Pues sí, ya estoy aquí cumpliendo con la tradición autoimpuesta de resumir el año. Es el turno del 2019, ya lo sabes, y empiezo diciendo que el mundo se va a la mierda. Y nosotros con él. Todo lo indica. No son palabras cínicas, las digo llena de preocupación y tristeza. La Amazonía y las selvas africanas se queman.
El hielo de los casquetes polares se derrite desatando una cadena de cambios medioambientales nunca visto y que nos afectan en nuestro día a día. Demasiadas especies comen nuestros plásticos o se ahogan con ellos. Soportamos borrascas y temperaturas altas, de extremo a extremo. Y los humanos somos los inventores de toda esta mierda. La primera causa, o la principal. Siento la palabrita, pero no me la voy a callar, ni escribir M*. Es una MIERDA como una casa de grande.
He decidido empezar así este resumen del año, y podría haberlo hecho con muchas otras causas, pero cuando miro atrás y pienso en los viajes que he realizado en 2019, y a finales del anterior, pienso en todo esto.
A vueltas con la sostenibilidad
En este 2019 parece que ha habido un punto de inflexión acerca de la Sostenibilidad, en todas partes y también entre los que escribimos de viajes.
Llevo meses observando cómo en los telediarios incluyen todos los días alguna noticia o mención acerca del estado de las cosas. Más aún con ocasión de la Cumbre del Clima celebrada en Madrid.
Niveles de contaminación y medidas a adoptar, incendios, biodiversidad, etc. Antes no decían nada o poquísimo. No es una crítica, más bien lo apruebo porque hace falta mucha educación al respecto, pero sí lamento que hayan empezado tan tarde a «bombardear» con esta información.
También ha sido en este año cuando en el mundillo viajero online (que no es el general, dicho sea de paso) han cristalizado y se han extendido de forma más definida la atención, sensibilidad y mensajes acerca de la necesidad de hacer más sostenibles nuestros viajes.
Se han organizado muchos eventos en los que se habla de experiencias y pautas a seguir. Empiezan a estar presentes algunas grandes empresas que se apuntan tantos en este sentido (demasiado pocas). Y se está escribiendo y publicando artículos. Está muy bien, pero de nuevo lamento que hayamos tardado tanto en reaccionar. Como colectivo, quiero decir.
Aún hay quien dice que esto no sirve de nada. Que los individuos no podemos hacer nada. No estoy de acuerdo. Peor sería no llegar nunca o incluso remar en dirección contraria.
Más allá de etiquetas, banderas y buenas intenciones, los que tratamos de comunicar las ganas de viajar tenemos una responsabilidad: ayudar con nuestros altavoces a que la gente sepa cómo viajar de manera más sostenible.
Y también tengo que decir que no sólo hay que ser sostenible cuando viajas, sino durante toda tu vida. Desde que te levantas hasta que te acuestas. Algunos, como la amiga Maruxaina y su mochila, nos lo recuerdan en su blog.
Porque esta es la cuestión. Tenemos que cambiar nuestro modo de vida. No basta con separar la basura, hay que producir mucha menos. Debemos rechazar los plásticos todo lo posible y buscar otras alternativas. Moverte en transporte público o lo más compartido posible siempre es mejor opción que el vehículo privado.
Tenemos que frenar el consumismo desaforado en el que estamos inmersos día a día. Y por supuesto dejar todo limpio a nuestro paso en el monte, el desierto, y también en el parque de al lado de casa. Me da asco salir a caminar los domingos por la mañana y encontrar las papeleras rebosantes de latas de cerveza. ¿De verdad cuesta tanto?
Ya te habrás dado cuenta de que hablo con la mirada de una occidental. Desde mi país, España, porque es el entorno que más conozco. Donde vivo y me han educado. Donde tenemos la capacidad de elegir.
Hay lugares en el mundo donde el consumismo no ha llegado, no al cien por cien. Y sin embargo, allí reciben la mierda que producimos aquí. A montones. Como los desperdicios que flotan en el mar y llegan a cualquier punto del planeta, aunque salgan de la costa de Cádiz o del Reino Unido. He sido testigo de ello en muchos sitios, como las playas de Grand Popó, en Benin. Con esto quiero decir que nuestros gestos aquí tienen consecuencias «allí».
