Hoy no os voy a hablar de un viaje concreto. Sí de una tarde-noche en los campos anexos de Las Casas de San Galindo, un pueblo de Guadalajara, el de mi familia. Y de una breve exploración del cosmos a pie de Tierra (qué remedio).
Fui con mi padre dispuesta a poner en práctica mis casi recién adquiridos conocimientos de fotografía. A pesar del terrible frío invernal de la estepa castellana.
¿Qué te puedes encontrar en el Cosmos si te paras a observar el cielo un poco más de la cuenta?
Pues una sola noche te puede dar una conjunción planetaria, una nebulosa preciosa, un cometa monísimo. Y ver de cerca un grupo de estrellas que siempre te ha llamado la atención. Antes de todo eso, también un atardecer en technicolor. Podría seguir citando y quizá no acabar, así que hay que dejar paso a las fotos.
Todo empieza cuando la luz va cayendo y las estrellas y planetas emergen de la oscuridad. Bajas la vista, la levantas unos minutos después y ya hay más estrellas. Caes en la cuenta de lo mucho que las estrellas han cambiado de posición, en el tiempo que llevas allí. No son ellas, somos nosotros. Porque la Tierra se mueve.
Ay, si pudiera salir al espacio como vemos en el cine, para contemplar este precioso planeta en el que vivimos y lo que le rodea. A veces lo pienso y me da vértigo. Debe de ser como si uno se desdoblara, y de repente estuviera viendo la realidad desde fuera. Como si fuéramos un espíritu. Aunque para eso tendría que morir antes, así que mejor no, ji, ji.
¿Y por qué pasar unas horas a la intemperie observando estrellas con ese frío?
Porque el firmamento está lleno de nombres tan inspiradores como Aldebarán, Sirio, Orión, Pléyades.
Venus, Mercurio y Júpiter.
Nombres que una vez fueron dioses de una de las civilizaciones a la que debemos cómo somos.
Porque fue una noche de Enero en la que compartí con mi padre hasta cuatro horas de paz, relax, conocimientos, ideas, nombres maravillosos, compañía.
Porque aún puedes sentir la Naturaleza con presencias inesperadas como unos zorrillos que pasan junto a ti emitiendo débiles ladridos. Supongo que eran los mismos que había visto por la mañana, quizá en busca de alguna gallina despistada.
Fotografiar el cielo
De cerca y de lejos es un placer porque gracias a esta tecnología podemos atisbar lo que nuestra defectuosa vista no nos permite: una realidad que está ahí fuera. Llena de colores y formas increíbles. Os conté aquí cómo hacerlo, desde lo que sé, que no es mucho.
Observar por el telescopio e incluso los prismáticos es aún mejor, porque ves las cosas en riguroso directo. La sensación de ver lo que está ahí, a cientos de miles de kilómetros, en ese mismo momento, es mágico. El estómago te da un pequeñito vuelco, no digo más.
Por eso reivindico ciudades y pueblos con iluminación más inteligente, menos contaminante a nivel medioambiental.
Porque señoras y señores, nos están robando el cielo, y con ello un saber
Un conocimiento que sólo atesora una minoría, y por tanto puede llegar a perderse.
Y sin apreciar esta belleza, dejamos de ser conscientes de dónde vivimos, y no damos valor a su cuidado. Y sin conocer el cielo, nunca podremos orientarnos si nos perdemos en vaya usted a saber dónde.
Necesitaba escribirlo.
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¡Espectacular Alicia! Este post esté lleno de magia y las fotos me ponen los bellos de punta, ¡grandiosas! Estos momentos tan cercanos aunque sea el cosmos, y tan simples, aunque el firmamento sea fascinante, son los que dan sentido a la vida.
Un 10 por tu frase "sin apreciar esta belleza, dejamos de ser conscientes de dónde vivimos". No puedo estar más de acuerdo. A veces para ver la magia sólo hace falta mirar alrededor con los ojos bien abiertos.
Fantástico post Alicia y enhorabuena por esas estupendas fotos y sobre todo, por saber apreciar la belleza.
Un abrazo
Sólo puedo decirte: gracias, gracias y gracias por este precioso comentario Carol! De verdad me alegro que te haya llegado así, porque era lo que quería transmitir. Vamos, que me has emocionado ?
Un besazo y nos vemos!
Ali