Dicen los mallorquines que cada vez que un amigo va a visitarles, al menos por primera vez, hacen esta ruta por los pueblos de la Tramontana. Y digo yo que será muy típica, pero no por ello es menos bonita. Así que aquí te la traigo. Además, si los lugareños ofrecen esta ruta a los visitantes es porque es buena, ¿no? 😉
Ruta por los pueblos de la Tramontana
¿Sabías que la Siera de la Tramontana (o Tramuntana) es Patrimonio de la Humanidad? ¿Y que varios de estos pueblos son el escenario de la temporada 2 de la serie española La Caza (de hecho, la temporada se llama Tramontana)? Estas son sólo un par de excusas «tontas» para hacer la ruta, pero por supuesto en ti queda la decisión.
Si vas a pasar varios días en Mallorca, te sugiero que leas mi guía completa de Palma de Mallorca.
Los cinco pueblos de la Sierra de la Tramontana que te propongo, con un buen final en la costa para terminar el día, son:
Si no dispones de coche y no quieres alquilar uno, hay varios tours que puedes hacer para conocer Mallorca, desde la capital:
–Tour por Valldemossa y Sóller.
–Excursión por Mallorca, dando la vuelta a la isla en un día, en tren, autobús, barco…
–Tour en tren a Sóller y paseo en barco a Sa Calobra.
Como verás a continuación, la ruta tiene algo de interior y bastante de la abrupta costa oeste de Mallorca.
Primera parada: el pueblo de Sóller
Sóller es quizá el más famoso de esta ruta por los pueblos de la Tramontana.
Se puede llegar por carretera, atravesando un túnel que horada la montaña, o en tren desde Palma de Mallorca, y no es un tren cualquiera. Se trata de un tren de época, una forma encantadora seguramente de llegar hasta aquí, aunque no puedo decir mucho más que un «y si…». Quizá en otra ocasión me vaya para allá en este medio.
Si llegas antes de que los turistas se hayan adueñado de las calles, incluso de que se hayan adueñado de los comercios y bares de Sóller, mejor que mejor. Lo digo porque a lo mejor la visita se desvirtúa un poco con el gentío.
De todas formas, es un buen inicio de ruta para empezar a admirar las calles típicas de los pueblos de la Tramontana.
Calles estrechas con edificios señoriales, de piedra. Contraventanas de madera, pintadas de verde o azul. Parece que te hablan, que todas tienen una historia detrás (sea así o no).
Y toda esa piedra y arquitectura de montaña, a un paso del mar. A mí personalmente se me hace raro, pero como los contrastes me gustan, pues me gusta 😊
Sóller tiene puerto, aunque está ubicado a 3 km. del pueblo. Y más allá de callejera, en Sóller puedes visitar los siguientes lugares (aunque hay más):
El museo modernista Can Prunera
El Museo Modernista Can Prunera es una pequeña joya casi insospechada, la verdad. Una se pregunta qué hace aquí un museo como este, pero claro, buena parte del museo es la casa en sí misma 🤗
Una casa completamente modernista, con sus vidrieras de colores, suelos cerámicos pintados con los colores de la tierra y el cielo, muebles de la época -la mayoría originales de la casa-. Hierro forjado. Cristal.
El museo Can Prunera es un magnífico ejemplo del Modernismo en Mallorca, no me cabe duda.
Paseando por sus habitaciones puedes tener la sensación de estar en los principios del siglo XX, que es cuando se desarrolló este movimiento artístico y cultural.
Formas circulares, motivos florales y animalísticos, se adueñan del espacio y no sé, el aire está cargado de romanticismo y también de vitalidad, de languidez y de vida.
Aun así, mi anfitriona y amiga Marita de Viajes de Marita, me cuenta que las habitaciones interiores eran utilizadas para los moribundos de la casa, y para velarles una vez fallecidos. Puro contraste de contrarios, todo.
Además de las estancias y la decoración modernista, como es un museo también exhibe piezas de artistas. Hay un poco de todo, pero hay que destacar obras de Paul Klee, Joan Miró, Georg Baselitz, Man Ray y Santiago Rusiñol en su colección permanente.
