Si te preguntas si Estambul te va a gustar, yo te diría que sí. No conozco a nadie que me haya dicho que Estambul no le ha gustado. A pesar de su tamaño, superpoblación, caos y rincones decrépitos, Estambul brilla bajo el sol como pocas ciudades saben hacerlo. Voy a contarte y enseñarte con muchas fotos por qué Estambul es una de mis ciudades favoritas.
Se han escrito tantas cosas y tan bien de Estambul, que me da un poco de respeto este post. Estambul sorprende a los viajeros y turistas desde hace siglos. Será la fascinación por su mezcla de Oriente y Occidente. Será por la cantidad de historia que acumula. Por su ubicación geográfica tan especial, tan estratégica, tan “cruce de caminos”. Yo, desde luego, he revalidado mi amor por esta ciudad y ya estoy deseando volver.
A principios de los años 30 del siglo veinte Constantinopla cambió de nombre. A partir de entonces sería, y así la conocemos hoy, Istanbul. Estambul.
El 28 de marzo de 1930, Turquía anunció que las cartas dirigidas a la ciudad de Constantinopla dejarían de entregarse (…) Istanbul. Un nombre nuevo para un país moderno. Cuenta la leyenda que su origen se hunde en el griego clásico “eis tên polin” que significa “en la ciudad” o “a la ciudad”, y que así se referían los soldados turcos a la única megápolis suficientemente grandiosa en la región. Istanbul. Un nombre para estar orgullosos. Mucho más turco. Mucho más propio – Cruces de Estambul – Raquel G. Osende
Por qué Estambul es una de mis ciudades favoritas
Esta es la tercera vez que visito Estambul.
- La primera fue en 1988, en el último verano en que viajamos toda la familia con el coche y la tienda de campaña para recorrer la costa turca. Dedicamos tres días a esta gran ciudad y se quedó en mi corazón.
- La segunda fue en 2007, en una escala entre vuelos rumbo a la Ruta de la Seda. Solo fue un día y los recuerdos casi se han borrado.
- La tercera ha sido en abril de 2022 y por una semana. La mejor sin duda. Por fin le he dedicado un tiempo que creo se merece (¿habrá una cuarta? La habrá)
Estambul no se acaba nunca. Aunque no salgas de la parte vieja siempre hay rincones que ver y otros que repetir. Entrar varias veces en la mezquita de Santa Sofía o en la de Suleymaniye puede ser un pequeño ritual que desarrollas sin darte cuenta. Ir a ver la puesta de sol al Puente de Gálata, otro ritual. Callejear, mejor si te alejas un poco de la zona más turística, es adictivo 🥰
Confesiones sobre Estambul
Estambul puede repeler al principio. Al menos si llegas en un día frío y lluvioso, quizá también ventoso. Es lo que me ocurrió en este último viaje y confieso que no me sentí nada cómoda.
Me encontré con una ciudad muy gris. Excepto los taxis amarillos y algún cartel rojo, parecía que los colores se habían borrado. Nada que ver con los recuerdos de mis viajes anteriores, ya que ambos fueron en verano.
Me sentí poco capaz de apreciar su belleza y me invadió cierto desaliento. Sacar la cámara era incómodo. Permanecer en la calle casi un sufrimiento porque me quedaba helada enseguida 😥
A ello vamos a sumar que era la primera vez que viajaba sola a esta ciudad, y de entrada una siempre va con sus propios miedos. En el caso de Estambul son infundados porque es una ciudad segura y amable con los extranjeros, al menos con los occidentales. Pero hasta que no lo vives, no te lo crees.
Superado ese primer día y con un clima más benigno los siguientes, el sol y el cielo azul dieron un giro de 180 grados a mi visita a Estambul. Volvió a llover a ratos algún día, las temperaturas tampoco remontaron tanto, pero no me lo tomé mal. Vista una vez su belleza bajo el sol, esta permanece grabada en la retina por mucho tiempo.
Otra confesión es que decididamente me quedo con el lado más oriental de Estambul y no me refiero a una cuestión geográfica porque, de hecho, la orilla europea es tan oriental como la que más.
