Teherán y alrededores

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Por Alicia Ortego

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Viajamos a Irán un mes de agosto de 2001. No queríamos ir con prisas, aunque teníamos un tiempo limitado por nuestras vacaciones y el visado, pero decidimos dedicar los tres primeros días a Teherán. Una megalópolis que entonces tenía más de ocho millones de habitantes. Ahora, probablemente unos millones más.

Pronto comprendimos que las distancias son enormes, y tratar de llegar andando a los sitios era una tarea ardua, más bajo el sol de agosto. El tráfico es de locos, pero no me lo parecía tanto como el de la India, a pesar de que habíamos leído que era uno de los peores. 

Qué ver en Teherán

El gran bazar

Porque fue nuestro primer gran bazar, porque tenía muchas ganas de ver las cosas a pie de calle, porque me encantan los mercados, este es uno de los lugares de Teherán que no hay que perderse.

interior del gran bazar de teherán

El gran bazar de Teherán es uno de los corazones de la vida diaria de la ciudad

Tiene unos 10 km de extensión, así que de nuevo nos encontramos con dimensiones de gigantes. Recorrimos la zona de cachivaches para el hogar, alfombras, especias, telas, ropa –memorables los puestos de lencería femenina, con las mujeres convenientemente tapadas eligiendo prendas-, y mecánica. Por la mañana estaba lleno de gente y constantemente se cruzaban carros de mercancías con los que hay que tener cuidado.

tienda de frutos secos con un gran montón de nueces en primer plano en el bazar de teherán

No encontrábamos agua mineral, así que decidimos beber de una especie de depósitos que hay en el bazar, todos equipados con vasos para quien quiera beber.
No nos hizo daño, por lo que seguimos utilizándolos durante todo el viaje. Se encuentran en todas partes: en las calles, en los bazares, cada pocos metros. El agua siempre está fresca porque meten barras de hielo. Un buen servicio público, desde mi punto de vista :-). También observé que muchos iraníes llevaban sus propios vasos para no tener que beber de los públicos (de plástico o de metal, generalmente sujetos con una cadenita larga).

Los bazares iraníes son cubiertos, con bóvedas y claraboyas para que entre la luz natural, en los cruces de sus calles. Suelen estar construidos con ladrillo visto, y en algunos sitios con una capa de yeso pintado de blanco.

El primer día alucinamos también con los precios. ¡Era un follón! Parece que te habían dicho una cosa, y luego resulta que era 10 veces más, y como la mayoría no habla inglés, es difícil entenderse. No obstante, era baratísimo. 

Decidimos aprender los números del alfabeto farsi, para poder escribir las cifras en un papel y leer los carteles de los precios. No es muy difícil, lo recomiendo totalmente!!

Alicia argelia

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Observando la vida cotidiana en las calles y restaurantes

Andando por las anchas avenidas, vimos un entierro. Todos iban vestidos de riguroso luto, las mujeres detrás, y el ataúd envuelto en una tela negra también, llevado por hombres. Era bastante inquietante.

camarero con 12 vasos de té con sus platillos en una mano en teherán

Fuimos a comer a un restaurante tradicional que recomendaba la Lonely Planet, y estuvo genial. El lugar era subterráneo, con grandes bóvedas de ladrillo, y allí sólo había población local… sobre todo jóvenes.

La comida era riquísima pero aprendimos que las raciones son enormes, especialmente las guarniciones de arroz.
Al finalizar, pedimos té y el camarero apareció con un montón de vasos y sus respectivos platillos, colocados todos en forma de pirámide en una sola mano (con la otra servía). Increíble!

Pero lo que más me gustó de aquel sitio es que pude observar el lenguaje sutil de los enamorados, en un país donde están prohibidas las manifestaciones de cariño de las parejas. 

Cuando estábamos terminando de comer, ya a primera hora de la tarde, se empezó a llenar el local de gente. Las chicas, según entraban y se sentaban, se echaban ligeramente para atrás (y con coquetería) el pañuelo de la cabeza, dejando buena parte del flequillo al aire. Fumaban cigarrillos (el vicio del tabaco fue condenado por Jomeini en uno de sus famosos discursos, y está mal visto, tanto en hombres como en mujeres) con mucha voluptuosidad. Siempre sin apartar la mirada de los ojos del chico, el cual extendía su mano por encima de la mesa para acariciar la de su novia. Tímidamente. Retirándola si el camarero se acercaba. Una mesa, otra, otra. El local se fue llenando con este «juego» o ambiente. Me hubiera quedado allí hasta la noche.

Subir a las laderas del monte Damavand para contemplar la ciudad

Al día siguiente decidimos subir a la estación de esquí de Tochal en telecabina, a unos 3.000 m. de altura. Sí, a un paso de la ciudad hay pistas de esquí, en las laderas del monte Damavand. Desde allí se ve todo Teherán y está lleno de turismo iraní que sube a comer y a disfrutar del aire fresco.

