Contemplar una sucesión de lagos de distintos colores en pleno desierto, muy lejos de todo y de todos, es una visión difícil de creer. Pero existe un lugar así. Está en Chad, tras superar la Depresión de Murdi, y forma parte del Patrimonio de la Humanidad. Normal. Los Lagos de Unianga parecen de otro planeta. Hoy te los voy a enseñar 😊
Los Lagos de Unianga, Patrimonio de la Humanidad de Chad
Los Lagos de Unianga o Ounianga forman parte del Patrimonio de la Humanidad desde el año 2012. Forman parte, pues, de esa lista de lugares preciosos, originales y prioritarios en la conservación del planeta y la cultura humana. Aquí puedes leer su ficha.
Información y curiosidades de los Lagos de Unianga
- Los lagos de Unianga son 18, están conectados entre sí y se cree que formaban parte de un gran lago que ocupaba toda esta cuenca hace entre 5.000 y 15.000 años. Son lo que queda del antiguo vergel que fue el Sahara. Es probable que las personas que pintaron las pinturas rupestres de Ennedi lo conocieran.
- Cada uno tiene un color diferente por los microorganismos que pueblan sus fondos. Por ejemplo, el de color rojo se debe al alga Spirulina platensis, que llega a formar una capa de 15 cm de espesor.
- Los hay salobres, hipersalobres, y de agua dulce.
- El agua permanece fresca gracias a los juncos que aportan sombra e impiden que los rayos del sol incidan directamente en el agua. La profundidad hace el resto.
- Su nivel se mantiene porque procede de un gran depósito subterráneo de agua fósil, a pesar de que tienen un alto índice de evaporación. De hecho, es el mayor depósito de agua fósil del mundo y abarca un territorio de miles de kilómetros cuadrados que se extiende por Chad, Libia, Sudán y Egipto.
- Cuando sopla el viento, se levantan olas como si se tratara de un mar interior, generando espuma. Y cuando no sopla… no lo sé, porque así no he podido contemplarlos. Ni con el cielo totalmente despejado, como me hubiera gustado. Si hay algo que no se puede contratar ni garantizar en ningún viaje es el clima 😅
- Los lagos se agrupan en dos grupos separados por entre 45 y 60 kilómetros:
- Unianga Serir, que significa “pequeño”, es un grupo de 14 lagos. Algunos están cubiertos por cañizares y no se ven.
- Unianga Kebir, que significa “grande”, es donde está el lago más grande.
- La profundidad de estos lagos oscila entre los 10 y los 27 metros. Se dice pronto.
- Están rodeados de montañas, casi todas de una piedra que parece sal petrificada, pero es una especie de yeso o de pizarra blanca.
Puedes leer más detalles en este gran artículo. Yo paso a contarte mi experiencia.
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Unianga Serir y el huerto de un soñador
Llegamos a Unianga Serir después de haber pasado la noche en las dunas de la depresión de Murdi o Mourdi, pero antes voy a contextualizarlo.
El día amaneció ventoso. El harmatán o calima nos envolvió enseguida y borró parte del horizonte. Aun así subimos con los coches a una meseta para intentar tomar perspectiva y tratar de ver el paisaje de montañas en el desierto. Poco se distingue, una pena, pero sí se pueden ver una especie de pináculos de roca esculpida por el harmatán. Son los yardangs.
Al fondo, muy al fondo, una forma extraña de un color ligeramente más oscuro anuncia los lagos de Unianga Serir, el primer grupo lacustre que vamos a visitar.
En concreto, nos acercamos al Lago Bokou. Este lago, a diferencia del resto, es de agua dulce. Teníamos previsto un rato de descanso y baño en el lago, pero cuando llegamos nos queda claro que no hay forma de hacer tal cosa.
