Persépolis es un palacio. Un palacio construido por los reyes persas, en medio de la nada y sólo para acoger la fiesta del año nuevo zoroastriano. Un capricho de los Poderosos con el que sorprender y amilanar a las naciones súbditas demostrando eso, poderío. Ahora Persépolis es el yacimiento arqueológico más importante de Irán, y no es para menos.
Según llegas, a través de una avenida larga y recta flanqueada por palmerales donde se cultivan los ricos dátiles con los que los iraníes se deleitan en su época, apenas se atisban unas columnas.
Dios proteja esta tierra de sus enemigos,
que son el hambre y la mentira
(inscripción hallada en los muros del palacio de Darío I)
El palacio está construido sobre una gran plataforma o terraza. Tiene una extensión de nada menos que 125.000 metros cuadrados, elevándose por encima de la planicie y ocultando sus maravillas a la vista del simple ser humano.
Dos escaleras se abren hacia la derecha y la izquierda (entrada y salida), por las que los reyes aqueménidas ascendían con sus monturas en esa fiesta tan señalada.
Las columnas que se adivinan desde lejos son trece, de las más de 70 que sostenían un techo de cedro a no menos de 20 metros de altura. Cedro traído del hoy Líbano.
La Puerta de las Naciones te da la bienvenida.
La historia de Persépolis, una ciudad-capricho
Persépolis es el nombre griego de este palacio, que en origen se denominaba Parsa y que fue fundada en el año 518 a.C. por Darío I.
Sus sucesores Jerjes I y Artajerjes I añadieron nuevas construcciones durante los siguiente 50 años, hasta completar el conjunto arquitectónico «actual».
Ellos detentaban el poder divino que les otorgaba Ahura Mazda, el dios de los zoroastristas, el creador, el benefactor…
Los relieves de Persépolis son realmente espectaculares y es lo que más me cautivó de todo el conjunto.
Son como tebeos o cómics, retratando las caravanas de regalos que hasta aquí llegaban desde todos los puntos del Imperio Persa. Desde la India hasta la misma Atenas, incendiada por sus hordas.
Venían para rendir homenaje a los reyes conquistadores en esa gran fiesta anual. Cada pueblo caracterizado con sus vestimentas y tocados típicos.
En estos relieves también están los diez mil inmortales, la guardia pretoriana de los reyes.
¿Y qué le ocurrió a Persépolis?
Pues que, según afirman los historiadores, Alejandro Magno la arrasó. La destruyó, en venganza por el saqueo que Jerjes I realizó en Atenas.
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Más allá de Persépolis
Naq-e-Rustam
Aquí no acaban las manifestaciones del antiguo imperio persa, del que se siguen enorgulleciendo los actuales iraníes. A pocos kilómetros de Persépolis se halla el cementerio de la dinastía aqueménida, Naq-e-Rustam.
Excavadas en la pared de la montaña, como las tumbas nabateas de Petra. Enormes. A una altura inaccesible si no es con largas escalas. Un gran bajo relieve nos muestra cómo Darío I recibe al recién sometido emperador romano, que se inclina ante él.
Estas son parte de las maravillas arqueológicas que este mundo nos regala, y que no hay que perderse si viajas a Irán :-)
P.D. Perdón por las cutre-fotos, entonces no tenía cámara digital y las he rescatado de negativos que como ves, están bastante deteriorados…
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