La visita a los pueblos del macizo del Canigó me dejó un buen sabor de boca, en sentido literal y poético, si me permites la licencia. El patrimonio cultural y ambiental de esta región son injustamente poco conocidos en España, así que déjame decirte que es muy buena idea escaparte a explorarlos ¿Te vienes? 😊
Si tuviera que recordar un rincón, un elemento, sería el que encontré en Palalda, el pueblecito medieval que se encarama a las faldas del Pirineo Catalán, junto al moderno Amèlie-des-bains: una puerta.
Sí, me enamoré de esa puerta que daba paso al interior de la iglesia románica, oscura y pequeña, mucho más de lo que parecía desde el exterior. Es una puerta sencillamente espectacular con su revestimiento de formas circulares de hierro. Hierro que seguramente haya sido extraído de las entrañas del Pirineo, en las minas cercanas. Hoy están abandonadas pero son muy recordadas porque eran la riqueza de la comarca hasta hace no tanto tiempo.
Estamos en las montañas y sin embargo el mar asoma cada dos por tres, en el horizonte. Una pequeña línea azul difusa, un pequeño triángulo entre dos montañas, allá a lo lejos. El aire es limpio y transparente. Y aunque el sol pega con fuerza, la sombra es fresca y reconfortante.
Los pueblos del macizo del Canigó se merecen ser conocidos y reconocidos
Así es. En los pueblos del macizo del Canigó encontrarás abadías románicas y fiestas de larga tradición. Todo entremezclado con el magnífico patrimonio natural. De hecho, es la provincia de Francia con más sitios protegidos. Cuatro reservas naturales, una clasificada por la UNESCO, dos de los pueblos más bellos del país galo y la honorable clasificación de «Gran paraje de Francia» en el año 2012.
Además, actualmente se trabaja para que sea accesible para todo el mundo 🥰
El pueblo de Amélie-les-bains
En Amèlie-des-bains nos encontramos con una fiesta puramente catalana, la de San Eloy y los transportistas. Donde los niños y los mayores se visten con la ropa tradicional. Es la vestimenta catalana, la misma que la del otro lado de la frontera. Los fajines, los gorros, las puntillas de ellas, y las cintas con la bandera a rayas rojas y amarillas.
Es la fiesta de los burros. Un sincero homenaje al asno catalán, el esforzado animal que era el principal apoyo de todos los trabajos. Para la tierra y la mina, para el transporte, incluso para la compañía ¿por qué no?
No nos dio mucho tiempo a ver el pueblo en sí, ya que después de comer con los vecinos y autoridades del pueblo, nos llevaron a…
El centro medieval de Palalda
El «Centro Medieval de Palalda» creció alrededor del castillo y la capilla. Es como el parte vieja de Amélie-les-Bains.
Además de la puerta antes citada y mostrada, que recordemos me enamoró, descubrimos un dédalo de calles entre muros de piedra. Piedra de la montaña, refrescada con plantas y flores por todas partes.
Las esquinas de las casas son a menudo redondas, circulares, y eso da un aire de suavidad que se agradece. A pesar de la hora (mediodía) y los fuertes contrastes del sol.
Un pueblo precioso. Sí, precioso, esa es la palabra.
Palalda estrenaba ese día una exposición en el museo de Correos. Con gran orgullo nos la mostraron el alcalde, el teniente-alcalde, y los patrocinadores del museo venidos para la ocasión.
La exposición recién inaugurada está dedicada al granate, otro mineral de la zona con el que se elaboran y se han elaborado preciosas joyas.
Junto a las piedras y las herramientas de antes, hay pequeñas muestras de otras industrias que se intentan recuperar en la comarca del Macizo del Canigó para solaz del turismo. Alpargatas, textiles de algodón teñidos con tintes vegetales, herrería, cuchillería…
También tuvimos ocasión de merendar pan recién hecho en el horno tradicional y comunal, aderezado con ricas mermeladas caseras.
Uf, aún no habíamos hecho la digestión de la comida que habíamos compartido con los vecinos de Amélie-les-bains a base de embutidos, paté casero y carnes a la brasa, pero… ¡quién se podía resistir!