Ahora parece que la conciencia medioambiental empieza a ser algo lógico y que debe formar parte de nuestras vidas. Y así es
Cuando era pequeña, a los “ecologistas” les miraban de reojo, o mal. Eran hippies, alarmistas, y cosas mucho peores. Recuerdo ir a las manifestaciones contra la energía nuclear de la mano de mis padres, y también las miradas de ironía y chanza de mis compañeros de pupitre y amiguetes con respecto a la chapita de Greenpeace que estuve luciendo orgullosa durante gran parte de mi adolescencia.
Parece que el cuento ha cambiado. Parece que ahora es guay ser ecologista, excepto cuando se habla de las medidas de seguridad contra “grupos anarquistas” ante la ya citada Cumbre del Clima. Pildoritas que los medios, afanados en reeducarnos, siguen soltando así, como quien no quiere la cosa.
Y aunque parezca que la lógica se empieza a imponer, me sigo encontrando con demasiadas personas que adoran viajar con toallitas húmedas porque «son mágicas» (NO lo son. Es uno de los peores inventos de la Humanidad). Gente que no duda en usar plásticos hasta en sus partes más íntimas. O los que no dudan en pasárselo superbien tirándose por una duna con tablas o montados en cacharros motorizados, gritando y rompiendo la armonía de un entorno natural, protegido oficialmente o no. Nunca olvidaré Huaccachina por esta razón, ni tampoco las dunas del desierto del Gobi.
Y todo este “desahogo” que estoy soltando aquí viene porque aunque ya sufría por todo esto antes, a mí me ha pasado que este 2019 he sentido más repulsión que nunca al encontrarme con basura en parajes increíbles como la estepa mongola, o el desierto del Sahara a finales del 2018.
Son lugares remotos a los que llega muy poca gente y en los que vive muy poca gente. Con una cantidad de turismo bajísima si lo comparamos con muchos otros sitios. Y sin embargo acumulan una dosis nada despreciable de latas, cristales y objetos de plástico entre sus matorrales, en sus praderas, en sus bosques, rocas y dunas. Es increíble pero lo es. Es trágico. Horrible. Y me afecta.
Supongo que tanta noticia, dato e información del estado de las cosas han contribuido a sentirme así ante «detalles» que antes pasaban por delante de mi mirada de una forma mucho más indulgente. Ahora empiezo a agacharme para recoger desperdicios, aunque el gesto no me tranquiliza nada porque un poco más allá hay más, y más, y más. Sólo espero que también te pase a ti, y a toda la gente posible.
La impotencia es mayor cuando comprendo que en otros lugares no hay recursos ni infraestructuras para deshacerse de la basura. Tampoco programas de educación ni discursos que les alerten de lo que está pasando.
Una de las claves es la educación, no me cabe ninguna duda.
Este verano, moviéndome por Mongolia, oía y leía que los nómadas siempre han respetado y querido a la Naturaleza. Siempre han entendido que sin ella no somos nada. Es cierto, y no es el único pueblo cuyas tradiciones y creencias giran en torno a la Tierra. Pero al mismo tiempo no saben qué hacer con los desperdicios de la vida del siglo XXI a la que se han incorporado abruptamente. Son dos formas de hacer y pensar que no se cruzan en el camino. Probablemente porque nadie les ha contado que el plástico no es limpio, sino muy contaminante. Y de que el cristal de las botellas de vodka no va a desaparecer de la pradera así como así. Cuando se encuentren con los manantiales envenenados, empezarán a entender. ¿Hace falta llegar a eso?
Vi algunas iniciativas de recogida de basuras en Mongolia, también en Líbano… pero esa basura ¿a dónde va a parar? ¿al vertedero que hay junto al guetto donde viven? ¿esas montañas de basura que de vez en cuando se incineran a cielo abierto creando nubes tóxicas?
El caso es que ellos lo sienten y lo padecen incluso más que nosotros: anomalías en el clima que afectan a cosechas y ganado, desastres naturales que antes no se veían.
Pero no nos confundamos, las verdaderas soluciones están en niveles más altos
Es necesario que cambiemos nuestro estilo de vida en todo lo posible y de manera realmente decidida, y es necesario educar a la gente para que lo entienda y lo adopte. Todo esto es cierto. Pero al mismo se necesita que los grandes poderes económicos (industria: refrescos, ropa, alimentos procesados, por supuesto transportes privados y públicos) y políticos (en principio tienen la capacidad de legislar y hacer cumplir la ley ¿no?), se pongan a trabajar de una vez por todas.
Podemos empujarles con nuestro voto, manifestaciones en la calle y boicots al consumo de sus productos. Pero no va a ser suficiente.
Sigo sin dar crédito a que los que más pueden hacer estén a lo suyo: provocando o contribuyendo al desastre global porque así ganan poder y dinerales en sus insignificantes vidas. O sean tan horriblemente lentos que no sirvan para nada. Inútiles, ineficaces.