Me refiero a que me interesa y me gusta más su lado exótico. Ya sea en forma de arquitectura, de gente y vestimentas, de costumbres, de mezquitas.
Los viajeros y escritores del siglo XIX crearon una leyenda de ciudad llena de romanticismo y magia al estilo de Las mil y una noches que hoy pervive, les hayamos leído o no. Y yo soy víctima de ella.
Me di plena cuenta de ello cuando fui al lado más occidental en cuanto a arquitectura y comercio se refiere. Las colinas que un día estuvieron llenas de mansiones de madera en las últimas décadas del imperio otomano, hoy están llenas de bloques de viviendas que podrías encontrar en cualquier barrio periférico de muchas otras ciudades. Hablo de Taksim, Besitkas, Péra. El premio nobel Orhan Pamuk explica en su libro Estambul la época de los incendios que cambiaron para siempre la faz de este lado de la ciudad. El derrumbe de toda una era.
En otro orden de cosas también confieso que los comerciantes que te interpelan por la calle, ya sea en español o en inglés, me hicieron sentir muy bien acogida. Y eso es muy importante, sobre todo si viajas en solitario.
Desde el primer momento opté por responder amablemente y no me importó pararme a charlar un poco con alguno de ellos. Al fin y al cabo no tenía ninguna prisa. De esa reacción, en vez de ignorarlos o fruncir el ceño y emitir un escueto “no, gracias” como vi a muchos turistas hacer, salió alguna que otra pequeña conversación interesante. Y me enteré de cosas como…
- La inflación está ahogando su economía diaria en 2022. Los precios suben cada día, por ejemplo el del pan, que hoy cuesta 3 liras turcas y mañana 4 o 5 liras en la misma panadería.
- Muchos no son turcos sino inmigrantes afganos, búlgaros, uzbekos y de otros países.
- Las apariencias en Estambul son importantes. Por ejemplo, Youssuf me contaba que él no sigue el Ramadán, pero no puede comer en la calle por «el qué dirán».
- Uno de sus dichos es “Istanbul, Istanbul, me matas”. Como el “Madrid me mata” de hace unas décadas.
Los encantos que explican por qué Estambul es una de mis ciudades favoritas
El tipismo de Estambul
Estambul está llena de tipismo, rarezas, desorden, obras (siempre hay obras), tráfico y gente con rasgos muy diferentes entre sí.
Los comercios de toda la vida lucen grandes colecciones de botones, cacharros de cobre relucientes y ropa, mucha ropa. Se mezclan con los dedicados a los móviles y otras modernidades, así como con las panaderías, pastelerías y supermercados de todo tipo y tamaño. Y con los vendedores ambulantes, que no faltan en ninguna parte.
La llamada a la oración de las mezquitas reverbera en el aire varias veces al día y te envuelve durante unos minutos.
Los perros enormes, todos de la misma raza, andan tumbados por aquí y por allí. He leído que antes había manadas de perros callejeros amenazantes, pero ahora muchos llevan una chapa identificativa en la oreja. Imagino que hay algún plan de control de su población. Conviven con los gatos, los cuervos, las gaviotas y las palomas.
Callejear observando a la gente
Un gran pasatiempo en Estambul es observar a la gente. En cualquier esquina, plaza, parque o calle puedes pararte y estar un rato mirando. Puede que sólo así veas…
- El señor que lleva una gran cafetera de cobre y bandejas.
- Los pescadores del Puente de Gálata mirando al horizonte pensativos.
- Los vendedores de semillas para las palomas, que a veces discuten entre ellos porque uno atrae a las palomas a su lado de la plaza.
- Las familias que van y vienen por las mezquitas.
- Los imames que andan por la calle con sus turbantes apretados en torno a la cabeza. Blancos, impolutos.
- Las chicas con chador negro que se encuentran con amigas y se abrazan y besan con gran alegría.
- Las parejas que se aman con miradas y muchos más abrazos que besos frente al Bósforo. A veces bajo la mirada crítica de otras personas.
