El Lago Chad fue un mar interior hasta que empezó a secarse. Hoy es territorio amenazado por Boko Haram. Ha habido enormes desplazamientos de población que no son noticia en nuestros medios. Y a nosotros se nos ocurrió ir. Sigue leyendo que te lo cuento…
Los antecedentes de nuestra visita al Lago Chad
Alonso de la agencia Kumakonda proponía un viaje de exploración al Lago Chad a todo aquél que quisiera apuntarse. Lo hizo movido por el interés de conocer a los buduma y sus vacas, una especie endémica del Lago Chad, así como todo lo que surgiera por el camino.
Decidí unirme a esta pequeña aventura, antesala del “viaje oficial” al remoto Ennedi. Un sueño que acepté a la primera.
El Lago Chad está dividido entre Níger, Nigeria, Camerún y Chad. Ha sufrido un enorme retroceso durante varias décadas, pero aún queda un gran territorio acuífero dividido por islas de distintos tamaños.
Los contactos de Djamena, que habían hablado a su vez con los de la ciudad de Bol, una de las más importantes del lado chadiano, nos decían que era posible y razonablemente seguro ir a visitar su región. El plan era llegar, dormir en una isla con los buduma, el pueblo nómada ancestral que habita el lago, y conocer un poco su modo de vida.
Con bastante probabilidad tendríamos que ir con una escolta militar, pero aseguraban que no habría problema en disponer de ella. También aseguraban que hacía al menos dos años que Boko Haram no realizaba ninguna incursión por la zona, y aunque la situación siempre puede cambiar, con esto era suficiente para «atrevernos» a ir.
Boko Haram es un grupo terrorista fundamentalista islámico que opera en el norte de Nigeria (principalmente). Conocidos por su violencia y crueldad, han aparecido en los medios internacionales por los secuestros de niñas. En 2014 fue el primero, cuando se llevaron a 276 niñas de una escuela. Las utilizan como bombas humanas, enviándolas cargadas de explosivos a los objetivos marcados. También las usan como esclavas sexuales. En diciembre de 2020 volvieron a hacer un gran secuestro, atacando una escuela en el noroeste de Nigeria y llevándose a 500 adolescentes, esta vez niños y niñas. Más allá de estas acciones mediáticas, siguen haciendo el mal sin que nadie parezca darse cuenta fuera de allí. Boko Haram controla buena parte del territorio del Lago Chad en el lado nigeriano, donde ha impuesto su propio Estado Islámico, y hace incursiones a los países vecinos.
El camino al Lago Chad con una sorpresa inesperada
Salimos de Djamena un 3 de Febrero a las siete de la mañana. Por el camino atravesamos mercados y ciudades en las que no es posible realizar fotos, tanto porque la policía y los militares chadianos pueden requerir un permiso, como por el posible rechazo de la gente, ya que es tierra de tubus y son muy orgullosos.
Ya en las afueras de la gran ciudad nos encontramos con sucesivos controles militares en la carretera. Tenemos que llevar listo el pasaporte por si nos lo piden, aunque no nos llegan a parar en ninguno. Imagino que estaban buscando algo en concreto. Cuando hacemos este mismo trayecto unos diez días después, no hay tanto control.
Paramos en la ciudad de Massaguet a tomar un té y buñuelos recién hechos junto a un cruce de carreteras. Nuestra pequeña expedición está compuesta por tres españoles (incluyendo a Alonso y a mí misma), un californiano y nuestro chófer Abu Bakar. Y en esta ciudad se une Tahir, el sobrino de Abu Bakar que nos dice tiene 17 años -aunque por altura yo diría que no tiene más de 14 años-. Se viene como aprendiz. Es un niño tímido, muy guapo, dulce y que está muy ilusionado.
Continuamos hasta Massakory, donde salimos del asfalto. A partir de ahí todo será pista de tierra. Bien marcada en buena parte del terreno, pero pista.
Voy disfrutando de las vistas del camino. El paisaje es arenoso, muy seco, cargado de polvo, con las típicas acacias de pinchos sahelianas y gente que viene y va. El cielo está un poco turbio. Empieza a haber harmatán.
