Nos esperan en Tomelloso, provincia de Ciudad Real, con los guantes, tijeras, sombreros de paja y espuertas para la vendimia. Nos espera una experiencia en la vendimia de La Mancha. Puede sonar snob, pero oye ¿por qué no experimentar el tacto de las uvas? ¿por qué no agacharte a recoger el fruto destinado a producir esos elixires que tanto deleitan, llamados vinos? ¿y por qué no tocar la tierra, mancharte, andar entre los troncos retorcidos y las hojas verdes que pronto tornarán a un sinfín de rojos, ocres y amarillos? ¿por qué no pisar la uva y entender cómo se hace el vino? Pues eso digo yo, por qué no. Ahora te lo cuento! :)
Cómo tener una experiencia en la vendimia de La Mancha, de la mano de sus artífices
Desde hace unos años la oferta de enoturismo incluye la posibilidad de tener una experiencia en la vendimia, y La Mancha es un lugar muy bueno para ello. Ahora bien, plantarte en el lugar sin reservar nada puede ser un fracaso. No todas las bodegas ofrecen estos servicios y la vendimia es una época de mucho trajín.
Además ¿no es mucho mejor cuando la gente del lugar te acompaña y te habla de sus tradiciones y actualidad? Yo creo que sí :)
✍ Si buscas un contacto en la zona de La Mancha para tener una experiencia como la que te cuento a continuación, permíteme que te presente a la empresa con la que he hecho esta escapada: Selfitour, una empresa familiar de Tomelloso que se especializa en realizar tours de enoturismo a medida. Puedes consultar su oferta de programas en la página web que te enlazo aquí y desde ya te digo que no te lo pienses. Su amabilidad y buen hacer te llevarán a pasar un fin de semana de lo más agradable e interesante.
La Mancha es la región vinícola más extensa del mundo, y tiene su propia Denominación de Origen
Desde luego los kilómetros y kilómetros de viñedos que se divisan desde las carreteras así lo atestiguan. En La Mancha se produce el 50% del vino de España. Y hay más cifras que marean.
Sólo en Tomelloso hay nueve bodegas, todas cooperativas. Además hay destilerías que hacen alcohol vínico para fabricar bebidas espirituosas como el Brandy, y son el primer productor mundial de mostos concentrados para usar en refrescos como endulzante. La empresa Coca-Cola, por ejemplo, compra aquí el mosto concentrado.
Y no sólo eso. En Tomelloso está la bodega más grande del mundo: Virgen de las Viñas, que aúna a 3.000 socios.
Es por eso que viajar a La Mancha para tener una experiencia en la vendimia es imprescindible si quieres conocer esta región como se debe.
También puedes ir en cualquier época del año, pero hay experiencias, momentos y estímulos que no vas a tener si no es en época de vendimia.
¿Cuándo es la vendimia en La Mancha?
Las lluvias del año marcan las fechas exactas de la vendimia. Según haya sido más o menos seco, se empezará a vendimiar antes o después. Además no todas las variedades de uva maduran al mismo tiempo. Esto es así y no hay vuelta de hoja, así que ¿cuándo ir?
Una solución es preguntar a los expertos -como los amigos de Selfitour- antes de decidir la fecha. Para que te orientes, la cosa anda entre finales de Agosto y mediados de Octubre.
¿Sabías que el nombre de La Mancha proviene de la palabra árabe Manxa o Al mansha, que significa “tierra sin agua” y también “llanura”?
El caso es que en poco más de una hora y media por carretera, desde Madrid, te plantas en Tomelloso. Cuando llegas en esta época el aire se llena de un intenso olor a uva, viña, mosto. Sólo tienes que bajar la ventanilla del coche y voilá. Está en todas partes, y más aún cuando pasas junto a una bodega. Es un primer asalto sensorial del fin de semana que te espera :)
Viajamos a Tomelloso para vendimiar y conocer a fondo el noble arte del vino
Nos ponemos en marcha con nuestros anfitriones. Vamos a su finca, que está a pocos minutos del pueblo. Toca aprender a coger con delicadeza y el punto justo de fuerza los racimos de uva, que poco a poco van cayendo en los cubos y espuertas (recipientes de goma negra más grandes). Hay que poner atención a las manos, no vaya a ser que te cortes con las potentes “tijeras”. Y ya está. Ya estás vendimiando.
Claro que no es igual para los trabajadores de verdad. Los que están ahí de sol a sol, aguantando a las moscas que acuden a beber el mosto de la uva madura, que rezuma bajo el sol no una hora, sino todo el día.