- Los hombres que tiran de los carros donde apilan la basura que eligen de los contenedores y puertas de los comercios. Hay que buscarse la vida.
- Los grupos de amigos que quieren hacerse una foto de recuerdo después del rezo en la Mezquita Azul o en Santa Sofía.
- El contraste de una melena pelirroja con los pañuelos de las mujeres musulmanas.
¡Y la cantidad de gente andando por la calle con maletas vacías! Es increíble ¿sería por el Ramadán? La verdad es que Estambul está lleno de tiendas de maletas y no sólo en las zonas más turísticas. Espero aclarar un día el misterio 😅
Las arquitecturas estambulíes
Estambul tiene tanto edificio diferente, tan mezclado, que es un no parar. Transitas por las calles y siempre hay un rincón interesante. Hay derrumbes recientes, restos de incendios, aceras muy maltrechas y por supuesto obras urbanas. Pero el conjunto de todo tiene algo que engancha.
Desde los edificios neoclásicos, modernistas, románticos, del siglo XIX, cuando los últimos sultanes y la burguesía de Estambul se desvivía por occidentalizarse. Hasta las casas de madera con balcones cerrados que hoy lucen desconchadas, desvaídas, amenazando ruina. Excepto en algunos rincones donde los hoteles de lujo las han renovado y parecen de cartón piedra.
Sin olvidar los palacios que te transportan al mundo oriental romántico de las novelas. Topkapi y su harén es el máximo exponente, construido en el siglo XV.
Callejones que acaban en bazares cubiertos y hammams. Plazas minúsculas protagonizadas por una pequeña mezquita que convive con restaurantes abiertos en pleno Ramadán. Cementerios con tumbas de mármol terminadas en turbante o bonete y con inscripciones en árabe.
Edificios cochambrosos, otros recién caídos por su propio peso, el de los años sin reformar. Mármoles y azulejos con dibujos florales. Casas de pisos apiladas unas junto a otras que parecen superpuestas cuando navegas por el Bósforo, con aires racionalistas pero con su propio carácter. Todo en esta ciudad lo tiene.
Fuentes de piedra que hace tiempo que no tienen agua te transportan a un mundo antiguo donde las caravanas iban y venían con artículos de lujo preciados como la seda. Lo mismo con algún antiguo caravasar que sigue en pie a duras penas. Avenidas con grandes árboles frondosos cuando avanza la primavera y el verano. Desnudos el resto del año.
Las mezquitas de Estambul
Las mezquitas otomanas nunca me parecieron tan bonitas como las de otros países. Su exterior es severo y gris, apenas sin relieves. Sin embargo mis referentes no estaban en Estambul sino en las que he visto en El Cairo, en Albania y Kosovo, o en la misma Grecia. Ahora, en cambio, las he gozado como no recordaba.
Hay muchas mezquitas más allá de la famosa y preciosa Santa Sofía. Estambul está llena de ellas y de hecho se la conoce como “la ciudad de las mezquitas”. De lejos, al atardecer, su silueta se dibuja sobre el Bósforo y es precioso. La típica postal con gaviotas volando que todos queremos tener. Pero cuando te acercas a ellas descubres tantos detalles que la cabeza te da vueltas.
Estambul es una de las pocas ciudades donde puedes entrar a todas las mezquitas que te encuentras a tu paso. O prácticamente todas. De manera libre y gratuita excepto si es la hora del rezo (en algunas). A mí no me negaron nunca el paso, cumpliendo con las normas que exige su religión eso sí.
Los interiores son suntuosos y cada una tiene su personalidad. Todas lucen una cúpula central bellamente decorada y de la que cuelgan lámparas que se encienden antes, durante y después del rezo, para apagarse (si es de día) entre esas horas.
Si coincides con la llamada a la oración o incluso con la hora del rezo, aunque no siempre se puede entrar en esos momentos, la experiencia es más intensa aún. Los patios con sus fuentes de abluciones son otro de sus atractivos.