Cuando te encuentras con un festival increíble
Y de repente, pasando de largo un pueblo de casas de adobe que parece estar vacío, vemos lo que creemos puede ser una caravana. Una línea de figuras con turbante montadas en ¿dromedarios? ¿caballos?
Cuando nos acercamos un poco con el coche vemos que son caballos, que los tipos van engalanados con las espadas en alto, y que les sigue un grupo de músicos con tambores y una especie de trompeta muy similar a la que vi en la recepción del sultán de N’Gaoundéré en Camerún, hace ya tantos años. Paramos para hacer fotos desde el coche. Con prudencia. De lejos. No sabemos de qué tribu son, ni si seremos bienvenidos.
Pero Alonso no se conforma y le pide a Abu Bakar que nos acerque a preguntar quiénes son y a pedir permiso para estar allí y hacer fotos.
Lo hacemos. Vamos. De repente estamos en una calle polvorienta viendo pasar este particular desfile. Los caballeros no se incomodan con nuestras cámaras. Más bien lo contrario, posan y sonríen. Las mujeres y niños se arremolinan en torno a ellos. No me lo puedo creer 🤩
No entendemos. No sabemos si es una fiesta, una boda, o qué es. Sí nos enteramos de que son kanembou, un gran grupo étnico que engloba a decenas de linajes como los kadidji del Lago Chad o los dalatoa. Preguntando logramos saber que es “una fiesta para recaudar fondos para una fiesta más grande”¿perdona?
La villa, por cierto, se llama Ngouri. Y ahí estamos. Viviendo un momento increíble. Escenas de otro tiempo, aunque ellos también hagan fotos y graben en sus smartphones lo que está pasando.
La comitiva se detiene en un espacio amplio que funciona como plaza para la ocasión. Los caballeros se alinean, sin bajarse del caballo, en semicírculo. En el centro uno de ellos, quizá un poco más elegante, baila con su caballo delante de un grupo de mujeres vestidas con telas de colores muy vivos. La música no cesa en ningún momento.
Por fin empiezan a bajarse de sus monturas, que están ricamente enjaezadas con adornos de cuero, metal y pieles de cordero. Continúan los bailes. Creo que hay un par de parejas protagonistas.
Pero tenemos que seguir, así que decidimos irnos. Justo coincide que la “fiesta” se termina.
Dos días después, al preguntar a otro jefe si sabía algo de esto, nos dice que seguramente era… ¡Un acto político de cara a las próximas elecciones del cantón!
La llegada a Bol y el peregrinaje por centros policiales y militares
Continuamos camino unas horas más. Antes paramos en una gasolinera a saludar a Mustafá, el principal enlace local de esta expedición, que nos dice que todo está bien y que nos verá un par de días después en su pueblo. Su aspecto es imponente.
Cada vez estamos más cerca del Lago Chad y según el mapa deberíamos empezar a ver algo de agua.
Poco a poco el paisaje se llena de árboles y vegetación. Hay grupos de palmeras alrededor de lo que parecen cuencas de pequeños lagos. Están secos, con la tierra cuarteada. Elucubramos sobre si habrán tenido agua hasta hace unos días, quizá pocas semanas. Suponemos que en la época de lluvias se llenarán.
Por fin empiezan a aparecer superficies de agua muy azul entre dunas y vegetación más verde. La pista sube y baja y no siempre las tenemos a la vista. No paramos a hacer fotos porque se nos ha hecho tarde.
Empezamos a ver algunos rebaños de vacas de cuernos enormes. Creemos que son las vacas kauri o kuri, endémicas del Lago Chad, adaptadas al lago y con capacidad de nadar grandes distancias. En realidad no tenemos claro si son éstas o parecidas… pero a mí me emociona igual. No sabía nada de ellas, ni de su aspecto, hasta verlas en vivo y en directo.
Lo mejor de un viaje es la sensación total de descubrimiento.
Y a eso de las dos de la tarde llegamos a Bol. Se ve que es una ciudad grande, desparramada, con una gran avenida central y muchos destacamentos militares. También vemos un gran centro del Programa Mundial de Alimentos, si no recuerdo mal. Aquí las ONG están muy presentes y más las de la esfera de la Unesco.
