremos llegar antes del atardecer a los prados de Fairy Meadows.
La caminata a Fairy Meadows
Aunque parte del camino transcurre bajo los árboles de los bosques que tapizan estas laderas. El calor es tremendo. No me imaginaba que entre los 2.000 y los 3.000 metros pegaría tan fuerte, pero así es. Incluso aunque no te esté dando el sol de forma directa.
Por culpa del calor, me cuesta mucho seguir el ritmo del grupo y casi me da más de una pájara. Pero estoy empeñada en ello.
En un momento dado alguien me dice que coja uno de los caballos que se alquilan para los turistas. Me niego. Quiero superar este reto porque el camino no es difícil, ni siquiera demasiado empinado excepto en algunos tramos.
Además no quiero subirme a uno de esos pobres animales y, por otro lado, no sé si con mi vértigo lo resistiría, que esa es otra. Subir por ese camino estrecho a lomos de un animal que no controlas, aunque vaya contigo el dueño del mismo, uf. No lo veo.
Y es que la sensación de vértigo no acaba con los coches. Hay tramos que son muy estrechos y tienes un abismo a tu lado del que es difícil apartarse. Las rocas y la arenilla te llevan a pensar que un mal paso o un tropezón puede ser letal.
¿De cuánta distancia estamos hablando? Pues son sólo 5,5 kilómetros con unos 800 metros de desnivel que, como digo, no es tontería.
Tardamos unas tres horas y media en subir. El tiempo que se suele estimar es de entre tres y cuatro horas, así que estamos en la media.
Cuando al día siguiente bajamos por el mismo sendero, a una hora mucho más temprana, nos cruzamos con hombres que llevan a cuestas mesas, somieres e incluso los váteres para equipar los hoteles que hay arriba.
Ese es el precio de las comodidades que disfrutamos. Aún habrá gente que piense que los alojamientos son muy básicos, pero desde aquí te lo digo: es un lujo asiático que aprecias más cuando ves esto.
Aparte de los trabajadores, también te puedes encontrar con pastores que conducen a sus cabras a los pastos altos. Si son niñas o mujeres, rehúyen de la cámara pero nos miran con curiosidad y puedes llegar a interactuar un poquito con ellas.
Como digo, los tramos de bosque se intercalan con el camino a pleno sol. Hay un par de guesthouse y teterías donde parar a tomar algo, así como algunas fuentes. No bebemos de esa agua fresca porque puede hacernos daño, pero viene muy bien para mojarse la cabeza y la gorra.
Por si quieres tomar nota: en un trekking posterior me enseñaron que las chicas de allí llevan el pañuelo de la cabeza totalmente empapado para combatir el calor. Así lo hice y es una gran idea.
El paisaje es cada vez más de alta montaña, más colorido, más bonito. De repente, tras una curva, obtenemos una vista espectacular y que ya no abandonaremos: el glaciar Rakhiot a los pies de la cara norte del Nanga Parbat.
Cubierto de tierra y rocas hasta el punto de que no parece hielo, con una gran boca que es una cueva de la que nace el río Rakhiot. Aunque las nubes tapan las cumbres a esas horas del día, es inolvidable.
Una noche de ensueño en Fairy Meadows
Cumpliendo el objetivo, llegamos a Fairy Meadows (3.306 m.) con tiempo suficiente para tomar posesión de las cabañas del Hostal Raikot Sarai, creo que el primero que se construyó y desde luego el que tiene mejor ubicación.
¡Tenemos una vista magnífica del Nanga Parbat desde el balconcillo, no me lo puedo creer!
Las vistas al Nanga Parbat desde Fairy Meadows no alcanzan la verdadera cima, la que supera los 8.000 m. Los picos más altos que se pueden ver son el N1 (7.816 m) y el N2 (7.785 m), pero… tampoco nos vamos a quejar por esto 😅😅
La pared norte del macizo del Nanga Parbat se eleva delante de nosotros. Parece que la podemos tocar, pero es el efecto óptico de la gran mole que forma. Decidimos dar un pequeño paseo hasta otro mirador, y luego hasta un pequeño lago, más bien charca, desde donde se obtiene un reflejo perfecto de la gran montaña.
La luz va bajando y, de repente, las nubes se deshacen. Por fin vemos el Nanga Parbat despejado, y encima con las cumbres enrojecidas. No hay palabras para tanta belleza y grandiosidad.
Después de cenar, vuelvo a mi habitación y me asomo al balcón. Hay algunas nubes tapando la cumbre, pero el resto del cielo está despejado. La vía láctea parece salir de detrás de la gran montaña. De fondo, suenan las aguas del río en su salida del glaciar.