Los mismos que dejan que el Mediterráneo se convierta en un gran cementerio y no se conmueven hacia las miles de vidas que se juegan la propia por escapar de la pobreza y la guerra.
¿Qué podemos esperar de gente así? Dan ganas de vomitar.
En fin, toma este escrito como un mensaje en una botella que no debería tirarse al mar, sino quedarse en un simple recurso literario. Espero que sea un grano de arena más para remover mentes.
Ahora, con algo de vergüenza tras estas reflexiones, paso a hablar de los momentos más felices del año para mi, la autora de este blog. Aquéllos en los que escapo de la rutina y cumplo sueños en movimiento, tratando de comprobar con mis propios ojos que lo que nos cuentan en los telediarios no siempre es un fiel reflejo de la realidad, aunque en materia de medio ambiente cada vez lo es más.
Los viajes de 2019
Este 2019 empecé con ganas de descansar y tomarme las cosas con un poco de tranquilidad. La verdad es que el 2018 fue un año repleto de viajes organizados total o parcialmente por mí y acabé un poco cansada. Sí, como lo oyes. Yo no me dedico a viajar, sino que trabajo por cuenta ajena en otra cosa, y últimamente llego con la lengua fuera a las vacaciones. Con la escasez de días libres al año que tengo (desde mi punto de vista), no quiero desperdiciar ni uno solo, pero al final voy con una sensación de andar siempre a la carrera que no es muy agradable.
Todo esto para decir que en 2019 he viajado un poco menos y no lo siento como un año épico, lo que me da un poco de penilla, pero no me quejo en absoluto. Además ¡no todos los años pueden ser iguales!
Una escapadita a Italia para empezar el año
Italia viene a mi mente una y otra vez. Los meses sin festivos hasta semana santa, que caía a mediados de Abril, se me antojaban un horizonte eterno (como todos los años en realidad). Y al final, aunque no me moví en Enero y Febrero, en el mes de Marzo me hice una pequeña escapada a Bolonia. Un fin de semana un poco largo para aprovechar los vuelos más económicos y no ir y volver con la sensación de haber tenido que correr.
Me gustó Bolonia, mucho, pero no anduve todo lo concentrada que debiera porque precisamente, mira tú, el blog se quedó colgado un par de días. Estuve preocupada y pensando en eso en vez de disfrutar de lo que tenía delante. Hasta este punto me afecta lo que le pase al blog, que es como mi segunda casa, o como un hijo.
El viaje a Líbano en Semana Santa
Llegó el mes de Abril y un viaje muy esperado. Por fin me había decidido a visitar Líbano, un país que tenía en mente desde hace años.
Me encantó de principio a fin, a pesar de ir sólo para ocho días y en viaje organizado. ¡Repetiría sin duda! La gente, los zocos, la riqueza arqueológica, la cultura, la mezcla de religiones. Muy, muy interesante. Me quedé con ganas de más.
Primavera en Extremadura
En Junio se terció una escapada que me gustó mucho y resultó ser un fin de semana muy especial. Fue la primera colaboración del año que decidí aceptar, por lo atractivo de la propuesta.
Así, pude fotografiar y observar buitres metida en un “hide” y disfruté del Tajo Internacional visitando Marvao, una ciudad portuguesa preciosa que me volvió a abrir las ganas de volver al país luso. Presencié la saca del corcho, pisé el famoso Puente de Alcántara, y disfruté de la gastronomía extremeña comiendo como si no hubiera un mañana, porque en Extremadura las mesas son espléndidas.
Pero si algo hizo que ese fin de semana fuera redondo, fue el factor humano. Además de otros compañeros bloggers, conocí a tres grandes fotógrafos (y viajeros) con los que conversé y disfruté de ese par de días. ¡Me lo pasé genial con ellos! Por eso quiero dirigirte a sus webs, donde podrás ver al menos su trabajo y propuestas: Oriol Alamany, Eduardo Blanco Mendizábal, Oscar Domínguez.
También conocí al querido Adolfo de Naturaleza del Sur con el que da gusto hablar de aves, paisajes, viajes, medio ambiente, y de la vida. Y no me olvido de la gente del equipo de Turismo de Extremadura, a quienes se coge cariño enseguida.
Verano en Mongolia
Mongolia estaba entre mis sueños viajeros desde hace más de una década. Y a finales del 2018 tanteé al amigo Santi, con quien me fui a Sudán, y se apuntó con otra amiga. Ya sólo quedaba organizarnos, algo que hacia el mes de febrero teníamos hecho más o menos, a falta de los visados.
