Actualizado el 1 octubre, 2019
Viajar no sólo supone conocer los lugares a través de sus monumentos y paisajes, sino conocer a las gentes y culturas que allí habitan. Quizá porque buscamos el contraste con nuestra vida, la diferencia. También porque quieres aprender de otras formas de hacer las cosas. Y relativizar la sociedad y el sistema en el que vives, conseguir algo más de humildad, empatía y comprensión hacia los «otros» de los que desgraciadamente sólo nos llegan noticias de sucesos, guerras, hambrunas, etc. Pues bien, algo en lo que me gusta hacer zoom siempre que puedo, en estos viajes, son los mercados. Así que de esto van las reflexiones de este post, de los mercados del mundo. ¿Te vienes? :)
Mercados del mundo: la mejor escuela de viaje
No me refiero a los mercados o mercadillos de artesanía dirigida al turismo, sino a los mercados locales, allí donde se desenvuelve la vida cotidiana de los habitantes de esos países.
Precisamente, hace muy poco leí un post sobre el Chorsu Bazaar (mercado de Tashkent, capital de Uzbekistán) en Viajablog, donde su autor, Avistu, comienza con una declaración que suscribo completamente. Dice algo así: los mejores sitios para palpar cómo es la vida normal son las estaciones de tren y bus, y los mercados. Mejor que en un museo, o un libro.
Así lo creo yo también, especialmente en lo que a mercados se refiere :-).
Los mercados son lugares de actividad social, de relaciones, y no sólo de «mercadeo»
Poco a poco, según los viajes se van acumulando en mi memoria, empiezo a enlazar constantes entre unos y otros. Independientemente de, incluso, el continente en que se encuentren. Hay mercados diurnos y nocturnos, donde los vendedores esperan a sus clientes en cuclillas, de pie, sentados, incluso tumbados.
Mercados bajo techo, al aire libre, en tierra o en el agua. Incluso cubiertos por una tormenta de arena. Bajo pequeños tenderetes hechos con ramas de árbol y plásticos. A las puertas de los lugares de culto (mezquitas, templos, iglesias), o dentro de los mismos.
Suelen estar organizados en áreas, por géneros. Frutas y verduras, carnes, pescados, cereales, especias, ropa, calzado, utensilios para el hogar, importaciones de China, modernidades basadas en plásticos y artículos brillantes y chisposos. En algunos sitios, vendiendo la ayuda humanitaria, como pude observar en Etiopía.
La gran mayoría desplegando mimo y cuidado al exponer sus mercancías. Por escasas que sean. ¿Quién ha dicho que el marketing se ha inventado en Occidente? ;-)
Grandes, pequeños, medianos, temáticos, limpios y sucios. Con más y menos color, con mejores y peores bienvenidas al extranjero curioso, a los que vamos por allí y queremos fotografiar todo ese despliegue de cotidianidad.
Por supuesto no es lo mismo un mercado tribal africano, o ciertas zonas de Asia y Latinoamérica, que un mercado como el Chorsu Bazaar antes mencionado.
¿Qué diferencias podemos encontrar?
Creo que en la medida en que las sociedades tienen más opciones de ocio y consumo dentro y fuera de casa, los mercados son cada vez menos sociales y más mercantiles. O dicho de otra manera, no son acontecimientos en sí mismos, sólo el lugar, que es para lo que es.
Aun así, allí siempre podremos observar o deducir de qué se compone la dieta de los lugareños, la ropa que visten y que está de moda o les gusta, qué tecnologías usan, qué utensilios.
Y en muchas ocasiones incluso aún pervivirán artículos fabricados artesanalmente que son de uso común, y seguramente se estén elaborando allí mismo. Muy visible, por ejemplo, en Marruecos, Líbano, Irán, en Uzbekistán y Kirguizstan, en el Xingiang de China, en India, etc. Algo que ya aquí, como no vayamos a la fábrica, no lo vamos a ver.
Los mercados de siempre
Cuando visitas países o rincones más precarios, menos imbuidos en la sociedad de consumo, el mercado se amplía muchísimo. Trasciende al utilitarismo. Son el acontecimiento social de la semana -generalmente son semanales-.
Se reúnen gentes de distintas tribus, con señas de identidad diferentes y diferenciadas, pero que buscan un lugar común en el que compartir sus «especialidades» (productos que hacen o cultivan), en el que relacionarse en paz, en el que comunicarse y contarse las novedades, los problemas, los chismorreos, las noticias. Un espacio en el que se forjan y fortalecen relaciones de amistad y amoríos, matrimonios, alianzas políticas.
Aquí los mercados son muy importantes, imprescindibles, no sólo porque su precaria economía depende de ellos, también su ocio y sus relaciones!
Muy evidente me ha resultado en Camerún, por ejemplo. Allí, después de hacer las compras y ventas de rigor, se bebe cerveza de mijo hasta caer al suelo redondo :-). En estos mercados se come, se bebe, se habla. De la mañana a la noche.
Acontecimientos cuyo auge no comienza hasta bien entrada la mañana. Antes, la mayoría está en camino. En muchos casos vienen de un buen puñado de kilómetros a la redonda y no quieren viajar de noche por el miedo a la oscuridad y los peligros que encierra (genios y brujerías, asaltantes).
La jornada de mercado dará lugar a encuentros e historias con las que alimentarán las noches frías o cálidas al amor de la lumbre. Allí en sus tiendas de nómadas o en sus poblados, durante el resto de la semana.
No conviene, por tanto, ignorar estos «acontecimientos» en nuestros viajes. Ya sea en la vecina Roma, o en el lejano Tíbet.
Nos procurarán más conocimiento sobre dónde estamos. Tendremos una buena oportunidad para comunicarnos con la gente que vive allí- Y nos lo pasaremos genial porque es raro que en un mercado no te sorprendas!! :-).
Podemos encontrar bricks de vino Don Simón en el Sahel africano, orugas y viandas similares, chufas en Burkina (este país exporta a España la mayor parte de la chufa que consumimos :)), y un sinfín de verduras y frutas desconocidas para nosotros.
¿Y nuestros mercados?
Pero… ¿Nos queda a nosotros algo así? síiii. Cada vez más sutil, cada vez más en retroceso en pos de los centros comerciales y los supermercados que nos atraen con sus ofertas y su disposición pulcra y uniforme de los productos. Pero sí, aún hay reductos de este tipo de mercados.
Sólo hay que ir a ellos, a los mercados de siempre donde los puestos de carne, verdura, variantes, pescado, etc., se disponen.
Allí os reconocerán en cuanto vayáis unas pocas veces al mismo puesto, podréis observar cómo los vendedores hablan con los clientes fieles, intercambian bromas o se preguntan por las familias, por sus dolencias, por sus alegrías. Cómo se intercambian recetas de cocina, se habla de la procedencia de los alimentos, de cómo reconocer un producto de calidad. En fin, si quisiéramos, esto no se perdería.
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Muy grande el post Alicia, comparto lo que dices :). Me fascinan los mercados desde siempre e intento no desaprovechar la ocasión de visitarlos cuando viajo . Un abrazo
Muchas gracias, Iván, me alegro de que te guste! Si, los mercados son lugares para perderse y pasar horas :). Un beso
No conocía tu blog y casualmente por una recomendación en twitter lo he descubierto, tiene muy buena pinta, así que ya tienes un nuevo seguidor, el 12+1 :P
Saludos!!!
Gracias Jose Carlos, espero q lo disfrutes! Ah! El 13 es un numero precioso :P