Actualizado el 10 julio, 2022
Gjirokaster o Gjirokastra es una de las joyas Patrimonio de la Humanidad de Albania. Esta espectacular ciudad se sitúa en las faldas de las montañas que rodean al valle del Drin, un río de aguas lechosas. Famosa por sus casas-torre y la fortaleza que se alza sobre los tejados, no te la puedes perder ¿Te vienes a descubrir qué ver en Gjirokaster? 😊
He de confesar que la estancia en Gjirokaster fue demasiado corta y por tanto frustrante. Estoy convencida de que esta ciudad de cuestas pronunciadas tiene más rincones de los que puedo contar aquí, pero espero que este artículo sirva como caramelito para convencerte de que tienes que ir.
La verdad es que no hay muchas ciudades históricas en Albania. Está Berat, Krujë y Gjirokaster. Poco más. La época comunista arrampló con el pasado, pero al menos nos dejó estas muestras. Cada una por una razón distinta.
Gjirokaster se conservó porque es el lugar de nacimiento del dictador Enver Hoxha. Curiosamente aquí también nació Ismail Kadaré, el escritor Príncipe de Asturias que aún vive y pasa allí alguna que otra temporada. Te dejo aquí una entrevista para que le conozcas un poco más.
Gjirokaster es uno de esos lugares que han visto mucho. Bueno, todos han visto mucho, pero en algunos parece que los acontecimientos se han concentrado un poco más. Por ejemplo, durante la II Guerra Mundial fue ocupada por los griegos en su intento de reclamarla. Hay que decir que Gjirokaster está muy cerca de Grecia. También fue ocupada por los fascistas italianos y por los nazis.
Pero vamos a lo que vamos…
Qué ver en Gjirokaster
El bazar de Gjirokaster
Posiblemente lo primero que veas del casco viejo de Gjirokaster sean las calles adoquinadas. Llenas de tiendas, hoy son un bazar dedicado al turismo con tiendas abarrotadas de artesanía, alguna frutería y otros pequeños comercios. También hay cafés y restaurantes en las que los hombres se sientan en diminutas mesas a fumar y charlar. A nada que te abstraes de los turistas que puede haber circulando, el ambiente es de lo más auténtico.
Son cinco calles, ni una más ni una menos, el lugar de relación social de Gjirokaster desde el s. XVII, cuando se creó la ciudad. Al final de la principal está la mezquita con su característico minarete. Se alza coqueta, con su escalinata para subir y también obtener una vista elevada de la calle y las casas. Debajo de ella hay un pequeño pasaje con un par de cafés y alguna tienda.
Por lo visto los otomanos impulsaron la vida en la ciudad. Antes, dicha vida se desarrollaba más, o casi por entero, entre los muros del castillo que se alza imponente sobre la ciudad. No obstante el bazar original fue destruido por un gran incendio, y se reconstruyó en el siglo XVIII. Lo que hoy podemos ver es una restauración hecha en 1912, conservando el aspecto del siglo anterior.
Desde las calles centrales del bazar puedes callejear hacia el lado contrario del castillo. Por las mañanas todo está realmente tranquilo incluso en agosto. Las señoras vestidas de negro vienen y van, o andan en sus quehaceres. Los autobuses vetustos y los coches valientes suben por esas calles tan empinadas y el adoquinado resbaloso. Los gatos te miran fijamente, como en todas partes. Es realmente bonito y como digo, da para estar sin más pretensiones que ver la vida pasar.
No te olvides de patear el bazar por la noche. Está lleno de vida, al menos hasta las once o las doce de la noche, y en verano es más que probable encontrarte con un cantante griego haciendo las delicias del público en un miniescenario 😅
Las casas-torre de Gjirokaster
Si Gjirokaster tiene una característica que la diferencia de otras ciudades históricas de Albania es esta, las casas-torre. No es que no existieran en otras ciudades, es que ya no quedan en pie. Pero aquí sí.
Las casas-torre son una construcción otomana. Se las denomina así porque la fachada se presenta dividida en dos torres, unidas por un módulo intermedio que puede ser en forma de arco, y un segundo piso con galería o balcón que comunica dichas torres. Dicen que desde estos balcones los hombres podían sentarse a vigilar el valle. Además, el segundo piso suele sobresalir del primero sujeto con vigas de madera. Desde abajo parecen los cascos de barcos varados.
