Madagascar es una isla enorme, por algo la llaman el “octavo continente”, y sus comunicaciones internas no son muy buenas. Por eso, vas a tener que planificar bien qué quieres visitar según el tiempo que tengas disponible. Aquí tienes 17 sitios que ver en Madagascar para ayudarte a preparar tu propia ruta.
Qué ver en Madagascar, un viaje por algunas de sus regiones
Explorar Madagascar es recorrer un continente en miniatura. La isla sorprende con selvas húmedas llenas de lémures en el este, montañas y parques naturales en el centro-sureste, y paisajes áridos dominados por baobabs y formaciones rocosas únicas en el oeste.
Cada región ofrece una cara distinta de la isla: tradiciones vivas, pueblos costeros, playas paradisíacas y una biodiversidad que no existe en ningún otro lugar del planeta.

Si te das cuenta, no incluyo el norte y el sur. Yo estuve 22 días viajando por Madagascar. No lo hice por mi cuenta, sino con una agencia de viajes. Gracias a eso pude ver muchísimos sitios, pero se quedaron en el tintero muchos otros.
Viajar a Madagascar con tiempo limitado implica muchas renuncias, no hay otra. Si lo haces por tu cuenta y moviéndote en transporte público, muchas más, porque el ritmo va a depender no sólo de la velocidad, también de los horarios y disponibilidad.
En cualquier caso, espero que este post te sirva para preparar tu propia ruta. Aquí te dejo la lista, y ahora hablo de ellos:

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Madagascar Este: selvas húmedas y costas salvajes
Empiezo por la puerta de entrada a Madagascar, la capital, y por la ruta quizá menos popular entre los turistas que viajan para dos o tres semanas a este país: el Este de Madagascar.
Antananarivo, la interesante capital malgache
Antananarivo o Tana, la capital, es por donde se suele entrar a Madagascar, ya que cuenta con uno de los tres aeropuertos internacionales del país.
Muchos evitan Antananarivo y la utilizan sólo como base para llegar e irse. La seguridad de la ciudad tiene muy mala fama, en especial en la ciudad baja, tanto la Avenida de la Independencia como el mercado de Analakely. Pero paseando de día y con las manos en los bolsillos, sin mostrar ningún objeto de valor, no tiene por qué pasarte nada.
La capital malgache no parece muy atractiva de entrada pero te aseguro que, como muchas otras ciudades, con un poco de tiempo puede ser un sitio de lo más interesante.
¿Sabías que en Antananarivo hay muchos arrozales, no sólo en los alrededores sino también dentro de la ciudad?
¿Qué ver y hacer en Antananarivo? De forma muy resumida, aquí tienes un listado básico:

Andasibe, de camino a la costa Este
Nos trasladamos más al Este de la isla. Andasibe es un buen lugar donde pasar la noche en el camino a la costa Este.
Este pueblo, rodeado de montañas cubiertas de bosques primigenios, es muy agradable. Sus casas son de madera y siguen la arquitectura tradicional que se ha perdido en otros sitios.
La gente es muy amable y tranquila, o divertida si vas en fin de semana. Les encanta bailar y beber “ron” o cerveza.

Pero estas no son las únicas razones para visitar Andasibe. Este es un punto estratégico para visitar las reservas naturales que lo rodean.
Muy cerca está la Reserva Especial de Analamazoatra donde vive el Indri indri, el lémur más grande de todos. No es el único, también puedes ver el lémur Sifaka Diadema o Bailarín, además de otras especies ¡Y se ven muy de cerca! Por supuesto, con un guía del parque. Muy, muy recomendable.

