Este post va ser más un relato de lo que vi y sentí en el viaje de Pakistán que otra cosa. A la vieja usanza. Es decir, no tengo muchos consejos que darte, sólo decirte que si te planteas hacer un viaje al Norte de Pakistán, incluyas estos lugares. Son únicos. Vamos a ver qué hay en el Paso de Shandur, Chitral y otros lugares ¿Te vienes? 😉
De Gilgit al Paso de Shandur y la naturaleza indomable
Ya te he hablado de Gilgit aquí, una de las ciudades más importantes de la región de Gilgit-Baltistán y sitio de pernocta casi obligado. Pues bien, desde esta ciudad hasta llegar y cruzar el Paso de Shandur transcurrieron un par de días llenos de intensidad pakistaní, y no puedo dejar de contarlo.
Salimos de Gilgit para iniciar la ruta junto al río Gilgit, con el aviso de que la carretera estaba en obras y podía haber cortes de tráfico. Esto es el pan de cada día en las montañas de Pakistán y puede suponer que tengas que esperar varias horas. Hay que ir prevenido.
Todo iba muy bien, no coincidimos con ningún corte, hasta que en un punto determinado sí, había que parar y esperar. Nuestros conductores decidieron dar la vuelta, no siendo los únicos, para cruzar el río por un puente que habíamos dejado atrás. Se nos fue casi una hora en la operación, pero ni tan mal.

Poco después, comimos muy rico en la localidad de Gakhus. Ternera en salsa, arroz, chapatis, garbanzos y verduras. También tuvimos tiempo de dar una vueltecilla por el bazar antes de continuar. Siempre un espectáculo estos bazares.


Había hecho sol y mucho calor durante toda la mañana, pero al poco rato de salir de Gakhus, llegó una gran tormenta y se puso a llover con furia.

Nosotros íbamos a una aldea donde vive el todavía príncipe de una dinastía mogol. Su bisabuelo fue el último emperador que luchó contra los ingleses. Un joven de grandes ojos azules que se encontró con nosotros en Gakhus.
Pero, de repente, recién pasada la tormenta, nos encontramos con muchas mujeres, niños y hombres en la carretera. Según nos acercamos, nos damos cuenta de que están llorando. O vienen en nuestra dirección temblando de frío y de miedo. Lo primero que pensé es que había habido un accidente de tráfico con víctimas, pero no.
La tormenta había ocasionado un desprendimiento de la montaña en forma de aluvión de barro. Se había llevado por delante dos casas. Por suerte no había heridos de gravedad ni muertos, pero esa pobre gente había perdido todo y aún tenían el susto en el cuerpo.
Además, la carretera se quedó bloqueada con una capa de barro de unos 30 cm que los coches, a pesar de ser 4×4, no podían cruzar así como así. Había que esperar a que viniera una excavadora y la limpiara, lo que iba a suponer tres o cuatro horas más de marcha.
Decidimos cruzar a pie para ir hasta el pueblo del príncipe, que estaba a sólo 1,2 kilómetros. Los coches pasarían cuando llegara la excavadora.
Nos cambiamos de calzado. Para cruzar un sitio lleno de barro sin tener botas de goma a mano, lo mejor es ponerse sandalias que se sujeten bien al pie para no perderlas. Esto descarta las chanclas. Si no tienes, utiliza zapatillas que no te importe echar a perder.
Las caras de angustia, miedo, susto de esas personas no se me olvidarán. Personas que no dudaron en ayudarnos a cruzar por el barro, a pesar de lo que tenían encima.


En casa del príncipe, un lugar encantador con un jardín lleno de árboles frutales, nos dieron ciruelas, manzanas y otras frutas recién cogidas. Y allí estuvimos descansando hasta que nos avisaron de que los coches habían pasado. Ya era noche cerrada, pero teníamos que continuar hasta Guppys o Gupis para pasar la noche. Recuerdo que vi cómo algunas piedras caían de la ladera de la montaña. Tuvimos suerte.