Viajamos en Agosto pero es que la planificación para viajar a Mongolia es más que recomendable. Sobre todo si no quieres dejarte los dos riñones. No, no es un destino muy barato.
➡️ Aquí tienes mi guía de Mongolia donde te lo cuento todo con pelos y señales.
Fueron dos semanas de grandes paisajes, mucha naturaleza, silencio y un poco de intimismo. Un viaje para recordar sin ninguna duda, a uno de los lugares remotos de este mundo.
Cumpliendo más sueños en el territorio nacional
En primavera los amigos de toda la vida decidimos montarnos un fin de semana en algún sitio chulo. Ya lo hicimos hace unos años, cuando fuimos a la costa guipuzcoana, así que iba tocando renovar recuerdos y experiencias.
Esta vez decidimos ir al nacimiento del Río Mundo, en la provincia de Albacete. Este es uno de esos parajes de los que todo el mundo te habla genial, y por eso tenía muchas ganas de conocerlo. Pero… me decepcionó un poco. Demasiada gente, muy poca agua.
A cambio, conocí el pueblo de Riópar Viejo, del que quedé prendada 😊.
Y unas semanas después me fui a vivir una experiencia con la vendimia en el pueblo manchego de Tomelloso, de la mano de la empresa Selfitour. Fue la segunda colaboración del año.
Sí, sí ¡hasta pisé la uva! Además hay muchas cosas que ver en la zona, como el broche final saludando a los molinos de Campo de Criptana.
Un último viaje internacional en el mes de Octubre
Desde antes del verano ya tenía apalabrado otro viaje para la última parte del año: Bulgaria.
Un viaje atípico, muy especial, que se planteaba como una pequeña inmersión en la cultura gitana en un barrio-guetto de la ciudad de Sliven. Fue eso y mucho más. Una experiencia inolvidable (en positivo) que te conté con todo detalle aquí, así que no me voy a repetir.
También hubo tiempo para conocer algo del rico patrimonio histórico del país, y de su capital Sofía.
Y antes de despedir el año, una última escapada nacional. El destino elegido: Córdoba
Para apurar las últimas semanas del año me he marcado un fin de semana de diciembre en la preciosa Córdoba, en colaboración con Artencordoba, una empresa de visitas guiadas muy recomendable.
No es la primera vez que iba a Córdoba, pero a lo tonto han pasado 12 años desde la vez anterior. Me debía una nueva visita y mejores fotos, y como siempre ha sido un verdadero placer que ya he contado en varios posts dedicados a la ciudad😊. Te sugiero que empieces con la guía para una escapada a Córdoba.
Y ya está, estos han sido mis viajes del 2019.
¿Qué viajes haré en 2020?
La formulación de deseos para el siguiente año en forma de destinos es un clásico y pura realidad. Todos los años me hago esta pregunta, y desde hace ocho la vuelco aquí. Porque a veces nombrarlos en voz alta ayuda a decidirte, otras no. Elegir el próximo destino puede ser tan fácil o difícil como quieras, siempre según tus circunstancias.
Y… de momento estoy un poquito perdida, pero no intranquila. No es la primera vez que me ocurre. Además, espero decidirme a principios del próximo año, sobre todo por si termino queriendo ir a un destino para el que hace falta tiempo de planificación.
Es cierto que hay ideas que van tomando forma. Es muy probable que pise África del Norte a finales del 2020. Ja, ja, así ando, empezando la casa por el tejado. Será un país que visité hace casi 20 años y del que no he escrito nada por aquí pero al que siempre he querido volver. Por aquéllo de las supersticiones no lo voy a verbalizar de momento.
Pensando en el verano, y por tanto en el viaje más largo del año, dudo si volver a intentar ir a Tíbet, uno de mis grandes sueños no cumplidos, o si ir a Paraguay y visitar a mi querida Mónica. Nada que ver una idea con la otra ¿verdad?
Para Semana Santa podría volver a Grecia, me apetece mucho, pero también me gustaría ir a Croacia y Bosnia-Herzegovina, o a empaparme de Estambul, o dar un salto a la Capadocia. Creo que los precios de los vuelos y el impulso del último momento marcarán la elección. Es un filtro como cualquier otro cuando el interés y las ganas son a partes iguales 😊
En cuanto a escapadas, estoy pensando en varias, tanto nacionales como internacionales. Empiezo por las que voy a hacer sí o sí, porque ya tengo los billetes:
- Pasear por Guipuzcoa y quizá cruzar la frontera al País Vasco Francés. Voy a inaugurar el año así, mientras visito a mi familia del norte. ¡Espero que el tiempo acompañe!