Descontando el par de paradas, que en ningún caso fueron largas, calculamos que el viaje ha sido de unas seis horas de conducción.
Lo primero que hacemos en Bol es ir a comer, que ya se va haciendo tarde. Elegimos un restaurante con mesas al aire libre bajo un gran árbol. Sirven carne de dromedario y de cordero a la brasa. Junto con unas barras de pan y comiendo con la mano de la misma bandeja, es una comida exquisita que se corona con un té verde.
A nuestro alrededor vienen y van chicos jóvenes. Algunos vestidos de militar. Paran a comer y a rezar la oración del día. No puedo evitar pensar si son de «los buenos» o de «los malos» por el atuendo de camuflaje que llevan, pero tienen el gesto de invitarnos al té y por supuesto no lo rechazamos. Es evidente que son de «los buenos».
Gestionando los permisos para ir a la isla prometida a pasar la noche. O eso creemos
Nada más comer, sin tiempo de sobremesa porque aquí no hay esta costumbre, comenzamos un peregrinaje de un par de horas entre cuatro sitios distintos. La prefectura policial, la gobernación provincial, el cuartel militar de no sé qué, los otros, los de la moto… lo siento, no anoto los nombres precisos de todas estas “chéferies”. Por supuesto no vamos solos y a ciegas, sino con un guía local que debería saber cuáles son los trámites. Nótese el condicional de la frase.
Hacemos un total de 14 kilómetros entre un sitio y otro, ida y vuelta. Siendo una hora rara (la oración de media tarde, después de comer) y víspera de festivo, sólo conseguimos entrar en dos despachos.
Y en ambos nos explican bien clarito que estamos en “zona roja” por la amenaza de Boko Haram y que no podemos ir más allá de la ciudad de Bol.
Con amabilidad y seriedad nos explican que los islamistas se mueven en piraguas y podrían venir por la noche y asaltarnos, ya que así operan «los barbudos» (este apodo es nuestro). Y ellos no se quieren responsabilizar de algo así. Ni nos autorizan, ni por supuesto van a ponernos una escolta militar, ya que no se van a jugar el cuello para acompañar a los turistas a ningún sitio. Obvio. Ya me parecía a mí, aunque en África todo es posible. Por cierto, el ejército chadiano tiene fama de serio y es uno de los más temidos del continente.
Nos permiten, eso sí, acampar en las cercanías de Bol. En dirección contraria al lago principal, en un campamento kanembou por el que hemos pasado antes de llegar.
Alonso está muy disgustado. No porque no entienda que el lugar puede ser muy inseguro, sino porque en Djamena le habían prometido otra cosa. El guía de Bol también ha mantenido esa primera versión todo el tiempo e incluso se empeña en decirnos que vamos a dormir con los buduma, pero la realidad se impone a cada paso que damos. Y hemos pagado un buen dinero por venir hasta aquí, además de invertir tiempo e ilusión.
Alfons y yo tratamos de animarle y convencerle de que aun así estamos viviendo algo totalmente inusual, y que más vale disfrutar de la noche con los kanembou.
Una noche con los kanembou entre vacas, humo y polvo
Llegamos al campamento de los kanembou. El sol está ya bajo cuando montamos las tiendas. Casi no hay nadie. Sólo algunas niñas, niños, mujeres y algún hombre mayor asoman por allí.
Las casas están desperdigadas. Cada unidad familiar preserva su intimidad con la distancia frente a las otras, aunque forman una comunidad. Como tal, conviven y se protegen.
Nuestro guía, cuyo nombre no recuerdo, nos dice en un primer momento que esta gente son buduma, la tribu que buscamos, y que son nómadas. A Alonso no le cuadra este dato por el tipo de casas que vemos, más típicas de gente sedentaria. Cuando hablamos con el jefe del pueblo efectivamente confirmamos que no es así. Son kanembou, y punto.
