Nos trasladamos a Vik, donde encontramos una ventisca de agua y viento importante. Prácticamente no paramos, ya que la cosa estaba bastante mal. Aun así pudimos disfrutar de los paisajes de Islandia de esta parte sur de la isla, cercanos a la capital, y hoy te lo cuento aquí.
Por culpa del mal tiempo desistimos de subir al acantilado de Dyrhólaey. Una verdadera lástima ya que desde allí se puede contemplar esta parte de la costa que es majestuosa y las aves que anidan allí, entre ellas mis deseados frailecillos. Da igual, los paisajes de Islandia son tan imponentes que las adversidades no estropean nada.
Paisajes de Islandia: Vik, la pequeña población islandesa
Después de lo que habíamos visto, parecía poco probable que el viaje fuera in crescendo, pero en mi opinión así fue aunque resultara un tanto frustrante. Ese día aprendí que entre la lluvia y la nieve, me quedo con la segunda 😅.


Playa de Reynisfjara
Así las cosas, nos dirigimos a la playa de Reynisfjara, cercana a Vik. Se trata de una playa negra, de guijarros volcánicos moldeados por las furiosas olas que aquí se estrellan y que pudimos «probar» en persona.
Afortunadamente sin damnificados, siendo un sitio peligroso. Nos dijeron que el verano pasado un viajero murió allí ahogado.

El temporal arreció. Fue el peor momento que pasé en todo el viaje. Y no sólo por sufrir los elementos en carne propia. También por la impotencia de no poder parar, alzar la mirada y contemplar tranquilamente el espectáculo de un acantilado de columnas basálticas, las formaciones rocosas que entran en el agua, y sencillamente las piedras no sólo negras, sino también rojas y de otros colores que pueblan este lugar.
Lo malo del tiempo es que no le puedes echar la culpa a nadie, je, je. O lo bueno, según se mire 😉

Lo intenté, vive Dios!! Incluso el mar me pegó un susto. De repente arremetió como salido de la nada dando la vuelta al acantilado donde se supone que estaría más protegida.

Hice algunas fotos, la mayoría con gruesas gotas en el objetivo (menos mal que al menos llevaba el filtro UV para protegerlo algo). Y esta vez sí, me despedí del lugar con un sentimiento de frustración importante.
Hoy echo la vista atrás y pienso que fue toda una experiencia andar unos 200 o 300 metros con ese viento y esa lluvia. De verdad, resulta difícil explicarlo a los que no han estado allí.
Después he visto dijeron que es bastante habitual encontrarte con un tiempo como este en Reynisfjara. En el blog de Roam the rock puedes leer una experiencia similar e incluso ver un vídeo.
No sé si me alivia o me desespera pensar que vayas cuando vayas, es muy probable que no puedas disfrutar del lugar como se merece. Aunque bien mirado, quizá su fuerza resida en ello.
👉 Si tienes suerte y el tiempo acompaña un poco más en tu viaje, te sugiero que te apuntes a este paseo a caballo por la playa Reynisfjara. ¡Tiene que ser una pasada!
Skógar y el señor Pórdur Tómasson
A continuación nos movemos a Skógar. Sí, esto no es un paisaje de Islandia como tal. Quizá un paisanaje, pero quería hablar aquí del museo de Skógar porque está en la ruta de Vik.
Se trata del museo regional que llaman «folklórico» (yo diría etnográfico…), y que me sorprendió muy gratamente.
El señor Pórdur Tómasson, de 92 años (en el año 2012), es el fundador, y allí estaba al pie del cañón con una vitalidad envidiable.
El señor Tómasson empezó a recoger objetos antiguos de su aldea en el año 1945, y después de las aldeas vecinas. Me refiero a libros, objetos cotidianos de pesca, agricultura y tareas domésticas. En 1949 se expuso por primera vez la colección en una sala de la escuela de Skógar.
Desde entonces (y afirma que aún hoy en día) los islandeses de los alrededores y también de puntos más alejados, enterados de la iniciativa de Tómasson, no han dejado de hacer aportaciones al museo. Un buen ejemplo de cultura colaborativa.
En 1968 se empezaron a construir las antiguas casas de turba donde se recrea con todo detalle (y lo recalco, con todo detalle), cómo vivían en tiempos pasados. Entrar en sus habitaciones es un viaje temporal al que sólo le faltan las personas.


