Atravesar Togo, recorriéndolo casi de punta a punta, lleva un par de días nada más. Aquí tienes la ruta por el interior de Togo más clásica y necesaria, donde lo que mejor puedes hacer es ver la vida cotidiana en sus mercados, calles, carreteras, campos y caminos.
Ruta por el interior de Togo: desde Kara hasta Lomé
La ruta de la que hablo parte de la ciudad de Kara, y transcurre por Bafiló, Sokodé y Atakpamé, antes de llegar a la capital Lomé.
Nosotros empezamos en el norte, porque veníamos del vecino Benin. Cruzamos la frontera terreste con unos trámites que fueron más sencillos y rápidos de lo que esperábamos. Ojo, esto ha cambiado. Desde 2024 ya no se pueden hacer visados de Togo en la misma frontera. Puedes hacerlos online y el enlace oficial está en la página web del Ministerio de Asuntos Exteriores de España.
Recuerdo que el policía de Togo se quejó de que tenía que hacer 4 visados, que es mucho trabajo. En ambos países rellenaron un libro enorme con nuestros datos, uno a uno y con su parsimonia, para hacerlo bien.
Enseguida me di cuenta de que las cosas cambiaban aquí ligeramente con respecto a Benín. Mejores carreteras en plenas obras comandadas por chinos, la pinta de los vehículos, de la gente, incluso de las casas. Efectivamente, Togo tiene un poquito más de nivel económico que Benin.
La ciudad de Kara
Y llegamos a Kara, nuestra primera parada y fonda en esta ruta por el interior de Togo. Una ciudad de tamaño mediano que nos recibió diluviando, ya cerca del mediodía.
Nos quedamos un buen rato en el hotel por eso, en el que por cierto nos recibieron unas cuantas cucarachitas correteando sobre la colcha estampada. No había agua, y la luz se iba de vez en cuando. Decidimos comer en el restaurante (total, de perdidos al río). Este es uno de los mejores hoteles de Kara, parece ser (un 3 estrellas!!)
¿Su nombre? Hotel Kara.
Éramos los únicos en el restaurante, pero eso no fue obstáculo para que esperáramos media hora bien larga a que nos trajeran los platos, así que decidimos compartir la atención de los camareros hacia el culebrón de la tele que presidía el salón.
Miraban fascinados la caja tonta. La verdad es que como siempre ante ese tipo de programas, me eché unas risas (no demasiado evidentes, no fueran a molestarse los grupies).

Kara tiene cierta fama por su gran mercado
Lo que hay que ver en Kara, sobre todo, es su gran mercado.
Hoy en día se levanta a las afueras de la ciudad. Antes estaba en el centro, cerca de nuestro hotel, pero un enorme incendio lo arrasó en el año 2012. Dicen que fue provocado a consecuencia de las luchas entre los políticos de la zona. Así se las gastan por allí.
El mercado actual de Kara, al que fuimos a pesar de la lluvia, aparecía deslucido y bastante vacío. Era domingo, que también cuenta. De nuevo nos encontramos con advertencias contra la cámara. Se impone charlar un poco con ellos antes (lógico).
Y ya que estábamos, aproveché para hacer una gestión necesaria: que alguien me cosiera o pegara la suela de la sandalia.
Al preguntar por algún sitio donde comprar pegamento, me indicaron dónde estaban los zapateros del mercado y para allá que me fui.
En cinco minutos y por 200 CFAs, unos 30 céntimos de euro, se resolvió la cosa. No lo hice con su pareja, la otra sandalia, y tonta que fui porque unos días más tarde descubrí que también la suela se había abierto casi completamente.
Suerte que en Togo hay muchos mercados con sus zapateros, así que esa la cosí en Togoville.



Poco más puedo decir de Kara porque volvió a llover muchísimo, así que nos resguardamos en el hotel, entre el hall donde algunos expatriados veían la tele o se conectaban al wifi, y las habitaciones.
El pueblo de Bafiló
Proseguimos ruta al día siguiente. Si me preguntas qué tiene Bafiló, un pequeño pueblo en la ruta a la capital, te diré que nada en especial aparte de un trazado más «de pueblo» que la gran mayoría de poblaciones por las que pasamos, que siempre aparentan estar desparramadas en el campo.
Y una cooperativa de tejedores.


Los tejedores de Bafiló hacen las telas a la manera tradicional. De forma similar a los Dogón de Mali, o a los tejedores de Rumsiki en Camerún. Tiras estrechas y larguísimas que después se cosen entre sí para formar grandes piezas de tela a lo ancho.


Siempre son hombres los tejedores. En el país Dogón entienden el telar como una especie de habilidad mágica, comparándolo con las palabras, pero no sé si en Bafiló también es así.

Esta parada, más bien rápida, me encantó. Los chicos que tejían al principio se mostraron un poco hoscos, hasta que decidí soltar un par de nombres de futbolistas y equipos, y el ambiente cambió.
Odio el fútbol, pero qué bien viene en algunos momentos para establecer códigos comunes! Además, jugueteamos con el montón de críos pequeños que andaban por alli. ¡¡Más divertidos…!!


Aquí se emplean chicos de varias edades como forma de aprender un oficio y de ganarse la vida.
Tienen allí mismo una pequeña tienda donde muestran y venden sus productos, pero al preguntar por una pieza que me gustaba, y también por colaborar con ellos, me salieron con un precio realmente alto. Se negaron a regatear, así que abandoné el gesto. No sé muy bien a quién venderán, la verdad.

Sokodé y su mercado
Siguiente parada: Sokodé y su mercado, otro que me impresionó. Se trata de uUn edificio bastante cochambroso por la acción de las lluvias en el cemento, y se distribuye en dos plantas, lleno hasta arriba de mercancía.
Sería su tamaño, su tranquilidad, no sé, pero me encantó. Enfrente, una de las mezquitas más renombradas del país.


Abajo, los productos frescos como la carne, verduras, legumbres y especias. Arriba, los no perecederos como las telas, utensilios de cocina, y juguetes para los niños.

La mayoría de las vendedoras (excepto en la carnicería, los mercados de este lado de África son el reino de las mujeres) eran muy simpáticas y tenían ganas de charlar y reírse con nosotros, aunque no de salir en las fotos. Sin embargo, se partían de risa con las fotos de sus hijos vistas en la pantalla. Una forma de comunicación como otra cualquiera 😊


De nuevo no había muchos compradores a las horas en que llegamos, pero eso contribuyó también a la tranquilidad general que se respiraba allí dentro.


Atakpamé
Terminamos el día llegando a Atakpamé, que suena como «atrápame». Esta fue la residencia favorita de los administradores alemanes de los tiempos coloniales.
Un lugar que en principio tiene poco que ver, pero que viene bien para dormir ya que aún queda un buen trecho hasta la capital.
Aprovechamos para darnos una vuelta por los campos de cultivo que hay en los alrededores, contemplar los enormes termiteros que llevábamos viendo desde hacía ya un rato a los lados de la carretera, y las plantaciones de cacao y café que hay en la región.





Y a lo tonto, se fueron dos días de mercados, campos, gentes, África. Ya lo he dicho en este blog, estos no son viajes para ver cosas, sino para vivir el viaje en sí mismo y conocer esos puntitos del mapa que quizá ni habíamos oído hablar de ellos antes. Espero que este post te sirva para cotillear qué ver en una ruta por el interior de Togo.
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