Los kanembou comparten idioma con los buduma, llamado también kanembou, pero no son de esa tribu. Las suspicacias hacia este guía son cada vez mayores. Está mintiendo o directamente no sabe por dónde se anda, y no sabemos qué es más peligroso.
El campo está lleno de cagadas de vacas pero no hay ni rastro de ellas. Nos dicen que vendrán en un rato, antes de la caída del sol, que ahora están en los campos. No sabemos si creerles porque la puesta de sol está muy próxima.
Cerca de nuestras tiendas hay un pozo de agua que se acciona manualmente. Estos pozos se han ido haciendo con fondos de ONGs o de la UNESCO para procurar agua a las comunidades de la región. Están por todo Chad y gracias a ellos la gente puede beber agua salubre sin tener que desplazarse algunos o muchos kilómetros para conseguirla. Un pequeño avance que puede evitar enfermedades, ahorrar tiempo para que los niños puedan ir a la escuela (al menos en teoría), y otra serie de bondades.
Me acerco despacio y observo cómo a esta hora empiezan a venir las mujeres y niños con garrafas. Poco a poco voy venciendo su timidez o recelo hacia mi presencia, y más aún hacia la cámara o el móvil. Terminamos haciéndonos selfies y riéndonos, mientras las visitas al pozo se suceden al ritmo de siempre, de todos los días. Un trabajo duro para tener agua con que cocinar, lavar ropa y asearse.
En ese rato junto al pozo hago algunas de las fotos que más me gustan de todo el viaje. Tengo que hacer un ejercicio de contención importante para seleccionarlas. Retratos como los que había soñado más de una vez, mientras admiro su belleza. Son guapos estos kanembou, con rasgos nobles y esos ojos de mirada directa y profunda.
De hecho, la noche es otra sorpresa. Cuando las estrellas ya brillan en el firmamento y hace rato que hemos cenado, empezamos a escuchar el sonido de las vacas pasando junto a nuestras tiendas. Y empezamos a ver pequeñas fogatas aquí y allá. Cogemos las cámaras y echamos a andar en la oscuridad.
Ahí están las vacas de altísimos cuernos. Agrupadas en torno al fuego y el humo que las protege de los mosquitos y parásitos. Quietas, silenciosas. Un silencio casi solemne. La escena es mágica y parece que hemos retrocedido muchos siglos atrás. Vuelvo a mi tienda con una sonrisa.
No dormiré muchas horas. Antes de las primeras luces ya oigo a las vacas pasar junto a la tienda y la emoción por un nuevo día me puede. Mientras el sol se prepara para salir, el horizonte se ve ocupado por esas vacas que parecen estar echando un último sueño antes del próximo día. Sus cuernos se recortan en el cielo enrojecido.
Varios hombres del campamento se acercan cuando ya estamos recogiendo nuestras cosas. Nos cuentan que de las vacas aprovechan la leche y hacen mantequilla, pero no comen su carne porque se quedarían sin su riqueza, su patrimonio.
Visita a los buduma y una isla del Lago Chad
La tarde anterior dábamos por perdida la posibilidad de ir a una isla del Lago Chad y de conocer a los buduma. La policía y los militares fueron muy claros. Pero con las quejas de Alonso y no sé muy bien cómo, nuestro guía ha hecho unas llamadas y nos dice que sí vamos a ir.
No sin un punto de inquietud, nos montamos en el coche. Voy tan confiada como alerta. Aunque la alerta me va a servir de muy poco si nos metemos en problemas.
Nos llevan a un campamento de refugiados buduma cuyo nombre no voy a desvelar. Es un lugar con aspecto de pueblo, con las casas mucho más próximas pero construidas al estilo de las kanembou. Nos explican que algunos llevan aquí desplazados ya más de diez años, pero no quieren hablar mucho de Boko Haram y nosotros no insistimos.
Las casas tienen forma semicircular, sus paredes son esteras trenzadas con hojas y están rodeadas de vallas hechas con cañas del lago. Las calles son de arena y todo está bastante limpio.