Otros sitios cercanos son la Reserva de Vakona y la Reserva Peyrieras. En la de Vakona podrás ver otras especies de lémures, como el lémur Bambú, y en la de Peyrieras, un «festival» de camaleones 🥰

Si tienes que elegir, te diría que prescindas de la Reserva de Vakona. El sitio para caminar es pequeño y da más sensación de “zoo” que otra cosa.
Para alojarse en Andasibe, te recomiendo el Andasibe Lemur Lodge. Sus bungalows son enormes y preciosos, es muy tranquilo y tiene un buen restaurante, aunque no deberías perderte la experiencia de ir a comer o cenar en los puestecitos del pueblo.
Canal de Pangalanes y Reserva Palmarium
Siguiendo hasta la costa Este, el Canal de Pangalanes y su exuberante naturaleza es lo que justifica el viaje a esta región.
El camino hasta allí está lleno de cultivos de todo tipo de frutas, vainilla y otras especias, y eso se nota en los mercados y en las carreteras, ya que hay mucho tráfico de camiones.
Las carreteras, por cierto, empiezan a estar relativamente bien, aunque aún tienen tramos llenos de baches, pero por lo visto antes era peor. Las inversiones chinas se empiezan a notar.

El Canal de Pangalanes es todo un laberinto de canales, lagunas y ríos que discurren en paralelo al mar. Su longitud, atención, es de unos 700 kilómetros, y es perfectamente visible desde el aire, antes de aterrizar en Antananarivo.
Fue creado por los colonizadores franceses a principios del siglo XX para transportar mercancías, ya que la costa oriental de la isla no ofrece refugios seguros a los barcos, las corrientes son muy fuertes y es bastante peligrosa para la navegación.
El paisaje es precioso y no parece que haya una obra de ingeniería detrás de él.

La Reserva Palmarium está a unas dos horas en barca desde Manambato, y se trata de un rincón absolutamente paradisíaco (además del recorrido por el canal). Allí puedes hacer caminatas con los guías y, de nuevo, observar distintas especies de lémures además de otros animales.

Aunque hay gente que va y viene en el día desde Manambato, lo suyo es pasar al menos una noche en el lodge que hay en la misma reserva. Se trata del Palmarium Hotel y, además de disfrutar de sus bungalows bien integrados en la selva, y su estupenda cocina, podrás apuntarte a la excursión nocturna para ver al lémur aye aye.
El lémur aye ayer es una de las especies de lémures más raras que existen. Tanto por su fisonomía y costumbres, como por el hecho de que se encuentra en elevado peligro de extinción. Incluso, en la década de 1930 se pensaba que ya se había extinguido. Te aseguro que verlos es alucinante.

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Madagascar Centro-Sureste: parques, montañas y tradiciones
Saliendo de Antananarivo en dirección sureste, los paisajes y ciudades son una historia completamente diferente a la región de la costa Este.
Entre las tierras de los Merina y los Betsileo hay un montón de posibles paradas, aunque yo sólo puedo hablar de lo que he visto. De nuevo, se trata de una ruta de varios días si quieres llegar a la costa oeste.
Al principio los paisajes son más agrícolas y están llenos de campos y huertos muy bien trabajados. Las casas tradicionales son muy bonitas. Estrechas y altas, con paredes de adobe o ladrillo del color de la tierra roja, no puedes dejar de admirarlas porque parecen de cuento.
Después, verás cómo el paisaje va cambiando a un panorama montañoso más árido, pero majestuoso.

Ambatolampy
Ambatolampy es una ciudad del altiplano con un mercado interesante. Es famosa por la fabricación de ollas y otros objetos de aluminio y hierro que se utilizan en todo el país, y puedes acercarte a ver los trabajos de forja y fundición.
Conocer sus técnicas y las condiciones de trabajo de esa gente siempre está bien para apreciar lo que luego ves en las tiendas.
Una curiosidad en la que me empecé a fijar por aquí es en los carros de madera decorados con pinturas de colores. Me recordaron a los carros antiguos que podemos ver en nuestros museos, pero allí están activos.

