Allí donde el Nilo traza una gran curva, al norte de Khartoum, hay una región repleta de yacimientos arqueológicos. Unos están semienterrados en el desierto, otros cuajados de pirámides del Antiguo Egipto. De pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, paseas por la historia como los arqueólogos. O a su lado. Sin turistas, sin colas. Las piedras y tú. Las antiguas cámaras funerarias, estatuas, grafitos, muros, y tú. Y los sudaneses. Bienvenidos a Karima y sus alrededores, donde se ubica uno de los tres bienes culturales Patrimonio de la Humanidad de Sudán.
¿Nos situamos en el mapa?
Old Dongola, un antiguo asentamiento cristiano junto al río Nilo
Te hablé de la Dongola moderna, que está un poco más al norte, y te dije que no la confundieras con Old Dongola.
Este es uno de los asentamientos de los primeros cristianos que hay en Sudán. Aquí, junto al Nilo, construyeron una ciudad de la que poco queda, porque después del colapso del reino que llegó a ser, muchos se llevaron sus piedras para construir nuevas casas.
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Entre los siglos VII y XIV, la ciudad de Old Dongola prosperó como la capital del reino cristiano de Makuria. Las fértiles tierras de las orillas del Nilo y las caravanas que venían de Darfur lo hicieron posible.
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En lo alto de una loma destaca un gran edificio, compacto y con pinta de fortaleza. Lo llaman el Salón del Trono, y se cree que era un palacio. Más tarde, cuando las rencillas entre reyes, príncipes y princesas, los hicieron tan débiles como para ser fácilmente conquistados por los musulmanes, este lugar fue convertido en mezquita. ¡Un templo que estuvo en uso hasta 1969!
No podemos entrar, ni ver los frescos que dicen allí se conservan. Todo está cerrado. Es lo malo de viajar en temporada baja a Sudán. Ya no quedan ni los arqueólogos. Hasta ellos han huido de las altas temperaturas que superan con creces los 40ºC. Recuerdo cuánto sudaba mientras contemplaba estos restos.
En los exteriores del monasterio hay algunas columnas y capiteles de granito que, no sé por qué, me recuerdan a las ruinas de Um Qays en Jordania.
Nos asomamos al gran río. Observamos a un hombre en su barca. Shadia decide ir a pedirle que nos dé una vuelta. El hombre accede. Un poco avergonzado, primero se quiere asegurar de que no nos importa el olor a pescado. Aseguramos que no, todas las veces que nos pregunta. Así que nos montamos.
El pescador es realmente encantador. Le pregunto si hay cocodrilos y me dice que allí no, porque hay gente y ellos huyen de la gente. Pero que más allá sí hay cocodrilos.
El gran cementerio junto a las ruinas de Old Dongola
Cuando te vayas de Old Dongola, no dejes de parar en la gran necrópolis que hay un poco más allá. La verás, no tiene pérdida, porque hay un montón de enormes tumbas con forma de cono invertido. Son tumbas de santos sufíes. Hechas de barro, parecen pirámides y son imponentes.
El cementerio aún se utiliza hoy en día y su extensión es enorme. Impresiona verlo ahí, en mitad del desierto.
Karima, el lugar más caluroso de Sudán
Karima es un buen lugar para establecer tu base de operaciones y moverte a visitar los siguientes lugares, mejor con alguien que te guíe. No hay transporte público.
Pero en sí misma Karima tiene algo especial. Aunque digan que es la ciudad más calurosa de Sudán, y me lo creo, tiene algo especial. El zoco es el lugar más animado, de día y de noche. Precisamente después de la última oración del día es cuando los hombres cenan en los chiringuitos sus falafel, pollo a la brasa, dulces árabes. Y cuando se toman un té en alguno de los puestos de las tea ladies.
De día las calles son barridas por el viento, más allá del mercado. El campo de fútbol destartalado que se usa los viernes. Su ritmo tranquilo. Karima tiene algo especial.
Las pirámides de Karima
A las afueras de Karima tienes este gran tesoro. Más accesible no puede estar.
Estas son las primeras pirámides de cierta entidad que ves en Sudán. Se parecen un poco a las que has encontrado en imágenes de internet y están señaladas en la guía Bradt como uno de los imprescindibles del país. Y no te extraña.
Estamos en el antiguo reino de Kush o Nubio. Aquél que puso en jaque más de una vez a los faraones del Antiguo Egipto, que venían a estas tierras para llevarse su oro.
La montaña que se alza junto a Karima, Jebel Barkal, domina el horizonte.