Los turistas no madrugamos tanto. Ni vamos a estar toda una jornada doblando el espinazo. No te preocupes por eso, si es que te asalta la duda. Se trata de probar las sensaciones, de tener una experiencia en la vendimia.
Mientras vendimiamos nos enteramos de que en La Mancha no suele hacer falta el uso de pesticidas por la sequedad de la zona. Por eso la mayoría de bodegas trabajan la tierra de una manera bastante ecológica, aunque muchos, quizá por dejadez, no han tramitado la certificación correspondiente. Ignoro si es cierto al cien por cien, pero así nos lo contaron.
Por otro lado, nos enteramos de que en los últimos años se ha introducido maquinaria de vendimia. Como siempre en estas cosas, las máquinas lo hacen mucho más rápido y limpio, siempre y cuando las viñas se planten “en alto”. Es especialmente ventajoso para las variedades que maduran más temprano, cuando aún hace mucho calor. Y lo es también para el bolsillo de la bodega, porque son muchos los puestos de trabajo que se ahorran. Difícil encontrar un equilibrio en este mundo moderno.
Entre las vides destacan los Bombos, de los que me declaro muy fan
Antes o después te darás cuenta de que entre las viñas hay unas construcciones curiosas. Tienen forma circular, tejado terminado en punta y son de piedra. Parecen viviendas de la Edad de Bronce y de hecho me recordaron mucho a los ringforts, o el monumento de Newgrange de Irlanda, entre otros lugares lejanos. Quizá sea una reminiscencia de entonces. También son muy muy parecidas a las casas de la región de Plugia, en Italia, que tengo muchas ganas de conocer!
Estas construcciones se llaman «bombos» y son los refugios que los campesinos construían hasta hace unas décadas para resguardarse cuando tenían que trabajar en el campo varios días o semanas, sin poder volver a casa cada noche. Algunos están casi derruidos, otros recién reformados…Y dan ganas de hacer una ruta fotográfica que culmine en fotos nocturnas con el cielo estrellado.
Para la construcción de los bombos se utilizaban las piedras o lajas que desenterraban los arados en el campo. Se levantaban a mano y sin ningún tipo de argamasa. La técnica se conoce como «piedra seca». La mayoría datan de la segunda mitad del siglo XIX, cuando se empezaron a extender los cultivos de vid. Se trataba de disponer de un lugar seco y calentito en invierno, y fresco en verano.
De planta circular, dentro disponían de una chimenea y bancos de obra o «poyos» para echarse a dormir. Completan el mobiliario unas banquetas y estacas en las paredes para dejar los enseres. Al menos un tercio del espacio se reservaba para guardar las mulas, que también tenían derecho a refugiarse del viento, la lluvia y el frío. Sólo hay un acceso, el de la puerta, y no hay ventanas.
El techo impresiona visto desde dentro. Una bóveda de piedras ensambladas con precisión matemática. Una obra manual hecha piedra a piedra, sin argamasa ni planos. El hombre cuando se pone, se pone.
Nuestro guía nos cuenta que la puerta siempre mira al sur porque así podía entrar la luz del sol y no el molesto viento, que en las tierras manchegas suele soplar en dirección este-oeste o viceversa. Insisto, sabiduría que no se aprende en las universidades.
Puedes visitar un bombo por dentro en el Museo del Carro y Aperos de Labranza de Tomelloso. En realidad es un bombo que encargó el ayuntamiento de Tomelloso en el año 1968 a Pablo Moreno, maestro de la técnica de piedra seca. Es el último bombo, pues. Para su construcción se utilizaron ¡dos millones de piedras! No te pierdas las fotos que así lo atestiguan y que están en dicho museo.
Además allí puedes disfrutar de una colección de aperos de labranza más que envidiable, hecha a base de donaciones de las familias de Tomelloso.
👉 La visita es gratuita y abren todos los días excepto los lunes.
El pisado de la uva
Tenía curiosidad por experimentar la cogida de la uva, pero mucho más por pisarla. Antes de ir me preguntaba si me gustaría o si me daría cosa meter los pies y pisar la uva directamente, descalza. Si me haría daño con las ramillas, o si me resbalaría… Si me daría asquito. Mucho «y si, y si, y si…» lo sé, pero quizá tú también te lo preguntes si nunca lo has hecho.
¡¡Pues nada de eso!! ¡Fue genial!
La sensación es de suavidad. Pisas como si fuera musgo blandito, no baboso, y mientras te apoyas en el compañero de cuba, porque esto es cosa de dos, disfrutas como una niña pequeña. La sensación es relajante, tipo spa…
Al terminar probamos el mosto que nosotros mismos extraemos de las uvas.