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Subiendo hasta el Paso de Shandur y el campo de polo más alto del mundo
Al día siguiente salimos de Guppys. Estamos en un valle precioso rodeado de montañas. Sus laderas parecen pintadas de colores por los distintos minerales que las forman. Los cultivos lucen bajo un sol casi irreal ¡Si parece que estamos en Suiza!
Al haber algo más de tierra aprovechable, la extensión de cultivos y bosquecillos es mayor. En verano se combina el verde con los amarillos del cereal. Los ríos y lagos aportan el contrapunto perfecto.


Sin embargo, vamos preocupados porque no sabemos si habrá más desprendimientos y cortes en la carretera. Necesitamos avanzar y parar poco para hacer fotos. Para que te haga una idea, necesitamos casi todo el día para hacer 140 kilómetros hasta Masjid. En las paradas obligadas observábamos cómo las excavadoras hacían su trabajo limpiando piedras y barro.
La vida en el Norte de Pakistán es una lucha constante contra los elementos. Y sus habitantes, así como los obreros que trabajan allí, son grandes resilientes. Pero no les falta una sonrisa para el extranjero.

El Paso de Shandur es un puerto que está a 3.760 metros de altura y es apodado “el Techo del Mundo”.
Mientras subimos, la vegetación se va haciendo escasa y el paisaje pasa a ser una estepa cubierta de hierba en verano. Los yaks y vacas pastan aquí y allí, vigilados por los pastores. Me recuerdó a mi también querido Kirguistán.


En el Paso de Shandur hay un cuartel militar y un gran campo de polo, quizá el más alto del mundo, que tiene unos 350 metros de longitud.
El polo que se juega en Pakistán se llama “polo libre” porque casi no hay reglas de juego. A lo bestia. Polo viene de “pulu”, palabra nepalí que significa “pelota”, y es un deporte originario de Asia Central que luego adoptaron y exportaron los ingleses. Se cree que servía para entrenar a los jinetes en las estepas.
En el caso del polo pakistaní hay cuatro jugadores por equipo, de los cuales el número 3 es la pieza clave en combinación con el jugador 2. No me preguntes más, que me pierdo en estas cosas, ja, ja. Cada partido dura unas dos horas, pero con pausas intermedias.

El campeonato de polo anual
La primera semana del mes de julio se celebra, en el Paso de Shandur, un campeonato de polo entre Gilgit y Chitral. La rivalidad entre estas dos ciudades es ya legendaria.
El campeonato dura tres días y todo el mundo acampa cerca del campo de polo. Unas semanas antes suben a los caballos para que se aclimaten a la altura. Se llegan a congregar 5.000 personas, políticos y otras personalidades incluidos. Hay unos ocho o nueve helipuertos para traer a los ricos y políticos. Se debe armar una buena 😅

Valle de Laspur y el Hindu Kush, la cordillera asesina
Bajamos al Valle de Laspur. Hemos cruzado al estado de Khyber y las montañas que tenemos a la vista forman parte de la cordillera del Hindu Kush. Esta cordillera es la prolongación más occidental del Pamir, el Karakorum y el Himalaya que se extiende entre Pakistán y Afganistán. Sí, cada vez estamos más cerca de Afganistán.
Según me contaron allí, el Hindu Kush es conocido como “la cordillera asesina” por el tráfico de esclavos que se produjo hasta el siglo XVIII. Los captores venían a estas zonas rurales en busca de presas humanas que vendían en Oriente.
En la entrada de la Wikipedia sobre el Hindu Kush, no obstante, he leído que se la conoce como “asesino de hindúes” porque los musulmanes iban a India a capturar esclavos para traerlos a Asia Central y muchos morían en estas montañas tan altas y frías. Quizá sea una lectura hecha desde la India, eterno rival de Pakistán.
Alejandro Magno cruzó el paso de Khyber en el año 327 a.C., cerca de Peshawar, para conquistar el Valle del Indo y llegar hasta Delhi.