Hay varias casas-torre que se pueden visitar. En nuestro caso fuimos a la Casa Skenduli. El nombre es el apellido de la familia y fue construida en el año 1700. Durante el régimen comunista fue el Museo Etnográfico, pero cuando este cayó la familia reclamó su propiedad y hoy ha vuelto a sus manos. El museo se ha trasladado a otra casa cercana.
Tras pasar a un patio delantero pequeño y umbrío, esperamos nuestro turno. Visitamos la casa Skenduli con una chica albanesa que es un torbellino. Enérgica, explica todos los espacios y datos del lugar con mucha pasión. Al final confiesa que ella es parte de la familia Skenduli.
La casa tiene dos entradas, una para las personas y otra para los animales. Subiendo unas escaleras de piedra que están entre las dos torres, llegamos a la primera planta en la que se abren varias estancias para guardar los alimentos y otros enseres de la casa. También tiene un pozo donde proveerse de agua. Todo un lujo en el siglo XVIII. Y es que sí, en estas casas había mecanismos de lo más moderno, como pequeños ascensores para subir objetos.
Durante la visita aprendo que la construcción de estas casas tenía en cuenta la posibilidad de los terremotos, por lo que los muros se levantaban insertando una viga de madera de castaño a cada metro de pared.
La casa Skenduli tiene 64 ventanas y 44 puertas, 6 baños y algunos hamman (¡ni la casa de la Preysler!). En ella vivían entre 25 y 30 personas. Toda la familia extensa, vaya.
En muchos dinteles, puertas y armarios, se puede observar una flor grabada en la madera. Es la flor de la granada, porque esta fruta es símbolo de suerte y prosperidad. Cuando la chica torbellino nos lo estaba contando, nos dio como razón que los pipos de las granadas son muchos. Podríamos añadir “y parecen joyas” ¿no crees?
Los pisos superiores son un pequeño laberinto en el que hay habitaciones ocultas. Hay paneles con celosías de madera en la parte superior de los muros. Por ahí las mujeres podían observar a los hombres y los visitantes de la casa sin ser vistas. También hay preciosas chimeneas encaladas o incluso decoradas con pinturas de motivos vegetales, aunque estas precisamente no nos dejan fotografiarlas. Y todo se completa con una mezcla un tanto kitsch de objetos y cuadros de distintas épocas.
Aquí hay un telescopio frente al balcón. Allí hay un baúl antiguo muy decorado. Las colchas de las camas son como de pelo de animal, pero teñidas de rojo. En el patio hay una jaula con un par de pájaros de plástico Made in China.
Según nos dijeron, esto de colgar cosas horteras es una costumbre que sirve para espantar el mal de ojo. La costumbre sigue vigente en Albania.
✍ Entrada a la casa Skenduli y horario (agosto 2021): 200 lekë o 2 euros. La casa abre de 9 a 19 h.
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El castillo de Gjirokaster
Antes o después tendrás que subir al castillo de Gjirokaster. Créeme que no te arrepentirás.
El camino no tiene pérdida y es bastante cómodo aunque un poco empinado. Cuando llegas a la puerta principal, vas a empezar a alucinar con las dimensiones de los muros, la altura de los arcos, y la galería principal con dos hileras de cañones y alguna otra pieza, todo de la II Guerra Mundial. Si eres aficionado a las piezas de esa guerra, te va a encantar.
A un lado están las prisiones de Gjirokastra, construidas en 1929 y utilizadas por los sucesivos cabrones que han pasado por allí, incluido Enver Hoxha. Busca la placa que informa de los asesinatos de anticomunistas que hubo aquí entre 1944 y 1970.
Al final de este pasillo sales a un patio gigante y un gran mirador desde donde contemplar la ciudad con sus tejados grises, el valle y las montañas. Si no hay mucha calima, las vistas son espectaculares.
