
Muchas veces elegimos el destino de nuestras vacaciones por una foto. No es nada nuevo, ni una consecuencia de la era de Instagram. Esto pasa desde hace mucho tiempo, aunque antes era en formato papel o pantalla de televisión. Y es lo que pasa con Chad y el Guelta d’Archei, la imagen más famosa de Ennedi. Pero no es solo una foto ¡sigue leyendo!
Guelta d’Archei y las expectativas
Austerio Alonso, nuestro guía y maestro de la agencia Kumakonda, nos advertía de vez en cuando: el Guelta d’Archei es el sitio más famoso, pero probablemente no es el más espectacular de Ennedi. Nosotros asentíamos tratando de mantener la cabeza fría al respecto. Por mi parte, respondía abierta o mentalmente “ya lo veremos cuando lleguemos”.
Pero cuando nos acercamos al Guelta d’Archei podría afirmar que reinaba cierta expectación e ilusión en el grupo. Ilusión por llegar y ver, por fin, la foto con la que todos habíamos soñado antes de ir a Chad. Al fin y al cabo era casi la única imagen previa que teníamos de este país y de este viaje. Suficiente para alimentar las ganas de ir hasta allí, que no es poca cosa.
No sé si hacer spoiler o dejarte con la intriga sobre qué me pareció el Guelta d’Archei … sigue leyendo! 😜
La entrada al Guelta d’Archei y un primer intento fallido
Llegamos a un valle lleno de acacias y unas casas hechas con esterillas de hojas de palma. Allí viven algunas familias de pastores que circulan por Ennedi con sus rebaños de camellos. Y allí se pagan las entradas para visitar este gran cañón tan famoso. 5.000 CFAs por cabeza.
Mientras se hace la transacción varias mujeres vienen a nuestro encuentro y despliegan algunos collares, cuchillos tubus y cestas hechas de mimbre por las que también es famosa esta etnia. Muchas cosas se ven precarias, pero intentan ser un complemento a su magra economía.

Está claro que si hay un sitio turístico en Ennedi, este es el Guelta d’Archei. Lo que no significa que haya alguna instalación, chiringuito ni cosa parecida. Ni que te encuentres fácilmente con otros grupos de turistas o viajeros. El sitio es tal y como es, aunque haya cierto goteo de visitantes.
Tras unos minutos subimos de nuevo al coche y circulamos por este oasis hasta la entrada del cañón. En este pequeño trayecto Alonso y Hamit se van fijando en el suelo para ver si hay cagadas de camellos, y si son recientes. No, casi no hay. Esto significa que muy probablemente no encontremos ningún rebaño grande y que por tanto no podamos ver la imagen del Guelta d’Archei «completa».

La foto típica y que llama tanto la atención es la de un cañón de altas paredes con un río y rebaños de camellos bebiendo. Una imagen aérea, fantástica y de otro tiempo. De lugares remotos…
Trazando una curva hacia la izquierda, de repente nos encontramos ante las altas paredes de este cañón que parece abrirse más de lo esperado. Tienen 120 metros de altura y parecen rascacielos naturales. Yo me había imaginado que entraríamos por otro lado, por el sitio alto desde el que se contempla el cañón con el río y los camellos desde arriba. Pero no. La entrada con vehículo o monturas es por la parte baja, la del río.

Efectivamente no hay camellos. Sólo un par de niñas, seguramente del pueblo de al lado, llenando unos bidones con agua de la guelta para llevarlos en sus burritos. Reflejándose a la perfección en las tranquilas aguas, cuyo nivel es muy bajo porque estamos en la estación seca. El lugar no defrauda en ningún caso.