Llegamos a una ciudad llamada Mastuj y, tras subir a una loma para admirar el paisaje a esa hora tan bonita descansamos en el Hotel Al Salah.

Chitral, la ciudad de la buena onda
Llegamos a Chitral después de unos cuantos kilómetros de carreteras épicas y valles increíbles. En este tramo vemos a una mujer con burka, esa cárcel de tela tristemente famosa. Iba caminando por el borde de la carretera.
Me sorprendió mi propia reacción, porque me produjo tanta aversión como curiosidad.
Siento compasión por ellas y horror por el hecho de que los hombres hayan llegado a inventar y aplicar algo así. Es la forma más brutal de despersonalizar a alguien. Una aberración.
Al mismo tiempo, me produce curiosidad y no puedo dejar de mirar a cada burka que veo a partir de ahí, porque vimos unos cuantos más a medida que avanzábamos cerca de la frontera con Afganistán.
Si te descuidas, te olvidas que debajo del burka hay una mujer. Una persona. Es como mirar un bicho raro que da un poco de miedo, un poco de curiosidad. Una «cosa» que camina bajo una tela.
Llegados a Chitral a primera hora de la tarde, contemplamos un resquicio del pico Tirich Mir, de 7.708 metros de altura y cuatro cimas, visible incluso desde el bazar de Chitral.
Qué ver en Chitral
Chitral es una ciudad parecida a Gilgit y otras del Norte de Pakistán, con una arquitectura “moderna” y “desastrosa”, antaño encrucijada de las rutas comerciales entre China y Afganistán. Y algo queda de ese pasado.
Mezquita Shahi Masjid
Si hay un sitio que ver en Chitral, este es la preciosa mezquita Shahi Masjid, uno de los edificios más antiguos de la ciudad que refleja el estilo mogol. Cuenta con dos minaretes de unos 35 metros de altura, cinco cúpulas, y está pintada de blanco. En el interior está enterrado el mulá y su familia.

Fue construida entre 1919 y 1924, y además de ser mezquita también es madrasa, escuela coránica. Es fácil encontrarse con niños y adolescentes estudiando el Corán, fuera de las horas de la oración.
Como en todos los templos de este estilo, se debe pedir permiso para visitarla, hay que descalzarse antes de entrar en el patio, y las mujeres debemos cubrirnos la cabeza con un pañuelo antes de entrar.


Bazar de Chitral
Cómo no, las calles céntricas conforman un bazar al que vamos a dar una vuelta a nuestro aire. Apenas se ven mujeres, pero los hombres son muy amables con todos nosotros.

Subimos y bajamos por las calles principales, mirando lo que se vende. No hay tiendas para turistas, y eso siempre es un punto. Uno de los sitios a los que vamos es una tienda de frutos secos y fruta desecada. Las delicias que venden allí son increíbles. El mejor mango seco que he probado, fresas locales desecadas, nueces reales. Por supuesto nos llevamos unas cuantas cosas.

En un momento dado nos sentamos en los escalones de lo que parece un portal. Estamos en un cruce de calles y es una gran posición para ver la vida pasar. El vendedor ambulante que grita su mercancía de momos rellenos de carne, un camión pakistaní enorme que baja con mucho cuidado para no atropellar a nadie y para descargar su mercancía en una tienda próxima…


Y, de repente, un hombre pasa con varios chapatis calientes en el brazo. Para un segundo delante de mí y me pone uno en la mano. Un regalo. Así, sin más. Inclina la cabeza y con una media sonrisa sigue su camino. Me quedo sorprendida y encantada por esa forma de dar la bienvenida a una extranjera.
Sigue volándome la cabeza la gran hospitalidad de esta gente, y las reglas de moral tradicional que aplican con sus mujeres.
Espero que este relato de mis días intensos, con el Paso de Husher en el centro de ellos, te haya gustado. Estoy segura de que si viajas al Norte de Pakistán vas a vivir cosas parecidas y ojalá que te enamore y te remueva, como a mí 😊
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