- Volver a Oporto: nos vemos las caras en Febrero, tengo muchas ganas de ir y dedicarle el tiempo que no pude en anteriores visitas.
Continúo con otras «ideas» que espero tomen forma… no creo que todas, pero al menos algunas:
- Visitar las Médulas, un paisaje singular de la provincia de León al que tengo muchas ganas… ¿en primavera? es posible, me encantaría.
- Ir a Roma, o quizá a Plugia. Hay tantos rincones de Italia que me gustaría tanto visitar o revisitar.
- Volar a Edimburgo para perderme en su niebla, o su sol, y siempre en sus leyendas.
- Ir a Tromso en busca de las auroras boreales.
- Y voy a poner aquí un gran «etcétera» porque en realidad «escapadillas» de estas hay muchas más pendientes.
Como digo mi cabeza está dando vueltas, pero un día de estos me arremangaré y tomaré decisiones ante el buscador de vuelos de turno. Lo irás viendo si sigues pendiente de esta bitácora, pues mi intención es continuar escribiendo y completar un nuevo año, que será el noveno 😊
Por último, otra cosilla que quería comentar:
Este blog y sus cifras
Los viajes de Ali ha cumplido en Septiembre 8 años de existencia.
Llevo más de 8 años escribiendo y publicando fotos, y no me lo creo. Aunque siempre me comprometí con esta tarea porque quiero y me gusta ¡¡el tiempo pasa muy rápido!!
Lo bueno de estos ocho años es que he aprendido cientos de cosas, sino miles. Qué es el SEO y cómo manejarlo (aunque sea un poco), algo de lenguaje html (aunque sea otro poco), de la edición de una web, de la importancia de las imágenes, de cómo hacerlo más accesible para personas con discapacidad visual.
También he aprendido cómo narrar las cosas en este medio, y creo que lo hago mejor que antes. Y en cualquier caso he creado un archivo de más de 500 artículos que es un registro de mi memoria para ti y para mi misma.
Además, me alegra comprobar cómo año tras año el blog me sigue dando grandes alegrías a nivel humano. Sigo conociendo personas bonitas, y este año me he reencontrado con alguna del pasado que no debió perderse nunca (más bien ella me encontró a mi gracias al blog). Todo un regalo que no sería posible sin esta publicación 😊.
Pues bien, en este octavo año he decidido publicar las cifras de audiencia. Sin pudor, con orgullo. Aquí van:
Los viajes de Ali ha recibido 477.025 visitas entre los meses de Noviembre 2018 y Noviembre 2019, de 284.686 usuarios únicos. Esto significa un crecimiento de casi el 29% respecto al año anterior.
Para que te lo creas, pongo un pantallazo de Google Analytics, que es la herramienta que utilizo para medir la audiencia.
No es que este blog sea un «gran blog» en términos numéricos, pero tampoco es tan pequeñito como antes. En cualquier caso, cada visita y visitante, cada comentario, cada palabra de aliento, es lo que me impulsa a seguir «blogueando».
Para terminar, quería destacar también que este año volví a presentarme al Concurso de Relatos de Viaje Moleskin, y concursé en la recién estrenada categoría de Derechos Humanos. Y mira tú, que mi relato quedó en el muy honroso ¡¡segundo puesto!! Lo puedes leer aquí.
Pues sin otro particular, toca despedir el 2019 y pensar en el siguiente 😊
ESPERO DE TODO CORAZÓN QUE EL PRÓXIMO AÑO VIVAMOS EN UN PLANETA MÁS LIMPIO, SOLIDARIO, EMPÁTICO Y FEMINISTA. NO HAY OTRO PLAN.
¡A POR EL 2020!
Los repasos de años anteriores
- Resumen 2023: nueva vida y viajes
- Resumen de 2022, el año más extraordinario de mi vida (probablemente)
- Resumen viajero del 2021, el año de las excursiones
- Repaso al 2020, el año de la debacle
- Resumen del año 2019
- Resumen de un gran año de viajes: 2018
- Resumen viajero del año 2017
- Reflexiones de una bloguera de viajes en el aniversario de su blog
- Resumen del 2016
- 2015, un año en imágenes
- Resumen 2015, un año de lo más viajero
- Fin de año 2014
- Terminando 2013
- Fin de año 2012
- Repaso anual, fin de año 2011