Mejor vas al atardecer, cuando ya no pega tanto el sol. Son preciosas estas pirámides que se alzan junto a la Jebel Barkal. Diferentes a las de Egipto, no tan grandes pero más estilizadas. Igualmente imponentes. Proporcionadas y bien acabadas. Las puertas están cegadas, pero aun así hay algunas piedras con relieves interesantes.

Un hombre mayor con su yalabía blanca y turbante a juego saluda muy amablemente a Shadia. Ella me dice que este hombre le da mucha ternura. Que se pasa el día allí cuidando de las pirámides, de que la gente no haga tonterías y no destroce el yacimiento. Cuidando de sus pirámides, de su patrimonio.
Sigue y está pendiente de todo el mundo, con discreción, pero sin dudar en acercarse a aquél o aquella que busca hacerse una foto así o asá, subiéndose a donde no se debe. ¿Cómo será pasar todos los días entre estas pirámides? Se nota que le gustan. Las mira una y otra vez. Se apoya en ellas, se sienta cuando los cuatro gatos que andamos por allí nos alejamos.
Las pirámides están llenas de grafitis. Muchos o casi todos en árabe. Grabados en los antiguos ladrillos. Mirando atentamente, te das cuenta de que esto de mancillar la historia viene de lejos. Distingo uno con la fecha en cristiano: 1918.
Jebel Barkal, la montaña que guarda un secreto
Antes o después de las pirámides debes acercarte al extremo de Jebel Barkal, la gran montaña. Los antiguos egipcios y cushitas creían que esta era la casa de Amón, y por eso hay un templo dedicado a él. No queda gran cosa, amén de muchos bloques de piedras llenos de jeroglíficos y los restos de unos muros y una avenida de esfinges. Hay energía aquí.
En las mismas entrañas de la montaña está el templo dedicado a la diosa Mut, esposa de Amón. Este se anuncia con dos columnas cuyo capitel es el rostro de otra diosa, Hathor, la de la cabeza de vaca. La del amor, la música, la danza…
Los arqueólogos piensan que quizá las esposas reales venían aquí cuando estaban embarazadas. Para que sus hijos fueran «realmente» de origen divino.
Mut es la diosa madre, del cielo y de Tebas. El origen de todo lo creado. Quizá la antecesora de Hera, la diosa griega del Hogar, la Familia.
En el Libro de los Muertos se invoca a Mut para que impida que el cuerpo del difunto se descomponga.
Entras en el interior de la montaña y te encuentras con la oscuridad llena de siluetas de antiguos dioses que se insinúan en las sombras. El guardián enciende una lámpara y te descubre lo que guardan esas cámaras. Los trabajos de los arqueólogos están aún en progreso. Una cámara llena de pinturas muy bien conservadas se abre ante ti. Son colores originales de hace miles de años. Azul lapislázuli, rojo, amarillo. Rostros perfectamente cincelados en bajo relieves, estrellas en el techo. Es fascinante.
El cementerio real de El Kurru
Cerca de Karima se halla este cementerio real. Dicen que es el único cementerio Kushita de este tipo. Los reyes eran enterrados con animales sacrificados. Se han encontrado dos perros y 24 caballos.
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El reino de Kush era conocido por los egipcios como la tierra de los negros. Por los griegos y romanos como la tierra de los etíopes o «gente con el rostro quemado». Eratóstenes registró el nombre de Nubia para referirse a este pequeño imperio que fue conquistado por los faraones.
Los kushitas siempre dieron guerra y no se resignaron a su papel de vasallos de Egipto, pero sigue habiendo muchas incógnitas con respecto a estos reyes.
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Una pirámide antigua y varias mastabas se esparcen en una gran llanura. Visitamos las del rey y la reina. Llenas de pinturas que narran el Libro de los Muertos, vuelves a alucinar con las escenas y colores que permanecen desde hace miles de años en sus paredes. Casi como si nada.

Dioses acompañando al difunto a la otra vida, el faraón descansando ya en su sarcófago. Techos llenos de estrellas, una constante. Estás ahí casi a solas y todo es, quizá por eso, muy intenso.

Bajamos al subsuelo de la gran pirámide. A diferencia de las tumbas, no hay casi decoración. Sólo un sarcófago en el centro de la sala de altísimas paredes. La única luz que entra es la de la puerta.
El templo kushita y unos arquitectos españoles
Un poco más allá hay un templo. No era religioso, pero sí lo utilizaban para ceremonias, creo entender. Tiene un patio columnado y unos arquitectos españoles acaban de hacer una cubierta para protegerlo.
Precisamente andan por allí terminando la campaña de este año. Se empeñan en que les esperemos (están en la pausa de media mañana) para saludarles. Cuando llegan nos dicen que probablemente el próximo año dejarán la cubierta ya puesta y se irán a otra parte, quizá a Meroe.