Se dice que los buduma son la tribu más antigua del Lago Chad y que sólo ellos tienen permiso para pastorear en sus aguas y para pescar en la época seca, cuando los recursos son demasiado limitados. Con la crisis de Boko Haram han sido acusados en Nigeria de colaborar con los terroristas haciéndoles de guías en el laberinto de islas y canales de este lago. Y como tal han sido expulsados de sus tierras.
👉 En la Revista 5W puedes leer la cobertura que hizo el gran periodista Xabier Aldekoa en el año 2016. Mi artículo favorito es el de la entrevista a la mujer más anciana del Lago Chad, con 105 años. Te dejo aquí el link.
Enseguida nos hallamos frente al Lago Chad. Ahora sí contemplamos una gran extensión de agua con algunas islas en el horizonte. De un color azul intenso, con alguna que otra piragua de pescadores surcando sus aguas, admiro los restos de lo que fue un mar interior.
Varios hombres preparan una gran barcaza para nosotros. Traen un motor fuera borda cargado en un carrito de dos ruedas. El plan es hacer una “visita rápida” a una isla donde hay vacas pastando, con el jefe del campamento y varios hombres más.
Mientras hacen la operación del motor, interactuamos con las mujeres y niños que hay en la orilla. Justo llega una piragua con algunos pescados entre los que hay carpas y siluros o “peces gato” de grandes bigotes. Ellas lucen un gran piercing en la nariz en forma de aro.
Los hombres se afanan por conseguir hacer arrancar el motor. Y les cuesta un rato. Me acuerdo de cuando un motor así nos dejó tirados en Ganvié, Benin. Entonces un recorrido de una hora y media se convirtió en cuatro horas de navegación. Mejor cruzar los dedos, no vaya a ser que pase lo mismo y eso dé tiempo a los terroristas para venir en sus rápidas piraguas.
La verdad es que notamos cierta tensión en el ambiente, pero no sabemos si temen a la policía, ya que nos estamos saltando su prohibición, o a la amenaza de los terroristas. El único punto de “garantía” es que el jefe del poblado autoriza la visita y se viene con nosotros.
Por fin empieza a rugir el motor de la barca, subimos y nos internamos en el lago rodeando una gran isla que hay frente a nuestra costa.
- El Lago Chad es una fuente de agua dulce que abastece a más de 40 millones de personas.
- El principal caudal que lo alimenta es el río Chari, el mismo que pasa por la ciudad de Djamena.
- La profundidad media es de entre 2 y 4 metros, y en época de lluvias o en las zonas más profundas puede alcanzar los 7 metros.
- Su superficie se vio reducida entre 1960 y 1985 en más del 90%, tanto por la gran disminución de lluvias como por el uso intensivo de los cultivos. A partir de ahí, cuanta menos agua, mayor y más rápida es su evaporación.
Sea como sea, el gran lago que antes se veía con total claridad desde el espacio en las fotografías de los satélites, ya no está. La repercusión a nivel humano y ambiental es brutal. Allí hay especies únicas en el mundo y algunas de las últimas manadas de elefantes del desierto. Y cientos de miles de personas se han encontrado rodeados de desierto, cuando antes tenían un vergel.
📘 La UNESCO ha desarrollado y puesto en marcha en 2018 el proyecto BIOPALT (Biosfera y Patrimonio del Lago Chad), cuyo objetivo es apoyar y proteger la vida de los habitantes y su entorno en este lago mítico. Aquí puedes leer más sobre ello. Y en esta noticia de la BBC puedes ver en fotografías de satélite cómo ha ido decreciendo.
El Lago Chad actual es un laberinto de islas y canales donde cualquier guerrilla puede hacerse fuerte, y así ha sido.
Durante el trayecto observamos muchas aves, incluyendo garzas, un tipo de gaviota pequeña de color blanco, cormoranes y rapaces. Tras una hora, o hora y media de navegación, llegamos a nuestro destino.
Se trata de una isla deshabitada, a diferencia de otras en las que hemos podido ver que hay casas. Allí hay un rebaño de vacas junto a la orilla.
El sistema de pastoreo de los buduma es dejar las vacas en una isla hasta que empieza a escasear el pasto, y entonces las trasladan a otra. Para dicho traslado, las vacas se echan al agua y nadan la distancia que sea necesaria. Pura adaptación al medio. Ellos las conducen desde sus barcas y a veces nadando junto a ellas.