En los sótanos de la casa, donde aún está la cocina auxiliar y más cerámicas magníficas, es donde se despliegan las exposiciones temporales.
Lo dicho, una delicia que se completa con un pequeño jardín trasero acogedor y poblado de esculturas.
La Plaza de la Constitución de Sóller y la Iglesia de San Bartolomé
El epicentro de los visitantes y del pueblo de Sóller es la Plaza de la Constitución. Llena de detalles, hay que pararse un rato y fijarse en ellos. Además, no será raro encontrarse con personajes y escenas curiosas, como la del pintor japonés
El pintor japonés se vino para acá hace muchos años y se dedica a perfeccionar su técnica puntillista pintando una y otra vez la fachada de la iglesia de San Bartolomé. Su historia me la acabo de inventar, pero al pintor, no, que allí estaba 😉
En esta plaza hay también varias terrazas con los que vienen y van, desayunando al fresco, tomando el vermout, comiendo. Y el tranvía de madera pasa una y otra vez por el costado de la iglesia. Todo ello guardado por los edificios de piedra caliza extraída de esta sierra. Edificios de corte modernista y barroco.
La iglesia de San Bartolomé, que preside todo, parece elevarse hacia las alturas. Es una mezcla de estilos. Su interior no es muy llamativo pero tiene vidrieras bonitas y algún que otro rincón digno de ser visto, aunque sea por lo inquietante de la escena esculpida o pintada.
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Segunda parada: Fornalutx
Ahora sí, nos metemos más en faena subiendo más a la montaña.
Fornalutx es un pueblo precioso, absolutamente precioso. Casas y calles muy cuidadas, encaramadas en la ladera, rodeado de huertas. Sus gentes miran pasar a todos los que vamos y charlan amablemente si se les da palique.
La piedra y las contraventanas de madera son las reinas. Los amplios patios que crean rincones maravillosos donde leer, dormitar, o lo que sea. Mediterráneo por los cuatro costados.
No hay duda de que estamos donde estamos y pasear por aquí un buen rato es un placer. Mirando hacia las montañas, o suspirando por quedarse a pasar unas noches en alguno de sus hoteles con encanto en los que entramos a curiosear. Ganas de quedarse para relajarse, olvidarse del mundanal ruido, escapar y no pensar.
Pero hay que seguir, o se nos va el día! 😅😅
Tercera parada: Deià
Salimos al mar. Sí, ya estamos en el mar, pero desde la alturas de la que sigue siendo la sierra de la Tramontana. Deià es bonito, pero voy a poner más en valor su ubicación.
Es como una atalaya, mirador desde donde podemos contemplar el Mediterráneo, que es alucinante. De esos sitios donde parece que es posible echar a volar.
Y después, o antes, hay que bajar a la cala Na Foradada. La primera cala de esta ruta.
Pequeña, de piedras y aguas cristalinas, con el típico bar o chiringuito sombreado por cañizos y un ambiente totalmente mediterráneo. Sí, otra vez he dicho esto de «mediterráneo» pero es que es así!
Atención: bajar andando está bien pero subir es una paliza, más con el calor veraniego. Y por otro lado, parece que últimamente goza de muchísima popularidad, quizá demasiada. Es probable que en verano esté masificada.
Cuarta parada: Valldemossa
Para mí, la reina de esta costa mallorquina y de la ruta por los pueblos de la Tramontana es Valldemossa. Ya me contarás si piensas lo mismo cuando vayas.
Valldemossa está muy cerca de Deià y es un lugar perfecto para disfrutar de la rica gastronomía de Mallorca.
Un buen sitio es el restaurante Can Mario, que también es hostal. Un sitio familiar, frecuentado por los isleños. Al entrar parece que entras a visitar a alguien, porque es como cualquier casa solariega de la isla. Con su recibidor enorme y lleno de sillas que parecen esperar a los invitados de una celebración. Con esa decoración que delata el paso del tiempo y está repleta de recuerdos familiares.