Arlés-sur-Tech
Y llegamos a la tercera y última parada a destacar en los pueblos del mazico del Canigó, no por ello menos importante. Se trata de Arlés-sur-Tech, un lugar lleno de historia.
Para empezar, no te pierdas el Molins des Arts. Quédate con este nombre porque merece muchísimo la pena pasar por allí, como hizo en su día el maestro Dalí, e invertir un par de horas en los talleres de los artesanos. Se puede conversar con ellos (algunos saben hablar español o catalán). Y se puede admirar las industrias que se siguen haciendo como siempre se han hecho. El lugar es un antiguo molino de aceite de la localidad.
Allí mi boca se abrió de admiración cuando me encontré con toda una nave cubierta de rollos de hilo de algodón de todos los colores
Dispuestos para producir el tejido catalán, un textil de fama en toda Francia por su buena calidad (y que se vende a alto precio, todo hay que decirlo). Siempre con un diseño de rayas que a veces incorpora pequeñas cenefas, y donde los colores de cada pieza no son casuales porque cada pueblo tiene los suyos. Por ejemplo, en los colores del tejido de Arlés-sur-Tech encontramos:
- Gris turquesa para representar el agua.
- Marrón para las rocas.
- Gris casi negro para el pasado minero.
- Rojo y naranja para evocar el fuego de la fragua y las hogueras de San Juan, y el sol, claro.
Volví a abrir la boca cuando me encontré con una sala de máquinas de tejer de la época de la Revolución Industrial
Recordé entonces las que vi en pleno funcionamiento en aquella parada de la Ruta de la Seda en Fergana. Las de aquí ya no están activas, pero en una pantalla podemos ver una película en la que se ve cómo lo hacían, a ritmo de una bonita sardana.
Qué decir del herrero, consumido por el calor. Trabajando sin cesar frente al fuego, con el fuego, en el fuego
En Arlés-sur-Tech se alza también una de las abadías más antiguas fundadas en Cataluña
Fue al principio de la reconquista de Carlomagno, allá por el año 778-780. En el siglo IX se trasladó a la ubicación actual, porque la primera edificación fue en el vecino Amélie-les-Bains.
En el interior de la iglesia destaca la capilla de los santos Abdón y Senén, insertos en un retablo prebarroco del siglo XVII. Estas dos figuras representan a unos mártires persas, y aún se les venera. La leyenda dice que eran enterradores cristianos que al ser apresados por el emperador romano Decio, afirmaron reconocer sólo a Jesucristo como Dios.
Después de ser azotados con plomadas (bolas de hierro, creo), les arrojaron al circo y soltaron a tres feroces leones y cuatro osos, y resulta que los bichos se echaron a sus pies rindiéndoles pleitesía. Así que como siempre, la mano del hombre les mató, pues el emperador creyó que se había obrado algún acto de magia.
Bonita y como siempre cruenta leyenda. Parece ser que la Iglesia Católica les tolera pero no les reconoce.
Sobre la puerta principal, restos de pinturas románicas preciosas.
Por último… no dejes de probar las rosquillas de este pueblo, ni las del de Amélie-des-bains. Compiten por las mejores, cada uno convencido de que, por supuesto, son las suyas. Y te diré que ambas están riquísimas. No, no tengo fotos de las mismas, se ve que estaba demasiado ocupada comiéndolas :D
Este artículo es parte del viaje de prensa organizado por Turismo de Pyrenees-Orientales, en el que participé en Junio de 2015.
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Me encantaron las fotos. Me dieron muchas ganas de visitar el lugar :)
Qué bien, Eli! me alegro mucho, gracias por pasarte y comentar, y por supuesto, visita, visita, que merece la pena :)
Es verdad que son magicos estos pueblos catalanes , desde que llegue alli que de encantado , tanto que ahora Vivo en l’as montanas de los Pirineos orientales , soy Artesano y fabrico artesanias con la naturaleza de catalunya, ahora trabajo en los mercados de esta Hermosa région , gracias Alicia por tu compartir !!🌈✌️
Gracias a ti por comentar! disfruta de ese pequeño paraíso :)