Febrero de 1937. Franco rodea Madrid excepto por un lado, el de la carretera de Valencia. Sus tropas han cruzado el río Jarama por dos puntos y quieren alcanzar el valle del Tajuña para remontarlo hasta el valle del Henares y terminar de envolver la ciudad. La República necesita mantener libre esta vía para que Madrid sobreviva y para que el gobierno legal, ya trasladado a Valencia, no caiga. La Batalla del Jarama fue una de las luchas más cruentas de la Guerra Civil española, con miles de muertos. Y un desgaste tremendo para ambos bandos. Humano y de recursos. Dicen que es la primera batalla «moderna». Duró casi todo el mes de Febrero.
La Batalla del Jarama terminó en un empate, pero sirvió para proteger a Madrid…
… Y la guerra se prolongó, porque Franco decidió mirar hacia otros lados. Ya volvería.
El primer fin de semana de Marzo se ha celebrado en Morata de Tajuña, uno de los municipios cercanos al campo de batalla, una representación de lo que fue esa batalla. Ya llevan varios años haciéndolo, siempre por iniciativa de grupos de aficionados y voluntarios.
Cuando llegas, impresiona cruzarte en las calles de Morata con hombres (y alguna mujer) perfectamente vestidos de soldados republicanos y nacionales.
Uno de ellos, Jorge, se acerca a mi. Me dice que tiene una página web llamada Rutas Bélicas, y que si veo que tengo fotos buenas, o que me gustan, contacte con él después para compartirlas con el resto de aficionados que han ido a participar en la recreación histórica. Mientras me habla, siento que he viajado en el tiempo, tan buena es su caracterización.
Lo dicho, impresiona.
Las fotos ya están en camino :)
El programa del día es, suele ser desde hace unos años:
- Por la mañana, de 12 a 14 h., museo viviente en la Plaza Mayor de Morata de Tajuña, con degustación de gachas (muy ricas) elaboradas por la asociación de mujeres del pueblo.
- Por la tarde, a eso de las 17.30 h., recreación de la batalla del Jarama en un montecillo que está junto a la entrada al pueblo, viniendo de Madrid.
- Entre una cosa y la otra, el Museo de la Batalla del Jarama, el único dedicado a la misma y que también es fruto de una iniciativa particular. Este día, además, la entrada es gratuita (el resto hay que pagar una pequeña cantidad que ayude a su mantenimiento).
Si algo tuviera que destacar de esta jornada dedicada a conmemorar el aniversario de la Batalla del Jarama, es la orientación humana del evento
Un gran trabajo que se hace «por amor al arte», sin que las autoridades lo apoyen, y sin que ellos cobren ni un duro. Sí, todo esto es gratuito para los visitantes y hay que felicitarles por el esfuerzo.
Reconociendo el terreno de la batalla
Antes de continuar en la plaza de Morata de Tajuña, nos vamos a dar una vuelta por los escenarios en los que se desarrollaron la batalla.
No pudimos ver todo lo que queríamos por la cantidad de barro que había, debido a la lluvia del día anterior. Igual que aquél mes de Febrero de 1937, que fue especialmente lluvioso.
Nosotros íbamos por nuestra cuenta, pero hay una ruta guiada que recorre algo más de 5 km., así que si estáis pensando en ir otro año incluidla en el plan, que seguro es muy interesante.
Mi primo Óscar, bibliotecario de Morata y un magnífico cicerone, nos sitúa. La idea de los nacionales era tomar el pueblo de Morata y avanzar hacia Arganda del Rey para alcanzar la carretera de Valencia y cerrar el círculo en torno a Madrid, como he dicho al principio.
La lucha es desesperada entre los olivares que aun hoy en día contemplamos. Estos sirven para camuflar a los hombres, las máquinas y las posiciones. Muchas veces se avanza a ciegas hasta que se encuentran cara a cara con el enemigo.
Nuestra primera parada: la Colina del Suicidio.
Frente a la pequeña colina, anodina si no se conoce su historia, un memorial reciente recuerda a los británicos que murieron aquí. Cada mes de Febrero vienen sus descendientes. Hasta hace poco, también algunos supervivientes.
La Colina del Suicidio, bautizada por los mismos soldados de los batallones que lucharon allí, fue disputada por las Brigadas Internacionales XI y XV. La segunda (también conocida como la Brigada Lincoln, estadounidense), acababa de llegar al frente.
Los Brigadistas estaban en Chinchón cuando recibieron la orden de acudir a este punto. Los sublevados se habían hecho fuertes y avanzaban, así que se necesitaban refuerzos.
Se fueron concentrando en este valle entre el 9 y el 11 de Febrero. El día 12 de Febrero todo estalló.