Fue una noche mágica que terminó, tras algunas horas de sueño, con la visión del amanecer con la montaña despejada. De esas veces en que importa poco despertar a las cinco de la mañaña para presenciar un amanecer así. Y encima desde la ventana, ja, ja.
Gracias por este regalo, Naturaleza.
Fairy Meadows o “prados de cuentos de hadas” es el nombre bucólico que pusieron los escaladores alemanes a este paraje que lleva al Campo Base del Nanga Parbat.
El lugar es Parque Nacional desde 1995.
El Nanga Parbat, la “montaña asesina”
El Nanga Parbat es un gigante de 8.125 metros de altura que, durante muchos años, representó uno de los grandes retos montañeros. En especial a partir de los años 30, cuando los alemanes no podían ir al Everest y otras cumbres del Himalaya porque el acceso a Tíbet era exclusivo de los ingleses. No obstante, el primer montañero en pisar la cumbre fue un austriaco.
Aquí tienes algunos datos sobre la montaña:
- Su nombre local es Diamar, que significa la “montaña desnuda” (aunque he leído otras versiones), pero en el mundo occidental es más conocida como la “montaña asesina”. Los alemanes también la bautizaron como «la montaña del destino».
- Es el ochomil más occidental del mundo y emerge aislado de otras montañas, por lo que resulta muy espectacular.
- Es, también, el pico más occidental del Himalaya.
- El caso es que su situación geográfica hace que tenga un microclima más impredecible que otras montañas. El tiempo puede cambiar con rapidez, y las avalanchas son tan frecuentes como violentas.
La historia montañera del Nanga Parbat comienza en 1895, cuando Mummery intentó escalarla con un equipo Ghurka. Alcanzaron los 7.000 metros en la cara Diamir. Más tarde, Mummery y dos porteadores murieron mientras reconocían la cara norte o cara Rakhiot, la que vemos desde Fairy Meadows.
Los locales culparon a los espíritus, a las serpientes gigantes de nieve y a las hadas que habitan la montaña. El resto del mundo supuso que fueron sepultados por alguna de las frecuentes avalanchas de nieve.
Más adelante, en 1934, una expedición austro-alemana liderada por Willy Merkl (y apoyada por el gobierno nazi), se quedó muy cerca de la cima. A apenas 700 metros. Una mala planificación y el mal tiempo les obligó a abandonar. Murieron todos excepto un porteador, Ang Tsering, que consiguió llegar después de estar siete días andando por la montaña y luchando contra los elementos.
Las expediciones continuaron y la montaña siguió cobrándose vidas. Por ejemplo, en 1937 un gran alud sepultó un campamento con 16 personas que estaban durmiendo en él.
En 1953, sólo cinco semanas después de que Edmund Hillary y Tenzin Norgay lograran hacer cumbre en el Everest, el ser humano pudo coronar la cima del Nanga Parbat.
El primer hombre en pisar la cima del Nanga Parbat fue el austriaco Hermann Buhl. Lo hizo en solitario porque el jefe de la expedición en la que iba ordenó abandonar la escalada cuando estaban en el último campamento, a 6.900 metros de altura. Él no quiso perder la oportunidad.
Desobedeciendo pues la orden, y tomando un poderoso estimulante, Hermann Buhl subió solo y pisó la cumbre, a las siete de la tarde, después de 14 horas sin parar. Llegó gateando. Era tardísimo. Atrás quedaban 1.200 metros de desnivel y más de cuatro kilómetros por encima de los siete mil metros.
“Son las siete de la tarde. Aquí estoy ahora, primer humano, desde que el mundo existe, que pisa este punto, meta de mis deseos! Sin embargo, no siento en mí ninguna embriaguez de dicha, ningún gozo jubiloso, ni la exaltación del triunfo. No soy consciente en absoluto de lo que significa este momento ¡Estoy completamente acabado! Muerto de cansancio” -Hermann Buhl -(Fuente: La vida en el límite de la vida, de Sebastián Álvaro y Jose Mari Azpiazu)
Después de esta gesta, se refugió en una grieta y pasó la noche a más de 8.000 metros, siendo también el primer hombre que durmió a esa altitud. Sin botellas de oxígeno ni ningún otro equipo auxiliar. La noche, por cierto, fue tranquila.
Al día siguiente consiguió bajar al campamento donde le esperaba un compañero. Hermann Buhl había envejecido varios años en sólo dos días.
Las gestas no terminaron después de Buhl, ya apodado como “el del Nanga”. La montaña seguía presentando grandes desafíos. Por ejemplo, conseguir escalarlo por la pared de Rhupal o Rupal, en la cara Este. Pero esta es otra historia que te contaré próximamente.
