Dejamos Soleb para dirigirnos de nuevo al sur. Este es un día marcado por la triste historia de la tercera catarata del Nilo. O más bien, del proyecto de presa que hoy pende de un hilo pero aún amenaza con hacerse realidad. También es un día marcado por el paseo que nos damos entre grabados rupestres en absoluta soledad ¡Vamos con esta nueva etapa del viaje a Sudán!
Yacimientos arqueológicos entre minas de oro
Después de llevar un buen rato conduciendo desde Soleb, donde nos despedimos con cariño de los nubios y de su precioso templo, paramos en Sesbi.
Sesbi, Sudla o Sesa es un yacimiento que sólo tiene tres columnas en pie.
Acabamos de dejar atrás la carretera en construcción y las minas de oro que la rodean. Shadia nos cuenta que esas minas lo están destrozando todo. No respetan los yacimientos arqueológicos. Además los campamentos mineros están generando tensión con los habitantes de los pueblos cercanos.
Sesbi fue un templo erigido por Akhenatón antes de crear su propia religión, cuando se llamaba Amenhotep IV.
Nos lo encontramos lleno de grafitis y basura. Tremendo.
Cuando estamos haciendo la visita, que es breve porque no hay mucho que ver, llega el policía turístico del lugar. No lleva uniforme pero Shadia le conoce. Después de los saludos de rigor, donde se hacen unas cuantas preguntas tipo ¿qué tal estás? ¿y la familia?… Ella le echa una bronca tremenda por cómo está el sitio. Me resulta gracioso ver cómo le abronca. No es algo que te esperes en un país musulmán. Él no agacha la cabeza pero tampoco replica con mucha energía. Se queja de que el gobierno no le da recursos para impedir eso.
Cuatro chavales que se han acercado nos observan y bajan la vista casi avergonzados con la escena de Shadia y el policía.
El pueblo, a unos 500 metros del yacimiento, está activo. Hay mucha gente en una de las calles y se oye música de tambores. Las bodas en Sudán suelen celebrarse un mes y pico antes del Ramadán. Me hubiera gustado ir, pero al final decidimos que era mejor continuar nuestro camino.
Cruzando el Nilo en ferry, rumbo a la Tercera Catarata del Nilo
Seguimos hasta Kuka o Koka, donde cogemos un ferry para cruzar el Nilo. Tenemos suerte y no esperamos más de media hora a la sombra, con un té, en uno de los chamizos que hay junto a la playa donde se embarca. El puesto lo lleva una señora mayor muy amable.
Observamos la operación de subida de coches y personas cuando ya estamos a bordo. Hay un policía uniformado así que no me atrevo a hacer muchas fotos. Ya te conté aquí lo que me pasó el primer día del viaje. Subimos a la plataforma que hay junto a la cabina del «capitán», y este, después de preguntarnos de dónde somos, me pide que le haga una foto. Al final acabaremos posando con él.
Cruzamos a la orilla Este y después de comer en un bar de carretera regentado por un chico joven muy simpático (pocos no lo son en este país!) nos vamos a ver la tercera catarata del Nilo.
Antes de que veas la foto, déjame advertirte de que las cataratas del Nilo no son grandes saltos de agua. Casi no son ni saltos. Son más bien «rápidos»… Ahora sí, puedes ver la foto.
Nos subimos a una colina para ver el panorama del río y la catarata. En dicha colina hay una fortificación cristiana del siglo XIII. Las vistas son buenísimas y por todas partes hay restos de cerámica antigua. No hay nadie. Hace un calor tremendo.
La numeración de las cataratas del Nilo viene de los antiguos egipcios ¡ni más ni menos!
Supongo que por cuestiones de navegación señalaron estos puntos en el río que no serán grandes saltos de agua, pero seguro que pueden poner en apuros a más de una barca. Al menos desde lejos se ve que la corriente es bastante fuerte.
Otra curiosidad es que las numeraron en sentido contrario al curso del río. Es decir, la primera catarata estaba en Asuán (Egipto). Digo «estaba» porque fue absorbida por el Lago Nasser hace ya muchos años. Hacia el sur, en lo que hoy es territorio sudanés, se extiende el resto: de la segunda a la sexta catarata. Aquí puedes consultar toda la lista.
Las cataratas están donde hay lecho de roca. Y el por qué hay tanta roca en esta parte del Nilo se explica con que esta es una región tectónicamente activa, aunque «juvenil» según los geólogos, de ahí que no haya grandes desniveles. En cambio, de Asuán al Mediterráneo el fondo es de limo.
¿Y qué ocurre con la tercera catarata del Nilo?
El gobierno de Sudán acordó con Arabia Saudí un proyecto de construcción de una presa en este punto del Nilo.
Una presa que echará a las miles de personas que viven en sus orillas. Familias de agricultores y ganaderos, nubios en su mayoría, que van a ver cómo una vez más les obligan a irse a no se sabe dónde. Porque como suele pasar en estos países (y en cuál no, me pregunto), no hay ni habrá ningún plan para esas personas. Lo perderán todo. Tendrán que irse a donde puedan. Y en Sudán no hay muchas opciones, teniendo en cuenta que más allá de la franja verde junto al Nilo todo es puro desierto a no ser que te vayas mucho más al sur.
Además la presa inundará una gran cantidad del rico patrimonio arqueológico de Sudán, y también de la Humanidad. Restos del Neolítico, de la Edad de Bronce como la fantástica civilización de Kerma, del Antiguo Egipto y de la Edad Media.
La gente se rebeló cuando llegaron las primeras excavadoras. Este no es un hecho muy normal en un país con una dictadura tan férrea como Sudán (mayo 2018). Hubo manifestaciones, y hubo algunos muertos. Allí la policía tira a matar.