El viento sopla con rabia, las aguas están revueltas y aun así podemos apreciar la limpieza de las mismas. Observo que el lago tiene bastante fondo desde la misma orilla, mientras me pongo el jersey. Hace frío. Sí, en febrero puede hacer frío en el desierto. Bastante, de hecho. En fin, no es “día para bañarse”. Una lástima porque nuestros cuerpos piden a gritos un buen remojón, aunque sea sin jabón por aquello de no contaminar el agua.
Con todo, el lugar es fantástico. Las palmeras y los juncos de la orilla dibujan el contorno del lago. Las dunas de arena que se apilan hasta la vegetación aportan un aire de “oasis perfecto” que no hay en todos los desiertos, ni en todos los oasis. La soledad del lugar, también. Tiene algo de lugar mágico, onírico.
Después nos acercamos al pueblo. Porque sí, junto a estos lagos hay un pueblo, antaño puede que ciudad. Desde un promontorio lo observamos y la verdad es que es difícil considerarlo así, ciudad o pueblo.
Lo que vemos es una gran extensión de casas de barro o de esteras con forma ovoide. Desperdigadas, parecen pequeños cubos de barro. Es un escenario casi apocalíptico, extraño. Nos cuentan que al ser un lugar tan aislado, muchos han emigrado a otros sitios con mayor porvenir. Por aquí ya no pasan las caravanas de antaño.
Los habitantes de Serir viven de cultivar dátiles que venderán en los mercados de más al sur, transportados por los pocos camiones que tienen parada en esta ruta. Aparecen algunos niños y nos piden bolis Bic y “cadeaus” (regalos). Alguien les ha enseñado que los extranjeros llevamos eso. Por favor, no lo hagas tú también.
Serir es el sitio elegido para tomar el almuerzo, pero no hay forma de preparar nada con ese viento y polvo en la atmósfera.
Decidimos ir a intentar resguardarnos junto a la valla del huerto de un hombre, creo que se llama Mohamed, que está intentando cultivar en el desierto. A cierta distancia del lago. Un proyecto que podría extender un poco más la vegetación y procurar alimentos frescos a los habitantes de Serir.
Alonso de Kumakonda, la agencia con la que viajo y que te recomiendo cien por cien para viajar a Chad, le conoció en uno de sus anteriores viajes y quedó fascinado por la determinación de este soñador chadiano.
En efecto el huerto luce algunas plantas de sandías y tomates, aunque no parece que haya prosperado mucho desde la anterior visita. Pero ahí sigue.
Después de comer enfilamos hacia Unianga Kebir. Son 40 kilómetros de desierto y va a haber que buscar un sitio para pasar la noche, ya que la acampada al aire libre no va a poder ser. El harmatán se está poniendo cada vez más agresivo.
Unianga Kebir y su ciudad
Antes de llegar hacemos un par de paradas para contemplar los lagos que hay junto a la ciudad de Kebir. Cada uno es de un color, y el paisaje es más fantástico si cabe que el de Serir.
Aquí se ven más yardangs, esa especie de pirámides naturales, revestidos de blanco en sus bases ¿será la sal, o ese yeso extraño? Pero no podemos recrearnos mucho por el maldito viento. Y porque hay que buscar un sitio para dormir.
La ciudad de Kebir
Lo bueno es que esta es la ciudad de Hamit, nuestro guía tubu y dueño de la agencia local con la que viajamos. Allí vive su familia y por supuesto tiene contactos, así que vamos un poco confiados.
Nos acercamos a hablar con el jefe, o uno de los jefes, de Unianga Kebir. Y, en efecto, nos ceden un edificio vacío del ayuntamiento. Está junto a una gran plaza con una tribuna de asientos para… ¿para qué? Quizá para celebrar ceremonias, fiestas, o recepciones de autoridades, que alguna irán por allí, digo yo.
No, en Unianga Kebir no hay hoteles ni infraestructura para el turismo, porque prácticamente no hay tal cosa.
El edificio está a las afueras, así que podemos estar tranquilos. Esta es una ciudad de aire fronterizo en la que hay soldados y camioneros. Ser discretos siempre ayuda.