Te recomiendo este capítulo del programa Al filo de lo Imposible de Televisión Española. Aunque las imágenes son antiguas, merece mucho la pena para conocer más el Nanga Parbat.
Consejos prácticos para la visita a Fairy Meadows
1️⃣ Fairy Meadows se visita entre finales de abril y finales de septiembre, siempre y cuando la pista de los 4×4 esté abierta. A veces hay tormentas que producen desprendimientos de rocas que la bloquean, y pueden tardar horas o días en arreglarla.
2️⃣ La ruta es lineal, así que subes y bajas haciendo el mismo trayecto: primero la carretera y luego a pie, y viceversa en la bajada.
3️⃣ El trayecto hasta Tato en los 4×4 «de juguete» es obligatorio. Este es un servicio gestionado por la comunidad y no se permite la subida de otros coches, ni la conducción por gente que no sean ellos. Algo que me parece perfecto en dos sentidos: por un lado, ellos son los que conocen realmente la pista y su peligrosidad, por lo que se evitan accidentes. Por otro lado, son sus tierras y justo es que las gestionen ellos.
El punto de partida está junto al Raikot Bridge, cuya foto he puesto más arriba. Antes de empezar, debes negociar el precio para subir y bajar.
Si te da mucho miedo el trayecto de los 4×4, te recomiendo que te montes en la parte de atrás y el asiento de la derecha para subir, ya que así estarás en el lado contrario al precipicio. Y para bajar, deberías ir en el lado izquierdo, como copiloto o detrás. Recuerda que en Pakistán se conduce por la izquierda.
4️⃣ Lo que no te recomiendo es hacer esos 12 kilómetros caminando. La distancia puede sonar factible, pero se trata de un camino transitado por los 4×4 que suben y bajan durante el día. Créeme que puede haber más tráfico de lo que puedas pensar. No dejan espacio para caminar, levantan muchísimo polvo y no hay ninguna sombra. La pendiente es, además, muy fuerte.
5️⃣ Hay gente que sube y baja en el mismo día pero, si puedes elegir, te recomiendo muchísimo que pases al menos una noche en Fairy Meadows.
La experiencia es mucho mejor, no tan cansada, y podrás vivir un atardecer y un amanecer. Además, en esos momentos del día es cuando las cumbres del Nanga Parbat suelen despejarse de nubes, quizá por los cambios de temperatura.
6️⃣ En Fairy Meadows hay varios hostales, y siguen construyendo. Suelen estar equipados con camas, mantas, ducha y baño. También hay zonas de camping, por si quieres ahorrar, aunque tendrás que subir la tienda de campaña y saco de dormir.
Sobre las construcciones, espero que paren pronto. No creo que sea bueno que la montaña se urbanice más. Eso supone más consumo de agua, leña, recursos, generación de basura…
También encontrarás alguna tienda pequeña y los restaurantes de los hoteles.
Todos los suministros y materiales se suben caminando o con mulas, a partir de Tato, como ya he contado. La luz se obtiene por generadores o placas solares, y hay cortes de luz con frecuencia.
Otra opción sería dormir en el camino de subida. Ya he dicho que hay algunas guesthouse en el mismo.
7️⃣ Para la caminata y estancia te aconsejo:
- Calzado de trekking, mejor si te protege los tobillos.
- Bastones de montaña. Suelen ser una buena ayuda tanto para subir como para bajar, si los utilizas bien.
- Llevar bastante agua (al menos dos litros), en especial si hace calor.
- Algo para comer, ya sea fruta o chocolate, frutos secos…
- Alguna prenda de abrigo y chubasquero, por un posible cambio de tiempo.
- Pequeño equipaje para pasar una noche con: ropa de cambio, algo más de abrigo, chanclas para la ducha, neceser con lo indispensable. Lo habitual es que esta bolsa la suban las mulas que puedes contratar en Tato.
Si viajas en el mes de junio, así como en septiembre, no descartes que haga mucho frío e incluso caiga alguna nevada. Por supuesto lo mejor es consultar la previsión meteorológica.
Desde Fairy Meadows hay posibilidad de continuar hasta el Campo Base del Nanga Parbat, pero para eso debes estar en buena forma física, ir con un equipo adecuado además de un guía que conozca la zona, y tener más tiempo.
Si no te animas a tanto, pero te quieres quedar un par de noches, puedes dedicar un día a hacer la ruta hacia el campo base, hasta donde quieras llegar. Por el camino hay varios miradores, pero cuidado, es fácil venirse arriba pensando que las distancias no son tan grandes como realmente son.
En definitiva, la visita a Fairy Meadows es una de las experiencias más intensas y bonitas de un viaje al Norte de Pakistán que, a pesar de lo que me costó, sin duda repetiría 🥰🥰
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