El restaurante está en el piso superior y es como un mesón de toda la vida, con una cocina riquísima. Si vas, no te olvides de reservar con antelación, y no dejes de pedir ali-oli, caracoles y una buena carne o pescado. Vas a flipar.
Antes o después hay que darse un paseo por esta villa señorial, de origen árabe. Este fue, además, el escenario principal de la T2 de La Caza.
Dicen que «Mossa» viene de «Mussa», el dueño y señor de la primera comunidad rural del sitio o alquería.
Entre lo que hay que ver en Valldemossa destaca, por encima de todo, la Cartuja de Valldemossa. En este lugar se alojó la pareja romántica formada por el maestro Chopin y el poeta George Sand durante el invierno de 1838-1839.
No fueron estos los únicos huéspedes ilustres de la Cartuja. Si quieres pisar el mismo suelo que Rubén Darío, Jorge Luis Borges, Jovellanos y Santiago Rusiñol, este es tu sitio.
Otro detalle a descubrir en tu paso por las calles de Valldemossa: los azulejos que ruegan a Santa Catalina, y que en diferentes escenas rurales, la representan. Todas las puertas y ventanas del pueblo lucen uno.
Quinta parada: Banyalbufar
Difícil nombre este, al menos para el foráneo: Banyalbufar. Otro pueblo colgado sobre los acantilados, distribuido en terrazas y con el mar a tus pies mires desde donde mires.
Ahí debajo está también nuestra segunda cala de la ruta (nos hemos dejado unas cuantas por el camino, pero en un día es imposible abarcar más).
Un caminito estrecho nos lleva hasta la pequeña franja de arena en la que recalar, nunca mejor dicho, para darse un buen baño.
En dicho camino rodeamos los restos de una torre que servía a los antiguos para comunicarse a grandes distancias, y también para vigilar el mar y avisar de la presencia de piratas. Las hay por toda la costa mallorquina.
Pero antes de emprender el paso por dicho camino, asómate a los cortados de piedra caliza que parecen labrados ex professo para el sitio.
Qué bueno es para el alma eso de sentarse ante el mar, perder la mirada y los pensamientos en él.
Fin de la ruta: Port d’Andraitx
Toca volver a la ciudad, a Palma de Mallorca, pero… ¿qué tal si paramos en el puerto d’Andraitx a tomarnos una copa viendo uno de los preciosos atardeceres mediterráneos?
Port d’Andraitx tiene un puerto resguardado que suele estar lleno de embarcaciones de recreo y guiris, así que esta es una buena ocasión para observar a esta «fauna» tan peculiar.
Todos emperifollados con modelos que pueden llegar a ser marcianos, luciendo unos bronceados imposibles, y en cualquier caso caras de relax y felicidad.
Un rincón de dolce vita, en el que se nota que hay dinero. Un ambiente que no me va, pero que en compañía de buenos amigos se lleva muy bien, y con mucho humor, que es lo que pide el cuerpo. Y por qué no, las copas con atardeceres como este saben muy bien.
Te aconsejo que pares en uno de los bares más de moda (sino el que más), pero con precios muy asequibles para cenar de raciones y con opciones de copas bien ricas: el Mitj & Mitj. Situado frente a la salida del puerto, para no renunciar a las mejores vistas del lugar, no tiene pérdida. Ah, en verano hacen conciertos los miércoles 😉
Lo dicho, absolutamente mediterráneo, todo. Un placer y millones de gracias a Marita y Mariano por regalarme esta ruta por los pueblos de la Tramontana tan inolvidable ❤️❤️
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¡Gracias a ti, preciosa! Fue un placer compartirlo contigo, ¡vuelve pronto amiga!
Placer mutuo!! Nos vemos, claro que sí ??
Acabamos de recrear este viaje y, sin duda, es muy recomendable seguirlo como ejemplo. Un dīa inolvidable al que añadirīa dos pequeños grandes detalles: la coca de patata en Valldemossa y el granizado de almendra… (je, je).
Muchas gracias por la información, por los consejos y por contribuir a hacer de hoy un día familiar maravilloso a pesar del calor.
Mil gracias por hacérmelo saber, me hace mucha ilusión!