Por supuesto, de nuevo recuerdo que esto no es trabajar en la vendimia. Estar horas y horas pisando uva debe de ser cansadísimo y mucho menos divertido de lo que parece. Hoy en día ya no se hace así, excepto quizá el primer pisado del primer día de vendimia, que es una fiesta tan celebrada como el fin de la misma.
Conociendo las bodegas de Tomelloso
Volvemos al pueblo y nos vamos a visitar varias de sus bodegas. La idea es tener una mirada del proceso del vino lo más completa posible, no sólo tradicional sino también actual.
Bodega de la familia Perales
Empiezo enseñándote una bodega de las de antes. Allí es donde pisamos, como parte de nuestra experiencia en la vendimia, las uvas que hemos recogido unas horas antes.
Esta es una buena muestra de las 2.000 cuevas que horadan el subsuelo de Tomelloso. No me he equivocado, son dos mil. Empezaron a hacerse a raíz de tener que cavar pozos para obtener agua potable en las casas, porque enseguida se dieron cuenta de que la geología del terreno ponía en bandeja una gran solución no sólo para hacer vino, sino también para disponer de un lugar fresco en el que conservar los alimentos y refugiarse del calor.
Poco a poco fueron sofisticando el método para excavar las cuevas: empezaban haciendo una primera habitación a partir de la cual excavaban el resto de cuevas en diversos pasillos.
En esos pequeños laberintos se levantaban tinajas de barro inmensas. Ahí siguen, aunque acompañadas por otras más modernas de hormigón. Sea como sea, te hacen sentir muy pequeña cuando pasas a su lado.
Y así resulta fascinante pasear en ese vetusto subsuelo, siempre comunicado con la superficie por los tragaluces. El pueblo está lleno de estas trampillas que dan directamente a las cuevas, sólo hay que fijarse un poco cuando vas por la acera. Y cuando estás abajo, los ruidos de la calle llegan amplificados.
Bodega Vinícola de Tomelloso
Nos dirigimos a otra bodega. Es actual y nos dicen que pequeña, pero según los parámetros de La Mancha «pequeño» puede hacer referencia a una producción de entre 14 y 16 millones de kilos de uva al año ¿Cómo te quedas?
La Vinícola de Tomelloso se funda en 1986, pero partía de la fusión de otras bodegas pequeñas que tuvieron que salir del centro de la ciudad tras la regulación de esta industria.
Al principio todas las bodegas estaban en el centro del pueblo, pero resulta que la producción de vino genera aguas residuales que ponen en peligro las canalizaciones de agua, así que llegó un momento en que las autoridades decidieron que era necesario que salieran del casco urbano.
A consecuencia de este traslado forzoso muchos dejaron de producir vino. Otros decidieron continuar. Para hacer frente a la inversión que se precisaba, se unieron en cooperativas, y de ahí la conformación actual de la industria en Tomelloso! Es chulo que te cuenten la historia y vayas viendo cómo se cierra el círculo :)
En Vinícola de Tomelloso decidieron aprovechar el cambio forzoso para invertir en tecnología. El resultado es un negocio bien mantenido que exporta vino a muchos otros países como Taiwán o Rusia, además de la venta nacional.
Sus marcas más importantes son Añil, en honor al color azul que tiñe la parte baja de los muros de La Mancha (me encanta), y Torre de Gaznate. Tienen más vinos, y si los quieres probar, que sepas que los venden online. Te dejo aquí su página web por si quieres echar un ojo.
En esta bodega observamos por primera vez el proceso que ha de pasar la uva hasta llegar a ser vino, y probamos el mosto, el caldo dulzón que terminará siendo alcohol fermentado.
El momento más sorprendente es cuando los remolques vacían sus toneladas de uvas en la máquina que sustituye al pisado tradicional. Si no andas listo… puedes acabar duchado de uva y mosto. ¡Mucho ojito que te lo digo por experiencia, jajajajaja!
Bodega Virgen de las Viñas, la más grande del mundo
Cae la noche en Tomelloso cuando nos acercamos a los muretes de Virgen de las Viñas. Al otro lado se observa una gran actividad. Los tractores y sus remolques hacen cola para descargar los kilos de uva que traen del campo.
Es un lugar inmenso, lleno de inmensidades. Los depósitos parecen gigantes, como los cercanos molinos. Ay, si Don Quijote levantara la cabeza…
Virgen de las Viñas trabaja unos 300 millones de kilos de uva al año, nada que ver frente a los 16 millones de Vinícola de Tomelloso ¿verdad?