Las columnas son de arenisca, que se deshace con mirarla, por eso hay que protegerlas. Uno de los arquitectos tiene pinta de Indiana Jones e irradia felicidad. Nos cuenta que empezó en este mundillo hace ya seis años y desde entonces trabaja en Sudán, Egipto y algunos otros países de la región. Muero de envidia.
Más allá unos hombres trabajan echando grava a un camión antiquísimo.
Dejamos las visitas por un rato
Nos acercamos a la casa de una mujer que hace tatuajes de henna. Están comiendo. Sólo hay mujeres: tres jóvenes, la abuela y algunas niñas. Son las 11.30 de la mañana y esta es la hora de la comida principal del día en Sudán. Esperamos a que terminen, sentados en una de las camas de la casa. Aceptamos un té y unas pastas caseras que están riquísimas.
En un ratito me hace una pequeña obra de arte en el brazo. Después, mientras esperamos a que se seque para lavarlo con agua y jabón, enseño a otra de las mujeres a hacer ranitas de papel para sus hijos. Aprende enseguida y entonces saca un pintalabios de su bolso y me pinta los míos. Nos reímos juntas. Estos sudaneses son para comérselos a besos.

Hay una cosa que no me gusta nada. Cuando llegamos a las puertas de El Kurru hay tres o cuatro niñas por allí. Se acercan a saludar y empiezan a pedirnos bolígrafos, regalos. Los mayores les regañan y les dicen que no deben pedir. No les damos nada. Jugamos con ellas, eso sí.
Cuando salimos del yacimiento vemos que hay una turista y les está dando algo. Supongo que serían los globos con los que jugaban un rato más tarde. No sé si les dio algo más. Como ya he dicho otras veces, esto no tiene ni pies ni cabeza. ¿Vas haciendo regalos a los niños de los pueblos de tu país? ¿para qué lo haces? ¿te sientes mejor? ¿crees que arreglas algo? ¿sabes, has preguntado siquiera, si les hace falta? ¿has hablado con sus padres? Si quieres ayudar, hazlo, pero no así.
Pirámides de Nuri
Otro cementerio real del reino de Kush es el llamado Nuri. Estas pirámides son más antiguas que las famosas de Meroe, o las de Jebel Barkal en la misma Karima. También lucen bien.
Como en Karima, hay un señor mayor que se dedica a cuidar de ellas. Ese día, el siguiente a la gran tormenta de arena, el lugar se ve más desierto que el mismo desierto.
El rey Taharqa, dicen que el más poderoso de los kushitas, fue quien decidió que en vez de enterrar a sus muertos (reales) en El Kurru lo hicieran aquí. Porque desde aquí se divisa Jebel Barkal, el gran centro religioso. Taharqa está enterrado aquí mismo, en la pirámide más grande del cementerio de Nuri.
George Reisner excavó la tumba del rey Taharqa en 1917 encontrando 1.000 figuritas del rey, llamadas shawabti. Un ejército en miniatura que servía para acompañarle a la otra vida.
El Ghazali
Termino con las ruinas de otro monasterio cristiano, más cercano a Meroe que a Karima.
Un lugar medieval que contrasta con el desierto que le rodea. Un lugar cristiano que poco tiene que ver con el país musulmán en el que nos movemos. Hasta aquí vinieron aquellos primeros cristianos, en plan ascético, para estar más cerca de Dios. En medio del desierto.
Rodeado de muros de defensa, las habitaciones de los monjes son tan visibles como el antiguo pavimento de mármol, el ábside de la iglesia, las cocinas. En los alrededores hay estructuras que indican que cultivaron sus propias verduras.
Un lugar tan mágico, con su aire despoblado, como el de las tumbas de los antiguos faraones que habíamos visitado esos días.
Y esto sólo era el aperitivo. En muy poco tiempo visitaríamos Meroe, la joya de Sudán.
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Si quieres seguir leyendo sobre Sudán, no te pierdas los capítulos anteriores!
- Imágenes y sensaciones de Sudán.
- 10 días en Sudán: guía de viaje con consejos prácticos.
- Gentes de Sudán: si te lo cuentan, no te lo crees.
- Primer día en Sudán: historias junto al Nilo y la ciudad de Dongola.
- Segundo día en Sudán: el precioso templo de Soleb y los pueblos nubios.
- Tercer día en Sudán: la tercera catarata del Nilo.
- Cuarto día en Sudán: la antigua civilización de Kerma y una noche perfecta en el desierto.
- Viaje a Sudán: cómo es vivir bajo una gran tormenta de arena.
- Las pirámides de Meroe.
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Que maravilloso texto y fotos! Me encanta Sudán ❤ será un destino a conocer.
Gracias Bárbara!! Es muy recomendable!! 😍