Antsirabe “donde hay mucha sal”
La ciudad de Antsirabe, “el lugar donde hay mucha sal”, está a 1.500 metros de altitud y es una de las más importantes del país.
En el pasado, era una ciudad-balneario a la que acudían los ricos, tanto franceses u occidentales, como la élite malgache, que sigue viviendo allí.
Hoy es una ciudad muy agradable, tranquila y también el epicentro industrial de Madagascar.
Aquí está, por ejemplo, la primera y única fábrica de los coches Karenji (si no sabes de qué te hablo, pásate por mi post de Curiosidades de Madagascar), la fábrica de la cerveza THB o Three Horses Beer, y la fábrica de la empresa textil Cotona, que emplea a más de 4.000 personas.
En Antsirabe no te puedes perder el Hotel Des Thermes (si quieres, puedes alojarte allí, aunque es bastante decadente), la catedral que te transporta a cualquier ciudad europea, el mercado y los centros de artesanía, así como la antigua estación de tren gracias a la cual los ricos venían a esta ciudad de clima fresco.
Sin duda, un sitio ideal para visitar y pasar al menos una noche. Nosotros nos alojamos en el Hotel Vatolahy, bastante recomendable.

Ambositra, “donde hay muchos bueyes”
La ciudad de Ambositra es la más grande del País Betsileo, y es famosa por los trabajos de marquetería que hacen sus artesanos. Han sido nombrados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, con esto te lo digo todo…
La ciudad, además, es muy chula, con casas de madera que lucen balcones muy bien tallados. Además hay mucho mercado en la calle principal que vende los cultivos de la zona.

Fianarantsoa “la ciudad donde se aprende algo bueno”
Fianarantsoa es una de las joyas urbanas históricas que ver en Madagascar. Como ciudad grande, no es muy segura por la noche, pero es una parada obligada que puedes visitar de día, y de paso quedarte a pasar la noche antes de seguir camino.
En Fianarantsoa se abrió la primera universidad del país, y sigue siendo uno de los centros culturales e intelectuales más importantes de la isla.
El barrio alto de la ciudad, donde estaba el palacio que ya no existe y los barrios de la nobleza, hoy es Patrimonio de la Humanidad. Es mantenido por una asociación formada por la comunidad, que trabajan en mantener los edificios del siglo XIX que conforman esta parte de la ciudad. Te aseguro que es preciosa.

Reserva comunal de Anja
Cruzando el valle de Ambalavao, dominado por enormes montañas de granito (batolitos), llegamos a la Reserva Comunal de Anja, uno de los sitios que más me gustaron. Quizá fue el cambio de paisaje, o más probablemente porque vivimos un momento muy especial, además de hacer un trekking corto, pero chulísimo.
Aquí viven los lémures maki, en concreto los de la especie catta o lémur de cola anillada. Se llaman así porque se parecen a los gatos, sobre todo porque hacen un sonido parecido al maullido. Son… adorables 🥰🥰
El «momento especial» que te decía es que nos encontramos con una gran familia de catta que estaban disfrutando del sol. Los guías locales estaban tan sorprendidos como nosotros de la cantidad que se habían concentrado delante de nuestro ojos. Ellos estaban, por supuesto, a su rollo.


Otro sitio que merece una parada, en la misma carretera RN-7, es frente a la montaña Ifandana o Mesa del Gorro del Obispo. Con sus 1405 metros de altitud, se levanta en un paisaje de tipo sabana. Es un lugar sagrado y con mucha historia para los betsileo.

Parque Nacional de Isalo (Ranohira)
Ranohira es una población pequeña y tranquila que está a las puertas del Parque Nacional de Isalo. Este es uno de los parques nacionales más visitados de Madagascar, y no me extraña.
Un consejo: quédate un par de noches en Ranohira y dedica un día completo al P. N. Isalo.
Isalo tiene un montón de rutas de trekking para hacer, y es increíble cómo cambias de un paisaje a otro en poco tiempo. De un panorama dominado por rocas de arenisca, a los cañones con arroyos y pozas de agua donde te puedes bañar (aunque suelen estar a tope de gente).
En Isalo crece la planta “pata de elefante” o pachypodium rosulatum, que parece un árbol en miniatura y me recuerda a los baobabs. Es sencillamente precioso.
También puedes observar las tumbas de la etnia Bara, ya que este es un territorio sagrado para ellos.