Más tarde se construyó la iglesia recreando el estilo medieval islandés, así como la escuela y algún otro edificio. Todo con todos sus detalles.

Después de visitar el edificio principal y de que el propio Tómasson nos hiciera una demostración tocando un antiguo instrumento musical y cardando lana, digamos que «se vino arriba» y se fue para la iglesia invitándonos a seguirle.

Se puso a tocar y cantar salmos con el clavijo (una especie de piano pequeño) de la iglesia ¡¡Parecía sacado de una película!!! 🥰
Después, no contento con ello, y aclarando que él es católico y que no le caen bien los protestantes (supongo que al ser españoles, dio por hecho que somos católicos), se fue a la escuela y allí tocó otro par de piezas. Un tipo entrañable este Tómasson, con el que mi padre hizo muy buenas migas 😀

Objetos curiosos en el museo de Skógar
En el museo propiamente dicho me llamaron la atención unos zapatos muy frágiles que había colgados de la pared. Nos contaron que están hechos con «piel de pescado» o piel de otros animales, muy fina.
Los reforzaban con suelas interiores hechas de lana tejida por las mujeres, de alegres colores y dibujos. Aun así para aquellos terrenos y clima, el refuerzo era más testimonial que otra cosa.

De todas formas no hay que olvidar que la lana que se teje en Islandia es hidrófuga, es decir, que repele el agua. Una de las grandes propiedades de los típicos jerseys que se venden en muchas tiendas (carísimos, por otro lado).
Volviendo a los zapatos, precisamente por su fragilidad las distancias se medían en pares de zapatos gastados!!

También me gustó mucho una gran foto que presidía una de las salas, junto a la barca de pesca completa que se ha conservado. En la foto, un grupo de pescadores muy bien vestidos posan ante la cámara. Iban de compras a otro puerto y por tanto lucían sus mejores galas 😊
Todo ello me recordó a la novela que tenía entre manos, «Entre cielo y tierra» de Jón Kalman Stefánsson. Precisamente habla de aquéllos tiempos y de la durísima vida de la isla. Aquí tienes la reseña que escribí para Leer y Viajar 😊
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Más paisajes de Islandia: las cascadas Skógafoss y Seljalandfoss
Pareciendo de que el día empezara a clarear ligeramente, nos trasladamos a otro plato fuerte de la zona: las cascadas de Skógafoss y Seljalandfoss.

Me encantan las cascadas. Para mí son un verdadero espectáculo de la naturaleza donde se puede contemplar la fuerza del agua y la belleza de la misma. Donde me acuerdo siempre de lo frágiles que somos.

No me defraudaron. En las fotos no se aprecia bien su magnitud y la altura, pero son enormes!!

En ambas el hielo aún se resistía a irse, aunque no estaba tan presente como en Gullfoss. Por supuesto, de nuevo empezó a llover mucho, como ya era habitual en este viaje por Islandia a principios del mes de mayo.

En Seljalandfoss se puede pasar por detrás de la caída de agua de la cascada, pero yo no me atreví porque había mucho hielo en el suelo. Otros valientes sí lo hicieron, y por suerte sólo acabaron empapados.



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De verdad que me encantaría ser capaz de documentar cada viaje que he hecho como tú lo haces.
Gracias de nuevo por dejarnos este recuerdo.
JoseA.
Gracias Jose Antonio!! nada, todo es ponerse, que a veces cuesta pero tiene su recompensa ;)