Las cartas de algunos de estos soldados nos cuentan cómo subían desde el Valle del Tajuña contentos. Uno relata que era un día muy soleado, casi de primavera, con los almendros en flor… Creían que venían a hacer trincheras y a ayudar, no a entrar en combate en primera línea de fuego, como fuerzas de choque.
Jóvenes que habían venido a España a luchar a favor de la República armados sólo con sus ideales, pues la mayoría eran obreros, estudiantes, o cualquier otra cosa ajena por completo al ejército.
Incluso en esas cartas cuentan que confundieron el silbido de las primeras balas que escucharon con el trino de los pájaros. Muchos no habían tirado un solo tiro en su vida, está claro. Y allí se quedarían. Sólo unos pocos sobrevivieron.
En estos olivares murieron más de 15.000 personas.
De los 400 hombres que conformaban el Batallón Británico, sólo 125 sobrevivieron.
La toma de esta colina es sólo un ejemplo de lo que fue esta batalla. Ambos bandos se empecinaron en su conquista. Una y otra vez las tropas se lanzaron a pecho descubierto y murieron. La colina se conquistaba y reconquistaba por unos y otros. Lo mismo ocurrió en el cerro Pingarrón, a tan sólo unos cientos de metros.
Nunca hasta entonces se había utilizado tanto armamento ni tan variado. Aquí se probaron todo tipo de máquinas de matar que se pondrían en juego después, en la II Guerra Mundial.
Dicen que los fusiles británicos llegaron a quemar en las manos, y que las metralletas se acabaron encasquillando. Una auténtica carnicería. Durante 8 días cayeron bombas sin parar.
Por eso los británicos la bautizaron como la Colina del Suicidio.
Paradójicamente, aquí se peleó con bayoneta, con piedras, con las manos, con cuchillos. La inexperiencia de muchos integrantes de las milicias republicanas hizo que cometieran grandes errores en la retaguardia. Hubo veces en que las municiones que llegaban no eran las correctas, y no podían usarlas.
Con todo, a fuerza de desgaste y cabezonería, la República consiguió frenar el avance del bando nacional hacia Madrid, evitando la toma de Morata de Tajuña.
Este frente quedó inalterable hasta el fin de la Guerra Civil.
«Aquí estuvo destinado mi padre…»
Nos cuenta mi madre mientras andamos por esos campos. Al menos en los últimos meses de la guerra, es decir, dos años después de la batalla. Se encargaba del avituallamiento y cualquier otra tarea necesaria, en el bando republicano. Cuando terminó la contienda se volvió al pueblo, en la provincia de Guadalajara, junto con otros hombres de la zona. Por los campos, escondiéndose. No sé qué distancia hay y menos si iban lejos de las carreteras, pero más de 100 km., seguro.
Allí fue denunciado por su tío, el estanquero. Cuando estaban a punto de llevar a mi abuelo y a otro al «paseíllo», es decir, a fusilarles, un Guardia Civil del pueblo de al lado vino a responder por él, asegurando que era un buen hombre que no se metía en política, o algo así. Gracias a eso estoy aquí, supongo. Pero esta es otra historia de tantas… y a él no le gustaba contar nada de la guerra. Murió con 94 años.
En toda la zona se sigue encontrando toneladas de chatarra. Son los restos de la batalla.
Tanto es así que al finalizar la guerra varias familias del pueblo se dedicaron al negocio de eso, de la chatarra. Imaginaos, dar de comer a la familia con la chatarra de una batalla. Difícil hacerse una idea de la cantidad de toneladas de metal que cayeron en estos campos, donde aun hoy en día siguen apareciendo.
Restos de la metralla producida por los obuses al estallar. Balas y balines de distintos calibres. Y latas de sardinas, a cientos, pues era la principal «dieta» de los soldados de la República. Oxidadas, aún permanecen en esos olivares.
Cada vez que un agricultor ara el campo, aparecen kilos de hierro… y como no está protegido, se encarga de retirarlo y usarlo para rellenar viejas trincheras, borrando el rastro de la Historia.
Además de la chatarra, están las trincheras y puestos de tiro
En el «Cerro de la Iglesia», muy cerca de Morata de Tajuña, hay un monumento a la Solidaridad. Se levantó como homenaje a los brigadistas internacionales y es obra del escultor Martín Chirino.
A su alrededor se están excavando y sacando a la luz las hileras de trincheras que horadaban esta colina, igual que muchas otras de la zona. La mayoría se excavaron después de la batalla, porque en el «durante» no hubo tiempo. Se hicieron por un «por si acaso». Nadie sabía si aquello iba a volver a estallar. Ni unos, ni otros. Las guerras están llenas de pura y horrible incertidumbre.
