Ouminina y Djoulia. Nombres que no te dicen nada así leídos, pero que una vez visitados se quedan en tu memoria para siempre. Más si pasas una noche en ellos, con el atardecer y el amanecer como telones de fondo. ¿Te vienes a conocer estos dos sitios espectaculares de Ennedi?
Sitios espectaculares de Ennedi
Antes de enseñarte estos parajes, quiero hacer una aclaración. En el Parque Nacional de Ennedi, el principal objetivo de muchos viajes a Chad, hay tantos sitios espectaculares que es difícil elegir. Sin embargo, me he esforzado y creo que sí, que los aquí elegidos son los más espectaculares de todos. Incluso por encima del famosísimo Guelta de Archei, del que escribo en otro artículo.
👉 Si quieres ver un resumen de todo lo que puedes llegar a ver en unos cinco días sumergido en este desierto, lee este post.
Ouimina, la catedral del desierto
Mira que hay sitios en el Sahara que son como catedrales naturales. Quizá los hombres se inspiraron en ellos para construir las propias, quién sabe. El caso es que Ouimina, de todos los que he visto hasta ahora, se lleva la palma.
Ouimina se alza en una meseta de roca, rodeada de un valle de acacias por un lado y de dunas de arena dorada por otro lado. Es una maravilla de enormes pináculos, torres y paredes de arenisca cincelada por los vientos saharianos.
Cuando llegamos no dejábamos de mirar hacia arriba y en torno nuestro. Impacientes, montamos las tiendas lo antes posible para desperdigarnos por los alrededores. Unos se fueron a volar el dron, otros nos fuimos a perdernos en el pequeño laberinto de torres.
Recorremos sus pasillos, buscamos los pasos para seguir con nuestra exploración, trepamos por rocas caídas. La altura y formas de las rocas son fascinantes. Decididamente este es uno de los sitios espectaculares de Ennedi. Sin discusión.
Entonces no me doy cuenta, pero al día siguiente descubro que tengo la pantalla del móvil rajada. Posiblemente fue un golpe con una de esas piedras. Menos mal que sobrevivió hasta el final del viaje, porque podría haber sido un problema. Con los trámites del covid (códigos QR) y los aeropuertos, viajar sin móvil es realmente difícil.
Terminamos bajando al valle de las acacias. Algunos camellos pastan por aquí y por allí. Mientras rodeamos la meseta nos encontramos con dos chicos sentados a la sombra que nos saludan amablemente. No lo sé a ciencia cierta, pero creo que son los mismos que un rato antes se acercaron a decirnos que no hiciéramos fotos a sus camellos (cómo son estos nómadas…) y se quedaron observando hasta que Hamit les dio algo de comer o beber. Porque en el desierto no puedes negar la ayuda al otro. Más si es de tu tribu.
Cuando el sol baja en el horizonte, todo ese material rocoso que parece un castillo de arena gigantesco se vuelve dorado. En ese momento decido coger el chacran (así se pronuncia) o tetera de plástico multiusos tan popular en todo África, lo lleno de agua y me voy a buscar un sitio discreto para lavarme. Creo que era mi cuarto día sin hacerlo y aunque el desierto sea limpio, como dijo Lawrence de Arabia, llega un momento en que lo necesitas.
Esta fue una de las duchas más precarias y a la vez placenteras que me he dado nunca. Me situé detrás de una de esas grandes torres para que no me vieran desde el campamento. Delante de mí tenía un balcón natural con el sol acariciando la plataforma de roca suave en la que había muchas oquedades para dejar la pastilla de jabón, la ropa limpia y las sandalias. La pared desprendía el calor acumulado del día como si se tratara de un calefactor. A pesar de ser febrero y la última hora del día, no pasé nada de frío.
Es posible que algún nómada se pusiera las botas viéndome desde el valle o desde alguna atalaya más o menos cercana, pero qué quieres que te diga, ducharte con esa libertad es un placer inmenso.
El chacrán o tetera tiene una capacidad de dos litros. Con ello pude lavarme el pelo y el cuerpo ¿Cómo te quedas? Y no fue la última vez, porque repetí en otros sitios de Ennedi, igual que mis compañeros de viaje. Ay qué poco se necesita y qué mal hacemos las cosas en las sociedades opulentas.