Aquí observamos más a placer la descarga de remolques, y paseamos por esta mini-ciudad industrial. No hay mucha gente deambulando por ahí, pero todos están atareados. Nos cuentan que prácticamente no cierran en toda la noche.
En la vendimia no valen los retrasos. La uva madura no puede estar demasiado tiempo en la viña y, una vez cortada, cuanto antes llegue a bodega mejor.
Reconozco que me fascina caminar entre los enormes depósitos de metal que aparentan una limpieza y perfección que resulta extraña, fantástica. Es como estar en otro mundo.
Bodega Casa Quemada
De la bodega más grande del mundo, y una intermedia, nos vamos a la más pequeña… por lo menos una de las más pequeñas de Tomelloso.
En Casa Quemada hacen el vino de manera artesanal y ecológica. Limitan los remolques a 300 kilos de uva para asegurarse de que se estropea lo menos posible antes de que llegue a la bodega. Sus instalaciones son mínimas (al lado de las de sus vecinos). No quieren aumentar la producción porque prefieren ir en busca de una gran calidad. Y de momento no sólo lo consiguen, sino que cuentan con un montón de premios. Quédate con los nombres de sus vinos: Brincho, Alba, Hacienda de Casaquemada y Anea.
Gente que trabaja en lo que quiere, como quiere, con pasión y con cariño. Un aplauso, por favor.
La última novedad de Casa Quemada es su primer vino blanco, que probamos mientras cenábamos en sus dependencias y uf, riquísimo!!
Otra pequeña-gran sorpresa de Tomelloso: las chimeneas
Por la noche también nos acercamos a ver una de las chimeneas de ladrillo que destacan en el horizonte de Tomelloso. Son los testigos de la industria de las destilerías.
Por un momento nos trasladamos al siglo XIX, a la época de la Revolución Industrial que estudiábamos en el colegio, vaya, aunque en España fuera tímida y dispersa.
Las chimeneas son tan perfectas como los bombos, o más. Se construían a mano, desde dentro. En Tomelloso hay un total de doce y es posible hacer una ruta para admirarlas y conocer su historia. Ya tengo excusa para volver ;-)
De la vendimia a la mesa
Mientras probamos eso de vendimiar, en el mismo campo se dispone el almuerzo. Manteles blancos y viandas de la tierra nos refrescan y hace que todo sea mucho mejor.
El caldero de migas que se hacen a la brasa, la parrilla con pancetas, chorizos y morcillas, tomates recién cogidos, un melón traído del campo más próximo (uno de los cultivos que se alternan con la vid), la bota de vino y por supuesto unas uvas para acompañar…
Comemos a dos carrillos, como se suele decir, y sólo son las once de la mañana. Suena raro, pero así era antes, cuando uno ya llevaba inclinando la espalda muchas horas. Concretamente, desde el romper del alba.
Mientras, el señor Narciso nos cuenta cosas de la vida de antes en el campo, como el origen de las migas manchegas, uno de mis platos favoritos del mundo mundial, que es comida de gañán.
El gañán es una de las figuras más representativas del campo. Los gañanes eran los encargados de las mulas y los aperos, así como los jornaleros. Los que trabajaban a las órdenes de otros, vaya. Generalmente gente humilde y sin estudios.
Las migas es uno de los platos de comida de supervivencia de Castilla. A base de pan duro, pues se hacían con la hogaza que tenía más de una semana de “edad”, panceta, ajo y manteca, se llenaba el estómago y los trabajadores se cargaban de energía. Se comen con uvas porque así se evita que te sienten mal, que tanto pan calentito puede ser perjudicial. Y si te comes un ajo (se echan enteros), pides un trago de vino.
Por cierto, en el campo se come con “cuchara y paso atrás”. Es decir, todos cogemos del mismo caldero, pero no te puedes quedar ahí porque hay que dejar que los otros metan su cuchara. Así, te adelantas, llenas tu cuchara y enseguida echas un paso atrás para que otro pueda meter la suya.
No son estas las únicas viandas que tendrás oportunidad de probar en una experiencia en la vendimia. La Mancha tiene una cocina propia de lo más extensa, basada en productos de la huerta y carnes. Te voy a dejar aquí una lista para que tomes nota:
- Pisto: tomate, pimiento (rojo y verde), cebolla y para coronar un huevo frito. Está buenísimo.
- Asadillo: también tomate y pimiento (rojo), pero esta vez asados y servido en frío. Buenísimo y lo siguiente.
- Gachas: se elaboran con la harina de un cereal cuyo nombre no recuerdo… y la grasa del chorizo y la panceta fritos previamente.
- Quesos manchegos: las variedades son infinitas, y raro es que te encuentres con uno que no te guste. El queso me pierde, eso es cierto, así que no soy objetiva.