Talladas en la roca, o bien construidas con ladrillos, andar por estas trincheras es una experiencia inolvidable. Sobre todo si tratas de imaginar cómo sería allí la vida, bajo la lluvia y el barro, en un espacio realmente claustrofóbico. En espera de los tiros o bombas.
Otro punto de interés es la cota 700, el punto más alto de la zona. Al lado hay un puesto de tiro, junto a la pista que siguen utilizando los agricultores.
Todo el terreno está lleno de restos de este tipo, y se pueden hacer rutas guiadas durante todo el año. Una parte ya se ha constituido oficialmente como el Parque Histórico de la Batalla del Jarama, pero de momento es sólo el nombre. Ay lo que cuesta recuperar esta Historia en este país…
El museo de la Batalla del Jarama
El único museo de la Batalla del Jarama que existe es este. Es una iniciativa privada que ha recibido una negativa tras otra a sus ofrecimientos de donación al Ayuntamiento.
Un ciudadano natural de Morata de Tajuña es quien lo ha levantado: Goyo Salcedo. Hijo de una de esas familias que se dedicaron a recoger la chatarra para sobrevivir en la posguerra, volvió al pueblo siendo ya adulto y poco a poco empezó a recoger objetos en sus paseos por el campo. Con ayuda de Pilar, la dueña del Mesón el Cid, han levantado este museo que se ubica justo detrás de dicho mesón (donde por cierto se come bien).
Es increíble lo que hay allí. Cientos de objetos, en su mayor parte recuperados en los campos donde tuvo lugar la batalla. Ocho salas de exposición y mucho cariño y esfuerzo detrás. Como a ellos les gusta decir, no hay pretensión ideológica, y sí humana.
Desde aquí se puede hacer excursiones guiadas por los principales enclaves de la batalla.
Recreación histórica de la batalla del Jarama
Llega la tarde y el momento de hacer otro viaje en el tiempo.
En un terreno al lado del pueblo los hombres vestidos de soldados de uno y otro bando se apostan bajo las ramas de los olivos, o detrás de las rocas. Hay balas de fogueo y pirotecnia, que afortunadamente no suenan igual que las de verdad.
Toma de posiciones, carreras, avances. Algunos gritos arrancan risas entre el público compuesto de familiares, amigos, aficionados y algunos periodistas. Falangistas de mierda! -Cállate, rojo! -más rojo que el culo de tu puta madre!…
Así debió de sonar la guerra en aquellos días, en aquellos campos. Pero con un fragor mucho más espeluznante, si sumamos los tanques, aviones, bombas y muchos más tiros y cañonazos. No hablemos de los heridos, ni de los soldados que se cagaban y meaban encima por no aventurarse a otro lugar y que les rebanasen el pescuezo… o por puro miedo.
La recreación resulta un éxito. Hay momentos apasionantes, y un final un pelín emocionante, justo en las horas en que el sol regala su mejor luz.
Termino con un vídeo de la jornada, y una canción…
There’s a valley in Spain called Jarama
It’s a place that we all know so well;
It was there that we gave of our manhood
Where so many of our brave comrades fell.We are proud of the Lincoln Battalion
And the fight for Madrid that it made,
There we fought like true sons of the people
As part of the Fifteenth Brigade.Now we’re far from that valley of sorrow,
But its memory we’ll never forget,
So before we continue this reunion,
Let us stand to our glorious dead.
Hay un valle en España llamado Jarama
Hay un valle en España llamado Jarama
es un lugar que nosotros conocemos bien.
Fue allí donde dimos nuestra hombría
y donde cayeron nuestros valientes camaradas.Estamos orgullosos del Batallón Lincoln
y de la lucha que hizo por Madrid.
Allí luchamos como verdaderos hijos del pueblo
como parte de la Quince Brigada.Ahora estamos lejos de aquel valle de dolor
pero su memoria nunca olvidaremos;
Así que antes de que continuemos esta reunión
pongámonos en pie por nuestros gloriosos muertos.
Enhorabuena Alicia. Impresionante toda la entrada, desde el principio hasta el fin, no sólo las fotografías que son de la más alta calidad, sino el relato que haces de todo lo ocurrido.
Qué suerte tiene la red con poder contar con un sitio tan profesional como el tuyo.
Un abrazo fuerte
Muchas gracias Jorge, me alegro mucho de que te guste, y un placer conocerte! Un abrazo!
Preciosa entrada, Ali. No sé por qué pero ahora es la primera vez que la leo y me has llegado. Más iniciativas como ésta debería haber para que no olvidemos.
Un abrazo
Gracias Patricia! En realidad no es la única, y como ves hay grupos de aficionados que hacen estás conmemoraciones, por ej también la Batalla del Ebro… Pero no se difunden como debería. Sigue siendo una sombra en vez de fuente de aprendizaje. Un besazo!!