Llenaron las casas de pintadas. Algunas en inglés. Circulamos por dos o tres pueblos hasta nuestra siguiente parada y Shadia nos va contando toda esta historia mientras nos traduce las que están en árabe. Antes muertos que vendernos. Progreso es construir escuelas, no una presa.
Paramos un par de veces para que haga fotos y poder ilustrarlo aquí, cuidando de que no haya nadie. Por si acaso.
En el año 2015 Arabia Saudí se echó atrás. No quería gastar dinero en esto porque empezaba su genocidio en Yemen.
Qué mierda de mundo este, en el que un estado decide entre matar a miles de personas o joder la vida a otros miles.
Viajando mucho más atrás en la historia: grabados rupestres
Al poco rato entramos en el Wadi Farja, cerca de Sebu. Las rocas redondeadas por los elementos nos reservan una gran sorpresa. Están llenas de grabados rupestres preciosos. Me acordé mucho de las de Argelia que mi padre me ha enseñado en las fotos de sus viajes. Ojalá pueda ir algún día…
Rebaños de vacas de grandes cuernos, jirafas, leones, barcas llenas de tripulantes surcando el Nilo. Un señor llevando un camello con otro señor montado encima. Dos vacas entrechocando los cuernos. Un hombre junto a una vaca o toro con el cuerpo pintado a rayas. Una barca preciosa con su mástil. Algunas están hechas con la técnica del punteado, del que también hay ejemplos en España, como te enseñé aquí.
En cada vuelta y revuelta por las rocas encontramos más. Sin ninguna dificultad, de tantas como hay. ¡Un paraíso arqueológico!
Tributos de los faraones al gran río
Seguimos camino junto a las huertas y palmeras del Nilo. En un pueblo que anoté se llama Neuri hay dos grandes montañas de roca. Están separadas entre sí, pero son como gemelas. Buscamos en una de ellas las estelas del antiguo Egipto que miran al Nilo.
Por el camino, pasamos junto a una antigua mezquita que antes fue iglesia cristiana.
Estas estelas eran las ofrendas que los faraones mandaban grabar para asegurar cosechas propicias, victorias en sus conquistas, o señalar los límites de su reino.
Al volver paramos en una casa nubia donde hay tres chicas guapísimas. Shadia necesita ir al baño así que les pide permiso y se lo conceden. Me quedo con ellas en el patio, respondiendo a las preguntas de turno: ¿de dónde eres? ¿cómo te llamas? No me dejan hacerles una foto porque consideran que no están suficientemente arregladas. Una lástima, pero me alegra compartir ese pequeño rato con ellas. Somos tan diferentes y a la vez tan próximas…
Volvemos al desierto
Pues sí. No sabemos bien a dónde vamos pero transitamos por pistas de arena y campo a través. El paisaje se ha llenado de rocas volcánicas, negras, que parecen navegar en esa arena dorada y fina. Cada vez hay más montañas de enormes piedras redondeadas. Parece que estamos en el lecho de un río seco.
Alcanzamos unas ruinas que casi no se ven en contraste con la roca. Es una pequeña iglesia cristiana que guarda un magnífico grabado neolítico de un hombre africano llevando dos cabras sujetas con una cuerda. Lleva una lanza en la otra mano con una especie de banderines y brazaletes en los brazos, además de una pequeña falda estampada. Es muy detallado y está hecho a tamaño natural. Sencillamente maravilloso.
Andamos un poco entre esas rocas y arena, y muy cerca de allí encontramos más grabados. Destaca el de una enorme leona frente a un toro. Espectacular.
A todo esto, no me digas que no es fascinante encontrar restos de antiguos cristianos aquí, en Sudán, y en pleno desierto. Me pregunto si esto sería tan desértico entonces. Tampoco son tantos siglos los que han transcurrido si pensamos en la edad de la Tierra. A lo mejor eran ascetas que buscaban escapar del mundanal ruido de aquél entonces…
Y llegamos a Tombus o Tombos
Este era nuestro destino final. Tombus o Tombos es uno de tantos pueblos de la orilla del Nilo. En principio teníamos reserva en una casa bonita y acondicionada para alojar turistas, la única del pueblo, pero se nos había adelantado un grupo de turistas numeroso. Nos acomodaron en la casa de la propia familia, que esa noche durmió en el patio.
Tras contemplar la puesta de sol contra las palmeras del Nilo, saludar a los hombres del pueblo que están sentados a la fresca hablando de sus cosas, y observar las tinajas que ejercen de fuentes en las calles y carreteras de todo el país, nos acostamos.
Al día siguiente salimos a pasear por el pueblo. En Tombus te encuentras con una cantera de los antiguos egipcios sin pestañear, e incluso con una estatua que se quedó allí, a medias, y que nos provocó un grito de sorpresa porque realmente no nos lo esperábamos estando a dos pasos del pueblo!
Caminando por allí, buscando en las rocas de granito que hay junto al agua, te vas encontrando con estelas y jeroglíficos. Una de ellas marca el límite del Nuevo Reino con la silueta de Tutmosis III, el faraón de la dinastía trece o catorce.
Trepamos por las rocas para acercarnos al agua, pero no es buen sitio. Aun así nos quedamos un ratito escuchando el agua y los pájaros. La calma es total, se está muy bien. En otro punto de la orilla quisimos cruzar a la isla de enfrente, pero resulta que ese día no hay barca. Cosas del barquero.
Me despido de este día con una foto de esa puesta de sol en Tombus o Tombos… en cada mapa y guía lo llaman de una manera y seguro que tiene más nombres! (y así con todos los lugares de Sudán, como te habrás percatado). Lo que empezó con la tercera catarata del Nilo en pleno desierto, acabó en este pequeño vergel.
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