Me las tomé tanto para visitar como para recogerme. Para disfrutar del silencio, de las risas de los niños que corren por sus alfombras bajo la mirada benevolente de sus padres, madres y cualquier adulto que ande por allí. Para observar los diferentes rostros de la gente de Estambul y cómo disfrutan haciéndose selfies o fotos de familia.
El Bósforo y el Cuerno de Oro
Cuando sales a una calle que tiene vistas al Bósforo o al Cuerno de Oro, te sorprende la visión del agua en el centro de una ciudad tan grande y poderosa como Estambul. Más si es un día soleado, porque aparece con un azul brillante imposible de olvidar. En los días nublados, en cambio, es oscuro y un poco amenazante, pero igualmente atractivo.
El placer de pasear por el Bósforo se debe a que uno siente que se halla en un mar en movimiento, poderoso y profundo dentro de una ciudad enorme, histórica y descuidada (…) No se puede comparar ese brazo de agua que recorre la ciudad por dentro con los canales de Amsterdam o de Venecia ni con los ríos que parten en dos Roma o París. Lo de aquí tiene corriente, viento y olas, y es profundo y oscuro -Orhan Pamuk-
El tráfico de los ferries, cruceros, cargueros y barquitas de pesca es tan intenso como el de los coches en las calles. Barcos de carga y petroleros de mil banderas, algún buque militar, transatlánticos noruegos o italianos. Todos van y vienen en las calles invisibles del agua. El cruce de caminos que es Estambul se siente aquí tanto o más que en otros sitios.
El Bósforo y el Cuerno de Oro son los mejores lugares para buscar el atardecer y la noche con sus luces. Desde el Puente de Gálata, desde la azotea de uno de los cafés que rodean la calles que hay debajo de la mezquita de Suleymaniye, o desde la orilla asiática de Üsküdar. Es aquí y no en otro sitio donde tomas perspectiva de la ciudad y sus mezquitas.
Los sabores de Estambul
En Estambul se come muy bien, sobre todo si te gusta la carne, el pescado y los lácteos. Los kebabs están a la orden del día y no saben igual que los que puedes encontrar fuera de Turquía. Son distintos, más sabrosos, y suponen un buen plato combinado para recargar energías.
He disfrutado con los platos dulces y salados, con los tentempiés a base de castañas asadas y de helados, con los arroces, bocadillos, salsas de yogur. Y con el ayran, mi bebida láctea preferida que no es otra cosa que yogur, agua y sal. La probé en Irán y desde entonces me llevo una alegría cuando la encuentro, como fue el caso de Líbano y lo ha sido en esta última visita a Estambul.
Menos mal que andé kilómetros y kilómetros casi cada día (media de 15-20 km) que si no ¡¡vuelvo rodando a España!! 🤗
Si te apetece sumergirte un poco más en Estambul, no te pierdas este vídeo que no llega a los cinco minutos 😏
¿Entiendes ahora por qué Estambul es una de mis ciudades favoritas? Espero que este post te ayude a decidir ir y descubrirla por ti mismo/a. Sola o acompañada, es una ciudad perfecta para dejarte llevar y observar, descubrir, vivir.
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Tu relato me hizo recordar mi propia experiencia en Estambul, hace ya 5 años, porque fui en estas fechas precisamente. Nosotros tuvimos la fortuna de que nos permitieran entrar a la mezquita de Suleyman justamente durante la oración. Fue una experiencia increíble!!! Y, porsupuesto, espero volver pronto porque es fascinante!!!
Gracias Eugenia!! Yo también coincidí con la oración 😊 esta ciudad es una maravilla para volver y volver 🤩
¡Oh, Estambul! Una ciudad maravillosa, llena de vida, aromas, sabores,… Sin duda, una ciudad a la que puedes regresar una y otra vez, y siempre vivirás nuevas experiencias y en la que descubrirás rincones increibles!
Una escapada fantástica que sienta bien en cualquier momento!
Gracias Alicia por compartir esta gran experiencia!
😘
Gracias Esme!! Estambul siempre sienta bien, sí! 😄