Estamos, por cierto, cerca de la antena de telefonía. Una de nuestras esperanzas era conseguir un rato de conexión a internet después de varios días, la verdad sea dicha, pero apenas funciona.
Disponemos de un par de habitaciones vacías para tirar nuestras colchonetas al suelo, y otra para montar la mesa y sillas para cenar y desayunar. Más que suficiente. Las letrinas de agujero en el suelo están fuera, junto a un chamizo para cocinar, pero todo dentro del patio de la casa.
Al otro lado de la plaza se ven camiones que poco a poco se van cargando. Cuando terminen quedarán casi sepultados por los sacos o bidones. Son camiones libios que hacen la ruta hasta el sur, porque esta es la ruta comercial con el país vecino.
Nos cuentan que ellos traen petróleo en forma de gasoil y gasolina, lo venden aquí o en Kalait, y a cambio compran ganado e incluso agua para llevárselo a su país.
Como no hay mucho que hacer y el viento sigue azotando todo, nos vamos a un bar local a tomar unas cervezas. Ya casi es de noche y cruzamos la plaza desangelada protegiéndonos como podemos.
El bar es una de las chabolas del barrio cristiano. Lo de chabola es literal. Son pequeñas casas armadas con ramas, chapas, sacos de plástico y alambres. El suelo es de pura arena y hay unos cuantos niños medio jugando por allí. También mujeres. De hecho sólo hay mujeres… y es que este bar no sólo ofrece cerveza.
Cuando estamos bebiendo las nuestras llegan cuatro o cinco. Todas visten vestidos floreados hasta los pies. Nos saludan con mucha cercanía y simpatía, casi como si fuéramos de la familia. No puedo evitar comentar que es bastante improbable que yo salude así a una prostituta en España. No podemos evitar reírnos. Igual suena mal así escrito, pero la escena es bastante kafkiana 😂
Los lagos de Unianga Kebir
Al día siguiente amanece con algo menos de viento y un cielo más despejado. Es casi una ilusión, porque al cabo de un rato vuelve a soplar, pero al menos podemos acercarnos más a los lagos. Un par de promontorios rocosos nos sirven de mirador.
Por cierto, mirando por donde piso para acercarme al borde, me encuentro con unos grabados que no sé si podrían ser antiguos.
Alucino con los acantilados de 20 o 30 metros de altura que parecen cortados a pico y bordean parte de uno de los lagos. Y con las olas espumosas. Y con los colores: rojo, azul, morado, de los distintos lagos.
Nos acercamos a una de las orillas y vemos de cerca la espuma de sal que se forma por el batir del viento contra el agua. Es blanquísima y muy espesa. En un rincón han hecho una especie de represa para que la gente se lave. Dicen que estas aguas tienen propiedades terapéuticas.
Después volvemos a repostar los vehículos junto a la mezquita. Con disimulo, hago un par de fotos con el móvil… aquí la gente se molesta fácilmente.
Toca emprender la vuelta a Djamena. Unos tres días de pistas y carretera con las paradas justas, y volviendo a cruzar la depresión de Mourdi en dirección a Ennedi. Atrás queda la visión de los Lagos de Unianga, uno de los sitios más remotos y especiales que he podido visitar. Ahora me parece un sueño.
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Está muy bien este artículo. Alicia nos cuenta con detalle y entusiasmo las lindezas del Sahara chadiano: suaves aventuras en un África que
merece ser amada, y cuyo atractivo es irresistible.
Las fotos que acompaña son buenas, más teniendo en cuenta lo escaso del conocimiento qué tenemos de la región.
Muchas gracias!! Es un territorio muy desconocido en nuestro país, cierto 😊
Maravilloso Alicia!!! Desconocía totalmente que hubiera lagos en esa zona de Africa. Y las fotos….extraordinarias!
Gracias por tus desvelos
Muchas gracias tocaya!! La Tierra está llena de lugares muy sorprendentes, y Chad no se queda corto 😊
Un abrazo