Ese día también había grupos de jóvenes con su radio-cassette al hombro y que bailaban break-dance. Así como lo cuento. Un rincón para hacer cosas prohibidas lejos de la mirada de los Guardianes de la Revolución.

vistas de teherán desde la estación de esquí

Relajarse en los parques de Teherán

A los iraníes les encanta el picnic y en Teherán hay buenos parques, sobre todo en la zona norte de la ciudad, la más «noble».

Al bajar de las montañas decidimos hacer eso, ir a un parque enorme en la parte alta de la ciudad. Nos lo encontramos lleno de familias iraníes pasando el día. Con sus mantas y alfombras (sí, sí, alfombras), celebrando comidas que incluyen la olla y el hornillo. Alrededor los jóvenes juegan al voleibol -chicos contra chicas-.

El ambiente es de relax total, disfrute, calma.

Después de tumbarnos un rato en la hierba y observar el ambiente, volvimos andando por una amplia avenida por la que discurría un canal de agua limpia. El sonido y la visión de esa corriente de agua dan bienestar. Una se olvida hasta de que está en una gran ciudad como es Teherán.

iglesia cristiana con cartel publicitario al lado en teherán

Alrededores de Teherán: excursión a Qom

El último día lo dedicamos a ir a Qom, a 152 km de Teherán. Tomamos un autobús público. Recuerdo que llevaba unos cubitos atados al lado de cada asiento para poder echar las cáscaras de pistachos o de lo que vayas comiendo. El chaval encargado de los billetes, además, servía agua de vez en cuando a los pasajeros que quisieran. Fue un viaje muy gracioso, la verdad.

Qom es una de las ciudades santas del chiísmo, y tiene una población de religiosos bastante elevada. Aquí se concentran varias de las madrasas más importantes de Irán. Y aquí sucedió una famosa matanza de religiosos que se manifestaban contra el Sha en los días de la Revolución. También fue en Qom donde estudió Jomeini.

plaza de Qom con cúpula dorada al fondo teheran
cúpula cubierta de azulejos amarillos y dibujos de estrellas en quom

Con estas premisas en la cabeza, yo me temía encontrar una ciudad más cerrada y «oscura», así que iba más cuidadosa que nunca con que no se me cayera el pañuelo o no se me viera mucho el cuello. Y bueno, no era para tanto.

Andamos por los alrededores del sepulcro de Fatema, un gran complejo -mezquita al que los infieles no podíamos entrar por aquél entonces, creo que ahora sí-. A su alrededor se extiende el bazar.

bazar de quom cerca de teherán

De repente, la inesperada hospitalidad iraní nos asalta en Qom

Se acercaba la hora de comer y preguntamos a una pareja cómo se iba a un restaurante concreto. ¡Y nos invitaron a su casa!

Por educación declinamos, pero insistieron tanto que nos fuimos con ellos. La casa estaba llena de gente, varias generaciones de la misma familia. Las mujeres tuvieron que ponerse los pañuelos en la cabeza por la presencia de hombres extraños, y me preguntaron (especialmente la abuela) cómo llevaba el hecho de tener que ir así vestida.

Hablamos en inglés con ellos. Nos preguntaron sobre nuestros trabajos y sobre la visión de Irán en España, una pregunta constante y que siempre acompañan de «¿la propaganda de EEUU llega allí? ¿qué pensáis de Irán en vuestro país? ¿y ahora que estáis aquí, qué os parece?»

Resulta que era una familia próspera que fabricaba las chancletas de goma que son tan populares en buena parte de Asia Central y Oriente Medio. Las he visto en Omán, Jordania, Líbano, India, … . Las utilizan principalmente para usar en el baño (en la casa se anda descalzo), y exportan a EEUU, donde uno de los hijos se había establecido. Allí su fuente de negocio se hallaba precisamente en los emigrantes de estos países. Como les conté que yo trabajaba en estudios de mercado, cuando nos fuimos me dieron un saco de chancletas de varias tallas para que me las llevara a España e hiciera un estudio aquí!!. No supe negarme.

La comida estaba riquísima y nos dimos cuenta de que no habíamos correspondido con nada. Leímos en la guía que lo típico es llevar flores y una tarta, así que lo compramos y se lo llevamos. Debería haber sido al comienzo, pero lo entendieron y lo aceptaron :-).

puesto de arroces y conservas en quom

Y hasta aquí aquella estancia en Teherán. Como ves, no nos dedicamos a visitar monumentos y lugares «significativos», sino a pasear y tratar de atisbar un poco de su cultura y su día a día. Una ciudad que de entrada puede generar rechazo, tanto por sus dimensiones como porque no ofrece una fachada especialmente bonita, pero al final le cogí cariño. 

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1 comentario en «Teherán y alrededores»

  1. Hola!
    Proximente viajó a Irán y vuestra artículo me ha parecido muy interesante.
    Me apetecería subir a la estación de esquí que mencionas para ver las vistas de la ciudad y hacer fotos nocturnas .
    Esta lejos de la ciudad?
    Ese mirador está cerca de la estación de esquí?
    Como fuisteis hasta allí?
    Gracias!

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