Después volví al campamento y ahora sí, disfruté de la puesta de sol y la post-puesta de sol en este sitio tan alucinante. Pura fantasía. Tanto como empezar a ver las estrellas, otra gran excusa para hacer fotos y enseñar a otros a hacerlas.
Nos vamos a dormir casi a regañadientes. Con el silencio que nos rodea, ya que no hay ni viento que ulule entre las torres. La paz de este lugar llega muy adentro.
El día siguiente es un día tan variado como completo, pasando por el famoso Guelta d’Archei, la duna de Chigueou, el sitio de pinturas rupestres Terkei Barakatra y varios arcos enormes. Las torres de Ouimina y su belleza quedan atrás, pero aun así no nos olvidamos de su magia.
El guelta de Bachikele y Djoulia
Un par de noches después de dormir en Ouimina llegamos al Guelta de Bachikele. Está muy cerca del Arco de Djoulia (se pronuncia “yulia”), el lugar elegido para acampar y otro de los sitios espectaculares de Ennedi.
Para entrar a Bachikele hay que pagar una entrada de 5.000 CFAs cada uno. Se paga en el puesto de policía que hay un par de kilómetros antes de la entrada al cañón, pero antes paramos en una pequeña casa que resulta ser una tienda donde se vende un poco de todo. Reponemos cebollas, compramos unos refrescos (¡lujo!) y alguna tontería más.
En el puesto de policía Hamit es instado a sentarse y charlar con ellos un rato. Nosotros esperamos pacientes y quietos en el coche, siguiendo sus indicaciones. Si nos enrollamos demasiado con este trámite, pueden darnos las uvas.
Cuando ya parece que nos ponemos en marcha viene un chiquillo llamado Idriss. Es el hijo del jefe del pueblo y va a hacernos de guía-protector en el guelta. O más bien de espía para su padre.
Pero ¿qué es eso de que viene con nosotros en plan “espía”? Bueno, en otras ocasiones ha habido problemas con los turistas por el asunto de las fotos. El jefe envía a Idriss para saber quién es el que monta bronca y se lo cuente, porque después de la última él mismo había advertido a todos de que aquél que hiciera algo así no volvería a llevar los camellos a beber en el guelta.
Los camelleros de la región son realmente celosos y no quieren que se fotografíe a sus camellos. Ni siquiera al paisaje.
El agua es la base de la vida en el desierto. En Ennedi hay muchas fuentes naturales y pequeños ríos en los que los pastores pueden llevar a su ganado de manera gratuita, como en este caso. También hay pozos construidos por iniciativas privadas, pero son de pago.
Cuando entramos en el barranco y nos bajamos del coche nos damos cuenta de que la temperatura ha bajado de golpe un montón de grados. Es rarísimo, pero es así. Hay una corriente de aire continua que recorre este valle largo y angosto. Supongo que con la presencia del agua y la sombra no se llega a calentar nunca. Decido ponerme el jersey porque me da la sensación de que me puedo resfriar fácilmente.
El Guelta o Ouadi de Bachikele recuerda muchísimo a los que hay en el valle del Draa en Marruecos. Las paredes de arenisca rojiza, las palmeras, el río…
El nivel del agua está bajísimo. Tanto, que en muchos tramos del río no llega al centímetro de profundidad. Es más un gran charco que otra cosa, y las pisadas de los camellos han tatuado el barro. Pero además… todo está lleno de pis y caca de los animales. Y por ahí cruzamos con las sandalias o directamente con los pies desnudos. No será la última vez que me vea en una de estas. Toca cerrar los ojos y pensar que no pasa nada 😅
Mientras nos preparan la comida damos un paseo hasta el fondo. Son unos dos kilómetros, quizá algo más. Pasamos junto a dos rebaños de camellos que alzan sus cuellos hacia nosotros. Curiosos. Los gruñidos que emiten retumban en el cañón y generan una atmósfera mágica. Las paredes de arenisca pueden llegar a tener 200 metros de altura.
Uno de los paisanos que pastorean a estos animales se pone muy nervioso en cuanto nos ve aparecer. Ni siquiera hemos levantado la cámara cuando ya nos lanza todo tipo de improperios en su lengua. No hace falta saber idiomas para entender que no nos está dando la bienvenida, pero Hamit le avisa de que Idriss es el hijo del jefe y… él sabrá. Por supuesto le promete que no vamos a hacer fotos de él, pero que sí las vamos a hacer del paisaje y puede que sus animales salgan, pero de lejos. El hombre accede a regañadientes, las cosas se calman y nosotros seguimos nuestro camino.