Al asomarte para ver el panorama, si no te has dado cuenta antes, te sorprenderá la uniformidad de los tejados de pizarra de color gris. He leído que en el periodo bizantino recibió el nombre de Argyropolis o Argyrokastron, nombres griegos que significan “ciudad” o “castillo de plata” porque cuando llueve los tejados y los adoquines de piedra brillan como si fueran plata. No sé si los adoquines y tejados de hoy en día proceden de esa época tan atrás en el tiempo, y no he tenido la experiencia de ver llover allí, pero me lo creo.
Contrastando con este panorama medieval, justo allí está expuesto un avión caza de la década de los 90, en la época de la Guerra de los Balcanes.
Este es el lugar ideal para que te cuenten la leyenda que dice que una mujer llamada Gjiro se lanzó al vacío con su hijo desde lo alto de las murallas para evitar caer en manos de los otomanos. Una leyenda casi calcada a la que leí sobre la ciudadela de Gozo.
El caso es que de esta forma se narra el símbolo de rebeldía en que se erigió a Gjirokaster en el imaginario albanés. Una rebeldía que continúa viva. En estos tiempos de democracia también ha demostrado en varias ocasiones dicho espíritu con manifestaciones contra el gobierno, o el atentado que hizo saltar por los aires la casa natal del dictador Hoxha. Cuidadito con los de Gjirokaster.
El artífice del castillo actual fue Ali Pasha de Tepelenë, que le dio la apariencia actual en 1811
Ali Pasha o Alí Pachá conquistó la ciudad y echó a los otomanos, que llevaban allí 400 años. De hecho la convirtió en un bastión de la liberación albanesa. Un personaje con claroscuros y rodeado de leyendas. Por ejemplo, dicen que tenía un harén compuesto por la mitad de hombres y la mitad de mujeres.
Además, construyó un acueducto para llevar agua del castillo a la ciudad. El agua es un problema en Gjirokaster, en especial en los meses de verano, que son muy secos. Antes se almacenaba el agua de lluvia en las cisternas de las casas, y en el castillo había varias de grandes dimensiones. De hecho, una de ellas aún se utiliza. De ahí que el «invento» del acueducto fuera tan importante. Traía agua desde unos manantiales que están a 10 kilómetros de la ciudad.
La fortaleza no termina en ese primer mirador. Siguiendo la calle que forman las antiguas celdas hasta un pasaje terminado en arco, llegas a otro espacio. Es abierto y tiene aspecto de gran plaza. Hay una especie de escenario con una estructura que sirve para soportar los focos de espectáculos. Tiene forma de… ¿yurta? Ya sabes, las viviendas de los nómadas de Asia Central.
Gjirokaster es el escenario del Festival Nacional del Folklore que se celebra cada cinco años. El primero se celebró en 1968 para celebrar el cumpleaños de Enver Hoxha, el dictador comunista, pero se ha mantenido en el tiempo hasta mayo de 2015. Creo que no se celebró en 2020 por la pandemia de covid.
Al fondo, destaca un edificio con la torre del reloj (encargada por Ali Pasha), y algunas casas más. Esta era la zona donde se hacía más vida y por donde antiguamente se accedía al castillo.
Ya sólo queda volver sobre tus pasos e iniciar la bajada. Hacia media mañana ya se han instalado algunas personas disponiendo sus cosillas para vender a los escasos turistas. Son gente mayor y este es su medio de vida, o un complemento a su pequeña economía. La señora de los bordados y su hija, la que vende vasitos de moras por 100 lekë, el artesano que hace grabados con martillo y cincel, exactamente igual que los mongoles del desierto del Gobi.
✍ Entrada al castillo de Gjirokaster y horario (agosto 2021): 400 lekë / reducida 200 lekë. El castillo abre de 9 a 16 h en invierno y de 9 a 18 h en verano.
En resumen, si vas a Gjirokaster no te puedes perder su castillo, visitar al menos una casa-torre y callejear mucho. Y te recomiendo que le dediques al menos un día completo y pases mínimo una noche 😊
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Muchas gracias por toda la info, tenemos pensado dedicarle 1 día completo a esta ciudad ¿sería suficiente? un saludo!!
Hola Álavaro! Sí, yo creo que 1 día completo es suficiente 😊😊
¡Disfrutadlo!