Bajarnos de la barca y ponernos a andar entre esas vacas fue una sensación especial. Son altísimas y sus cuernos impresionan mucho más de cerca.
Cuenta la leyenda que el Dios Karguila era un ser mitad hombre y mitad pez. Era el protector de la vida en el lago Chad. Nos dicen que ya nadie cree en él.
Aunque no es hora de moverlas de isla, hacen una pequeña demostración para que podamos ver cómo nadan. Es alucinante ver a las vacas sumergidas hasta el cuello, dejando sólo a la vista esos grandes cuernos.
Al cabo de un rato nos dicen que hay que volver. Es una “visita rápida” y no hay que demorarse. Recordamos que no deberíamos estar allí y de nuevo notamos que hay cierta tensión, nerviosismo. No hacia nosotros, sino hacia la situación.
Trato de distraerme tratando de fotografiar a las aves, pero al cabo de un rato empiezo a desear llegar a puerto. Y finalmente así es. El motor se ha portado bien y no ha habido ningún incidente. Todos sonríen y chocan las manos cuando se bajan de la barca. Puro alivio.
No sé cómo agradecer que hayan asumido este pequeño riesgo por nosotros y nuestra curiosidad occidental. Espero que no llegue la noticia a oídos de Boko Haram. Topos hay en todas partes, y de hecho creemos que esta es la razón de que nos hayan llevado a una isla sin gente.
Al llegar nos dicen que están preparando la comida para nosotros. Sólo son las 12 del mediodía pero no podemos rechazar este gesto de hospitalidad. Nos instalan bajo un tejadillo sobre un suelo tapizado de esteras donde algunos hombres están sentados o semitumbados. Antes hemos dado una vuelta por el campamento y saludado a algunas chicas.
El almuerzo consiste en una gran bandeja de arroz con salsa de tomate, cebolla y carpas a la brasa. Está tan rico como la comida del día anterior, o diría que más. No sé si alguien se está quedando sin comer, porque no hay que olvidar que este es un campo de refugiados que aunque llevan aquí un buen puñado de años, lo tienen más difícil que los propios chadianos. Y ya es decir.
Según nos contó Mustafá esa misma noche, Lago Chad significa “lago grande”. Fue así bautizado cuando el explorador francés Debacle alcanzó sus orillas y preguntó a los buduma cómo se llamaba. Ellos le dijeron que “Chad”, y de ahí el nombre del lago y también del país. Fue después, en la Conferencia de Berlín de 1880, cuando el lago quedó dividido entre los países actuales.
¿Te apetece verlo en vídeo?
Aún quedan unas batallitas que contar sobre el Lago Chad, pero para no eternizarme, nos vemos en el siguiente post. Eso sí, en este vídeo verás un pequeño avance 😉
Te invito a que sigas leyendo sobre Chad
- Festival Gerewol de Chad, una aventura inolvidable
- Etnias de Chad: los Moussey
- Acampando con nómadas wodaabe, los más presumidos del Sahel
- Retratos de Chad, un país con más de 200 grupos étnicos
- Parque Nacional de Zakouma, un perfecto ejemplo de conservación en África
- Ciudades de Chad, una vuelta por el panorama urbano del gran país africano
- Lagos de Unianga, un lugar remoto en el remoto Chad
- Depresión de Murdi: el desierto dentro del desierto en Chad
- Pinturas rupestres de Ennedi: un fascinante viaje varios milenios atrás
- Guelta d’Archei, el lugar por el que querrás ir al desierto de Ennedi (Chad)
- Sitios espectaculares de Ennedi: Ouimina y Djoulia
- Qué ver en Ennedi, el tesoro de Chad
➡️ Este post contiene enlaces a sitios afiliados. Esto significa que si haces una reserva desde dichos enlaces, yo ganaré una pequeña comisión. En ningún caso tú pagarás más y en alguno conseguirás un descuento, como en IATI Seguros. Puedes leer más en este artículo.