- Duelos y Quebrantos: una especie de picadillo de carne revuelta con huevo. Seguro que me dejo algún ingrediente. ¡Buenísimo!
- Gazpacho manchego: carne de caza guisada y desmigada, con trozos de un pan plano desmenuzado que parece pasta. Este es el gazpacho menos gazpacho que hayas probado nunca si piensas en el tópico andaluz. Y tan rico como contundente.
- Morteruelo: es una especie de paté hecho con carne de caza que ya probé en Cuenca y que está espectacular.
- Carnes: cordero, ternera, perdiz, ciervo… preparadas de mil maneras!
- Mostillo: dulce hecho con mosto, reduciéndolo y trabajándolo hasta el punto de quedar como una gelatina. No lleva azúcar añadido porque el mosto de la uva es tremendamente dulce, de ahí que se utilice como endulzante sustituto del azúcar en los refrescos industriales.
- Arrope: también es un dulce hecho con la reducción del mosto de la uva recién vendimiada, pero en esta ocasión queda como una salsa o sirope. Ideal para acompañar a una cuajada, por ejemplo.
Completando la experiencia en la vendimia con un poco de turismo en La Mancha
Tras un día completo dedicado a tener una experiencia en la vendimia toca «desengrasar» un poco. Para ello Selfitour nos preparó una pequeña ruta para conocer la comarca de La Mancha desde un punto de vista más cultural y de turismo convencional, no por ello peor que las anteriores actividades :-)
El Toboso
Dulcinea del Toboso. ¿Te suena? En este pueblo tranquilo se ubica el origen del amor de Don Quijote.
La mejor opción para descubrirlo es hacer una ruta con guía. Para que no vayas a ciegas, y por si no has leído nada, te cuento que Dulcinea es la moza por la que el loco tan cuerdo de Don Quijote suspiraba.
En esta gran obra de la literatura, en la que Cervantes no daba puntada sin hilo, hay un capítulo, el capítulo IX de la segunda parte, en el que Don Quijote y Sancho llegan a El Toboso dispuestos a dar con Dulcinea. Ahí comienza la ruta turística de la que no te quiero desvelar mucho más.
Juan Bautista, guía turístico oficial y artífice de Cultura iTinere, una empresa de rutas turísticas de El Toboso, te acompaña y cuenta la historia la mar de bien, con sorpresas incluidas que harán las delicias de todos, adultos y niños. Haz click aquí para llegar a su web.
Entre los atractivos de El Toboso está la iglesia, y sobre todo el “palacio” o la Casa de Dulcinea, que es museo. Siendo una casa de labranza del siglo XVI, es hermosa y preciosa a partes iguales, llena de detalles de la vida de aquéllos tiempos.
Además, en las calles de El Toboso se respira la mancheguidad. Más que en Tomelloso, todo hay que decirlo.
Me refiero a las casas encaladas con una franja de añil recorriendo sus muros en la parte baja, grandes portones de madera que servían para entrar carros y mulas en los patios, conventos, pozos del siglo catorce y quince en los cruces de caminos, escudos en las casas solariegas… Un no parar de hacer fotos en el silencio de sus calles, otro rasgo de este pueblo.
Campo de Criptana
Ay los molinos! ¡los gigantes! ¿qué tendrán que tanto llenan el paisaje?
Su blanco impoluto, el palo de gobierno dispuesto para mover la cúpula y orientar las aspas en la dirección del viento, sus ocho ventanitas en la parte superior. Creo que ya te conté algo de su historia a propósito de la visita a Alcázar de San Juan que hice hace unos años, así que no me voy a repetir. Solamente te diré que los molinos de Campo de Criptana, quizá por más abundantes, me gustan más fotogénicamente hablando.
Este es, además, un gran lugar para comer. Entre las opciones visibles junto a los molinos está Cueva La Martina. Tiene una terraza con vistas al pueblo que quita el hipo, y en su parte baja pequeñas salas excavadas en la roca viva, encaladas y muy agradables para disfrutar de una comida en la intimidad. Te prometo que saldrás de allí la mar de contento.
Y hasta aquí lo que ha dado de sí un fin de semana con una noche de estancia, yendo y viniendo de Madrid. No está nada mal ¿no? Pues anímate!!
🏨 Si buscas alojamiento en la zona echa un ojo a las opciones que hay en Tomelloso aquí.
[Nota: este post es fruto de un blogtrip en la que un grupo de bloggers nos hemos desplazado a Tomelloso para conocer de primera mano los servicios de Selfietours. Todas las opiniones aquí vertidas son mías e independientes]
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