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Recorriendo el Guelta d’Archei
Desde esa amplia entrada el barranco traza una amplia curva a la derecha marcada por el curso del agua. Las paredes, ya lo he dicho, son realmente impresionantes. El silencio se rompe con el eco de nuestras voces o pisadas, así como con el ruido de los pájaros y patos que lo habitan.
Antes de la curva, al otro lado del río, vemos una gran cueva. Los pastores nos contarían que ese era el lugar donde los habitantes locales “guardaban” a los esclavos capturados en Abéché y otras zonas, antes de llevarles a Libia para venderlos. Un pequeño escalofrío te recorre el cuerpo al pensar en la suerte de aquellos desgraciados y el miedo que pasarían, teniendo en cuenta además la presencia de cocodrilos.

¿He dicho cocodrilos? Otra curiosidad del Guelta d’Archei es que este es el único sitio documentado donde aún viven los cocodrilos del desierto. Son muy difíciles de ver porque se esconden de la presencia humana y diría que animal. Dicen que sólo si madrugas mucho podrás verles.
En un encuentro que tuvimos con la gente de African Parks, la organización que gestiona el Parque Nacional de Ennedi, nos dijeron que les monitorizan con cámaras fijas y saben que hay más de un par de ejemplares en el guelta, que es lo que se rumorea últimamente.
En África hay cuatro especies de cocodrilo, de las cuales el cocodrilo del Nilo es el más conocido. El más raro, por otra parte, es el cocodrilo de África Occidental, también conocido como “cocodrilo del desierto”, del que quedan poquísimos ejemplares. Su nombre científico es Crocodylus suchus y habita en toda la franja del Sahel.
- Las diferencias en el cráneo con respecto a la especie del cocodrilo del Nilo es lo que ha determinado que sea otra especie. Este dato no se confirmó hasta el año 2011.
- Su tamaño, por otra parte, es bastante más pequeño que los enormes cocodrilos nilóticos.
- Se alimenta de peces y pequeños anfibios. En efecto en el Guelta d’Archei hay minúsculos peces que se alimentan de los excrementos de los camellos, y a su vez sirven de alimento a los cocodrilos.
Los cocodrilos del desierto, que también se encuentran en Mauritania, viven aquí desde que el Sahara era un vergel, hace entre 7.000 y 3.000 años. Fue entonces cuando el eje de rotación de la Tierra y la desglaciación del continente europeo provocaron que las lluvias se centraran en lo que antes fue, y hoy es, el gran desierto africano. Si quieres saber más sobre este proceso te aconsejo que leas al completo este estupendo artículo del blog Crónicas de fauna, donde además puedes ver la foto de uno de estos ejemplares.
Seguimos adentrándonos en el cañón por la orilla opuesta a la cueva, pero ante la falta de camellos ya hemos decidido que no subiremos al mirador para ver el cañón desde arriba. Lo hacemos así porque vamos a volver a intentarlo dentro de un par de días o tres, ya que la ruta lo permite. ¿Tendremos más suerte?
Con todo, admiramos las enormes paredes que parecen ir cerrándose sobre nuestras cabezas a medida que el cañón se estrecha. Y observamos a una bandada de patos que vuelan vertiginosamente junto a ellas.

Caminamos hasta que el agua nos detiene. Podríamos cruzar descalzos, no hay profundidad, pero decidimos no perder mucho tiempo con la promesa de esa segunda visita. Las chicas de los burritos, por cierto, se han acercado para intentar vendernos alguna pulsera o pedirnos un “cadeau” (regalo) mientras nos miran curiosas. Esta es la única vez que nos ocurre algo así en Chad. Ay las consecuencias del turismo.

Justo cuando nos vamos el corazón se nos acelera un poquito ¡están entrando camellos en el Guelta! Enseguida comprobamos que no es más que un pequeño grupo que se dirige a beber agua sin tardanza, pero no importa. La visión es preciosa, con la luz del sol contrastando su figura.
Los ronquidos que emiten los camellos retumban en el cañón creando una atmósfera mágica, y acertamos a hacer algunas fotos aunque al pastor no le haga mucha gracia.