Idriss nos cuenta que la gente nunca pasa más allá de un punto, porque al final hay una gran serpiente. Tratamos de enterarnos de más detalles de esta leyenda, pero no sabe contarnos más. Al día siguiente, volviendo de Djoulia, preguntamos en Bachikele y un hombre nos cuenta que Idriss se refería a la serpiente que vive en el manantial que alimenta el río. Él mismo fue una vez hasta allí.
– No la ví, pero -puntualiza- otros dicen que sí la han visto.
El Arco de Djoulia
El Arco de Djoulia está muy cerca de Bachikele y es donde vamos a terminar el día y pasar la noche. Este es un arco natural muy especial, y el motivo por el que ha entrado en mi particular ranking de sitios espectaculares de Ennedi.
Esbelto, tiene un aspecto frágil y aéreo con su forma torsionada y la estrechez de la parte superior. Además se halla sobre un pequeño promontorio, así que parece mucho más alto de lo que es.
Después de montar las tiendas como todos los días, subimos trepando por las rocas hasta la parte superior de la montaña que está enfrente del arco. Allí arriba hay una plataforma que nos sirve de gran mirador. El paisaje que se abre a nuestros pies es soberbio.
El Arco de Djoulia frente a nosotros, un valle de acacias hacia la derecha, desierto a nuestras espaldas. Hace un viento tan fuerte que cuesta mantenerse en pie, pero ¡qué gozada!
Después decidimos ir a ver el atardecer por detrás del arco, ya que aún nos quedan horas de luz. Subimos a otra meseta, aunque yo me quedo un poco detrás porque el talón me molesta mucho.
Observo a mi alrededor que en esta zona hay mucho granito de tonos rosas y rojos que conforma un paisaje de grandes rocas redondeadas por la acción de los elementos. Me recuerda muchísimo a Spitzkoppe en Namibia. Tiene que ser muy antiguo.
El atardecer con el arco de Djoulia recortándose en el horizonte es chulísimo y disfruto de ese rato de paz a solas.
Cuando me vuelvo a encontrar con mis compañeros, me cuentan que han encontrado las estructuras de un poblado que parece antiguo. Me da rabia no haber subido hasta arriba.
Esa noche cenamos una cabra que nuestros guías han comprado en el pueblo y sacrificado mientras nosotros estábamos correteando por ahí. Cada vez tienen más cuidado con estas cosas, porque siempre hay gente de «nuestro mundo» que lo pasa mal oyendo los sonidos de angustia del animal.
Después nos sentamos alrededor del fuego para charlar mientras observamos cómo los costillares de la cabra son secados para que queden como una especie de cecina. Esta es una forma de conservar la carne en un lugar sin neveras, y seguro que así lo hacían los primeros humanos.
Una historia inesperada
Al día siguiente volvemos a subir a la meseta desde donde se ve el arco de Djoulia por detrás. Esta vez sí llego arriba, a pesar de que se ha vuelto a levantar un fuerte viento bastante molesto. Efectivamente hay una serie de casas de piedra en ruinas, muchas circulares y alguna con una piedra puesta en vertical.
Cuando volvemos a pasar por el pueblo preguntamos. Nos cuentan que son los restos de un campamento de los franceses de la época colonial. Normal que se instalaran allí, ya que es un buen sitio para dominar los caminos que rodean al arco.
El hombre que nos lo cuenta completa la historia:
Cuando los franceses de la colonia se retiraron, uno de los oficiales se quedó allí. Se había enamorado de una mujer local y tuvieron una hija que “tiene la piel roja” (como nosotros). Dicha hija sigue viviendo allí, en Bachikele.
Y hasta aquí las historietas y fotos de dos de los sitios espectaculares de Ennedi: Ouimina y Djoulia, nombres femeninos que les sientan muy bien. Si sueñas con hacer un viaje como este, no te pierdas los Consejos para viajar a Chad que he publicado y no dudes en hacerlo con Kumakonda, la agencia más especializada en este país y de la que te hablo en la guía.
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