Madagascar Oeste: baobabs, tsingy y horizontes infinitos
Llegamos a la costa oeste de Madagascar. Si creías haber visto muchos sitios bonitos… espera y verás, porque este nuevo cambio de registro es para flipar mucho.
Toliara
Toliara, la capital de la provincia del mismo nombre, es una ciudad agradable para pasear, y además es bastante segura por la noche.
Cuenta con una oficina de correos donde pude enviar mis postales, y es perfecta para pasear al atardecer entre los puestos de artesanía y los chiringuitos donde la gente cena el pescado del día.
Aquí es típico comer pulpo y gambas a la brasa. Por lo visto, hay mucho ambiente los fines de semana. Nosotros fuimos un lunes, si no recuerdo mal, y no sólo no había casi gente, sino que los puestos se estaban quedando sin existencias.
También fuimos a un par de sitios donde hacen pinchitos de carne asados en una piedra caliente. Cada pinchito cuesta sólo unos céntimos, puedes comprar cerveza fría en el puesto de enfrente, y es un sitio muy tranquilo.
Lo que no aconsejo es que te acerques a la playa, porque es un inmenso basurero. Realmente terrible.
Honko Community Mangrove Reserve
Superando Toliara, lo de la basura en la playa queda atrás como un mal recuerdo. Aquí el océano Índico luce unos colores turquesa que quitan el hipo, y así sigue siendo en la ruta hacia el norte.
Sólo un poco más al norte de Toliara la costa está llena de bahías, bancos de arena y canales de agua semidulce, lo que propicia que haya manglares.
La reserva Honko Community Mangrove es un buen sitio para dar un pequeño paseo entre los manglares, subir a una torre de madera para ver las vistas de la costa, y con suerte encontrarse con los peces anfibio o “pez saltarín del fango”, bien curiosos.
Esta es una iniciativa donde trabaja la ONG de Granada “Agua de Coco” con las comunidades de varias aldeas cercanas a Belalanda, y el objetivo es preservar este ecosistema tan frágil como importante.

Pueblos de la etnia Vezo
Los vezo son una etnia seminómada de pescadores. A lo largo de esta costa hay muchas aldeas y también se les puede ver pescando a pulmón, con arpón, en las aguas cercanas a la orilla.
Nosotros paramos en uno de estos pueblos, Fiserenamasay. Su arquitectura es sencilla, levantada sobre la arena de playa, y las casas disponen de un gran patio alrededor, protegidas con una empalizada.
Las mujeres vezo, con su maquillaje masonjoany hecho de madera molida, son impresionantes.

Andavadoaka y alrededores
Aunque paramos a comer en Ambatomilo, donde las playas son kilométricas y casi desiertas, nuestra base de operaciones fue un lugar al sur de Andavadoaka, el Laguna Blu Resort, un sitio excelente.
La ruta hasta allí discurre por pistas de arena que prácticamente sólo son transitables en 4×4, y mucho mejor en la época seca. A nuestro alrededor se extienden kilómetros y kilómetros del bosque espinoso dominado por los “árboles pulpo”.

La costa de Andavadoaka fue uno de los primeros paraísos de esta parte del viaje, sin lugar a dudas. Despertar con ese mar delante, observar cómo las mareas suben y bajan cada seis horas… fue una maravilla.
Desde aquí puedes contratar un barco-balancín que te lleve a una de las islas que hay cerca de la costa. O te puedes quedar y disfrutar de la playa y la aldea que hay cerca.
Días de relax donde la mirada se llena de todos los tonos de azul que ofrece el Canal de Mozambique ¡Precioso!

Pero hay más. Cerca de Andavadoaka, hacia el interior, está el Bosque de Baobabs. Es uno de los muchos ejemplos que veremos más al norte, pero a la vez es único.
Estos árboles, de la especie Grandidieri de Andavadoaka crecen con un tronco desmesuradamente ancho que los hace diferentes a otros baobabs Grandidieri. Dicen que es por la alta salinidad del terreno.