Segundo intento para conseguir la famosa foto del Guelta d’Archei
Aunque ya lo dije en otro artículo, ya no es tan fácil encontrar grandes rebaños de camellos en el Guelta d’Archei. De hecho, Alonso nos contó que en el viaje anterior tuvo que venir hasta tres veces para conseguir esa imagen perfecta y onírica. Y esta vez no teníamos tantas oportunidades porque el viaje era de menos duración. Volvimos, pues, cruzando los dedos.
Todo parece en calma antes de llegar a la boca del cañón. Cuando los coches giran ¡sí! hay un rebaño de grandes dimensiones, puede que 100 cabezas o más, abrevando frente a la cueva ¡Bien!

Echamos a andar dejando los coches en la entrada, con las cámaras preparadas. El pastor nos ve y empieza a gritarnos que no quiere que hagamos fotos. Lo hace en su lengua tubu, pero por sus gestos sabemos de su enojo. Le hacemos gestos para que se calme, sin levantar las cámaras, por supuesto, pero no lo hace, así que nos alejamos hacia el fondo del cañón.
A todo esto, nos hemos descalzado porque hoy sí que vamos a cruzar la corriente, pero esta está, como en el Guelta de Bachikele, muy baja y llena de pises y cacas de los camellos. Ay madre. Mejor no pensarlo pero sí, fue bastante asqueroso.
Cuando llegamos al fondo del cañón, que en realidad no es el final, Alonso nos señala un punto muy arriba de las paredes que hay más allá. Allí está el mirador y hasta allí hay que subir, aunque el camino es un poco más amable de lo que aparenta mirándolo de frente.

Antes tenemos que cruzar el río mojándonos de verdad, con el agua hasta el muslo. Es el punto más profundo seguido de otro tramo de agua donde hay juncos y otras plantas acuáticas distribuido en pequeñas pozas. Y a la izquierda está el manantial, donde nuestros coches vendrán para llenar los bidones de agua que necesitamos para cocinar y lavar cosas.



Trepando por las rocas encontramos una zona de arena blanca fina donde se ve la huella del paso de un pequeño cocodrilo. Lo que mejor se distingue es el rastro de la cola, una línea ligeramente curvada. ¿Dónde se habrá metido?
Y tras ello, buscamos el mejor paso para subir por las rocas redondeadas hasta el mirador natural. Efectivamente, la visión del cañón desde allí arriba es aérea y maravillosa. Hay dos puntos, uno más accesible y otro menos.

El segundo es el mejor, pero es una cornisa por la que hay que arrastrarse. Paso un poco de miedo. No me atrevo a sentarme con las piernas colgando en el vacío, así que me quedo tumbada boca abajo para hacer las preciadas fotos.



No son las mejores fotos que puedes ver de este lugar porque el único rebaño de camellos que había en ese momento estaba agrupado en la entrada y allí se quedaron.
El paisano, a todo esto, seguía protestando y gesticulando de vez en cuando, aunque también seguía trabajando para sacar agua y dársela a sus camellos.
Cuando volvemos a bajar, Hamit se acerca para calmarle en su lengua. Ambos son tubus y por tanto puede que se entiendan.
Al final, cuando estamos comiendo en la entrada del cañón, vienen a sentarse junto a nosotros él y otros dos o tres hombres para conversar. Es ahí cuando nos cuentan la historia de la cueva de los esclavos.

El Guelta d’Archei es una más de las maravillas de Ennedi. Es cierto que hay muchos lugares bellísimos, insospechados, alucinantes. No sabría decir si este es el punto álgido del viaje por este parque nacional, seguramente no, pero para mí el Guelta d’Archei es un sitio espectacular digno de ser muy recordado. Y un sueño cumplido 🥰
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Quedo con la sed de visitar Archei, en Chad. Leyendo este artículo de Alicia y contemplando las buenas fotos que incluye, revivo recuerdos
de los Tasilis del Sahara de Argelia, los que guardan la cumbre del arte rupestre sahariano. El Sahara deja un sentimiento de nostalgia,
de por vida…
Totalmente, pero somos afortunados de haberlo visto y vivido!!