Actualizado el 16 marzo, 2019
Hoy voy a hablar de cómo es un día de ruta en Benin.
Muchos viajes tienen días de ruta en sí mismos. Se supone que no hay nada especialmente interesante, pero son necesarios para trasladarse de un lugar a otro.
Estos días suelen dejar una sensación especial y contradictoria. Por una parte, «fastidian» porque cuando viajas con un tiempo limitado o muy limitado (2 semanas, por ejemplo), te da la sensación de que estás perdiendo dicho tiempo.
Por otro lado, durante ese día y cuando haces balance después, te das cuenta de que te aportó una mirada a lo cotidiano, lo normal. A lo que no está en las guías de viaje, lo inesperado, la vida en ese país, en sus carreteras o sus vías de tren y estaciones. Y eso mola, forma parte del viaje y de tu vivencia.
Cómo es un día de ruta en Benin entre Abomey y Natitingou
Me apetece organizar este post con lo que escribí en el diario. Transcripción directa, a ver qué tal ;-)
Agonglo
Hoy ha sido un día bonito. Hemos empezado visitando el pueblo subterráneo de Agonglo, descubierto en 1948. En realidad no es un pueblo, sino refugios excavados en el suelo para esconderse de los enemigos y atacar desde allí. Hechos por la etnia fon.
¿Qué enemigos, os preguntaréis? Fundamentalmente los esclavistas. No hay mucho más que añadir, ¿no?
El lugar era menos de lo que me esperaba, pero el paseíllo por el bosque ha estado muy bien.
Después, carretera y manta. Casi 300 km que aquí cunden poco, entre paisajes muy verdes aunque algo monótonos. Como siempre me he echado alguna cabezada. La carretera a ratos muy bien, y a ratos llena de agujeros, iba cargada de enormes camiones porque es la ruta a Níger.
Dassa, la ciudad de las 7 colinas
Hemos parado a comer en Dassa, donde hemos visto una iglesia horrible pero muy graciosa. Digo horrible porque el diseño «moderno» y la cantidad de cemento sin revestir ni pintar se te antojan fuera de lugar. Una gruta donde dicen que se apareció la Virgen en 1954 es el verdadero centro de interés para los locales. Y unas estatuas enooorrmes de centurianos romanos flanqueando al Papa, es lo que me hace calificar de «graciosa» a la construcción, que se hizo con motivo de la visita del Papa Juan Pablo II. Este es un centro de peregrinación de primer orden para los cristianos de Benin.
Las 7 colinas que rodean la ciudad fueron refugio para su población en los tiempos en los que el reino de Dahomey hacía incursiones en busca de esclavos, por lo que tienen una gran importancia simbólica.
Hemos empezado a ver muchos fulbé, nómadas
Visten igual que aquellos que vi en Camerún. La verdad es que me gusta mucho esta etnia que viene de Níger. Se parecen un poco a los tuareg en elegancia y rasgos más finos, son pueblos del Sahel igualmente, y la vestimenta de los hombres, de azul y con gorros bordados como los de Zanzíbar y Omán, también me encantan. Son un poco vistos como los gitanos porque son nómadas dedicados al ganado que suelen establecer sus campamentos un poco retirados de las poblaciones. En realidad, este modo de vida también se está perdiendo aquí. Muchos van en moto.
Más adelante paramos ante un puesto de niñas fulbé que venden el queso de cabra típico de esta etnia. Al principio ellas han echado a correr hacia el vehículo pensando que somos clientes, pero al ver bajar a un grupito de blancos se asustan y vuelven a su sitio, mirándonos tímidamente. Moussa y Paul se parten de risa al ver su reacción. Nos acercamos tranquilamente, y nos enseñan su queso mientras nos curiosean de reojo. Están extremadamente delgadas. El queso tiene pinta de ser un queso poco curado, y después leo que conviene cocinarlo antes de comérselo.
Por el camino también hemos parado en una zona llena de puestos de venta de harina de mandioca y de tapioca. Muy curiosos, bolsas artísticamente apiladas y todos con un cartel con el nombre de la vendedora y su teléfono para que encargues tu compra antes de llegar, y no tener que estar parado en la carretera más de lo necesario. Prácticamente todos los puestos están aparentemente sin atención, señal de que el sistema funciona.
Parakou
Por fin hemos llegado a Parakou, famoso por su mercado internacional porque viene gente de Togo, Burkina Faso, Níger… Un antiguo centro caravanero!
Es impresionante. Muy abigarrado, lleno hasta los topes de mercancías, nos encontramos con una bronca enorme entre vendedoras en una esquina de la nave principal. Los gritos se oyen de lejos, y por supuesto no me atrevo a levantar la cámara en esa dirección.
Además de dos enormes naves cubiertas, hay muchos callejones alrededor.
El tema de las fotos está difícil, pero hay de todo, así que hay que pedir permiso.
Mientras escribo en este hotel, que también es la sede del consulado francés, tiene wifi y está muy bien, suenan cantos aquí al lado. Creemos que son evangelistas, aunque vete a saber. Aquí hay mayoría musulmana, pero también cristianos. En un pueblo he visto un cementerio cristiano y pocos metros más allá uno musulmán. Y por supuesto, animistas. Dicen que es una región de mucha tolerancia religiosa.
Un encuentro precioso en un rincón anónimo
Esto no lo escribí en mi diario y la memoria me falla (por eso es tan importante para mi escribir!): al día siguiente, salimos de Parakou para dirigirnos al País Somba. No llevábamos muchos kilómetros cuando decidimos parar en un pueblo. No recuerdo bien si queríamos comprar algo, o preguntar cómo llegar a algún sitio, pero tengo fotografías testigo de la fecha y de aquel encuentro…
En pocos minutos varias decenas de niños nos rodeaban. No nos pedían nada, simplemente nos miraban y se reían. Y en cuanto descubrieron el «juego» de verse en una pantalla… uf! ya no había quien les parara!! Todos querían salir en la foto, mirarse, compartirlo con sus amigos.
Los mayores contemplaban todo desde una pequeña distancia, también algo fascinados. Se notaba que nadie suele parar allí. Nadie como nosotros. Yo me dedicaba a hacer alguna fotografía, no muchas para que no se pusieran nerviosos, y entre medias prefería chocar mis manos con las suyas, hacer muecas para que se rieran conmigo, y en fin, pasar un buen ratito. Nos dio pena irnos, y a ellos también.
Estos encuentros son los que hacen que ame a África.
Resumen de un día de ruta en Benin
Lo que prometía poco se convirtió en la visita a un antiguo refugio de guerra excavado por las manos de los hombres en la tierra roja de Benin, conocer a unas niñas fulbé y el queso que les hace famosos, comprobar que la televenta también existe en África, pisar terreno sagrado para los cristianos en un país tolerante donde los haya con las creencias religiosas, conocer un mercado Internacional impresionante, y grabar en el corazón las manos, caritas y ojazos de un buen puñado de niños beninenses.
Para que luego diga (yo misma) que los días de ruta sin más objetivo que llegar a un nuevo destino, son aburridos…
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Esos días de ruta en los que no hay nada que ver pero mucho que vivir. Que fotografía tan cuidada, una preciosidad, me gusta lo que ve tu ojo. Besos
Gracias David, muchas gracias! Intento cuidarla, intento aprender. Viajar y fotografiar, qué bien maridan, cuánto las disfruto! Y sé que tú también ?
Un besazo
Hola, Alicia. Qué viaje tan interesante.
¿Te importaría que te preguntase el nombre de la agencia?
Gracias.
Un saludo.
Hola,no, claro, fui con Trekking y Aventura