Belo Sur Mer
Belo Sur Mer es otro pueblo tranquilo de la región de los Sakalaba, otra de las etnias malgaches.
Aquí hay ensenadas de arena que hacen que cuando la marea baja se formen pequeñas lagunas y canales frente al mar. También es una costa bastante rocosa que puede recordar a la costa oeste de Zanzíbar, y hay manglares al sur del pueblo.
En Belo Sur Mer se puede pasear por las playas, visitar los astilleros de dhows, los barcos tradicionales que recuerdan a los de Omán, y las calles del pueblo donde hay varias iglesias, un mercado y varios restaurantes locales.
Vida sencilla en un sitio espectacular ¿Qué más quieres? 😉

Morondava y la Avenida de los Baobabs
Morondava es la ciudad principal de esta costa, y cuenta con un pequeño aeropuerto de donde salen vuelos a Antananarivo. De hecho, nosotros cogimos un vuelo interno para la vuelta.
Más allá de este “detalle”, es una ciudad muy turística, no porque haya mucho turismo occidental, pero sí interno y oriental. Su enorme playa de arena blanca lo justifica, desde luego.

Pero supongo que la cercanía a uno de los iconos de Madagascar: la majestuosa Avenida de los Baobabs, a sólo 20 kilómetros, también explica el atractivo de Morondava. Precisamente este era uno de mis sueños y razones para visitar esta isla.
La Avenida de los Baobabs no es que sea un bosque de baobabs más grande que otros, pero su disposición a lo largo de la carretera, su altura y la perfección de sus troncos lo hacen único.
Como único es verlo al amanecer (no tuve el placer), o al atardecer (síiii). A pesar de que sea la hora preferida por todos los que están cerca de allí en ese momento mágico del día.
Sin duda, uno de los imprescindibles que ver en Madagascar.

Belo Sur Tsiribihina
En el camino hacia los Tsingy, otra de las rarezas geológicas de Madagascar, está Belo Sur Tsiribihina.
Esta ciudad, de mayoría musulmana, está muy viva por la noche, con un gran mercado callejero y muchos bares. Tiene un aire un poco canalla, pero la gente es bastante maja. Puede estar muy bien para hacer noche, como hicimos nosotros, o para comer. En ambos casos, te recomiendo el hotel du Menabe.
Tsingy de Bemaraha
Y llegamos a otra de las estrellas de cualquier viaje a Madagascar. Sobre todo si no tienes movilidad reducida, ni mucho vértigo, y estás un poco en forma 😅😅
Los Tsingy son un antiguo lecho marino que emergió con los movimientos tectónicos que formaron Madagascar hace 160 millones de años. Y, atención: no se “descubrieron” hasta la década de 1980 ¿No te parece increíble? Después, en 1990, fueron nombrados Patrimonio de la Humanidad.
Para visitarlos necesitas ir con un guía y hacer una de las rutas que te internan por ese laberinto de agujas de roca muy cortante. Debes llevar guantes que te protejan al agarrarte a dichas rocas, y allí te proveerán de arnés y mosquetones para poder anclarse a los cables de seguridad que hay en buena parte de la ruta de los Grand Tsingy. Para los Petit Tsingy no hace falta tanto.

Yo me lo pasé bastante bien en los Petit Tsingy, y un poco mal en los Grand Tsingy por mis golpes de vértigo, pero en conjunto me pareció alucinante.
Ah, junto al hotel de los Tsingy hicimos un paseo nocturno por el bosque y pude ver los lémures ratón, que son los más pequeños de estos prosimios. Una preciosidad.

Pues hasta aquí los sitios que te puedo recomendar sobre qué ver en Madagascar. Hay muchos otros en el mismo camino, algunos famosos como el Parque Nacional de Ramonafana, pero no se puede ver todo cuando tienes un tiempo limitado. Habrá que volver ¿no?
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