Un día me dio por volver al back up original de las fotos de un viaje de hace más de diez años. En su día hice un álbum impreso, más tarde seleccioné un buen puñado para publicar en mis redes sociales, y más tarde para ilustrar los artículos de este blog. El caso es que mientras pasa el tiempo visito las fotos de esas selecciones de vez en cuando, pero no el archivo original. Hasta que un día me dio por volver al back up del principio de los tiempos y me encontré con “pequeños tesoros”. Y me dije ¿por qué no compartir estas fotos de Mali a modo de postales? 😎
Las fotos de Mali que se quedaron en el disco duro y la evolución de mi mirada
Por aquél entonces viajaba con una modesta Olympus pen, una cámara semiautomática que yo disparaba en automático. No tenía ni idea de fotografía, sólo intentaba hacer «buenos» encuadres. Fotos que me gustasen, que más tarde me dijesen algo del viaje que había hecho. Es cierto que quería hacerlas lo mejor posible, pensando imitar las revistas de viaje que ya entonces me gustaban como la misma Altaïr, pero sólo con mi intuición.
Revisándolas ahora, me doy cuenta de que:
- Antes hacía mucha fotos en vertical ¡una barbaridad! Este formato se adapta peor a las pantallas de ordenador y en muchas ocasiones parece que «recorta» el mundo demasiado.
- En muchas el cielo está blanco (o casi). Son zonas quemadas que no se pueden recuperar en el procesado posterior. Entonces no me daba cuenta. Tampoco sabía cómo evitarlo. Disparar en automático tiene estas cosas, pero si hubiera sabido un poquito de fotografía podría haber resuelto algunas cuidando mi posición con respecto al sol.
- Por otro lado, descarté unas cuantas que hoy, en cambio, me resultan mucho más interesantes. Mi mirada o nuestra mirada fotográfica ha cambiado. Un poco de formación, más acceso a las obras de grandes maestros, cómo no la influencia de las redes sociales y blogs, y… voilá. Todos contribuimos para bien y para mal a la forma en que vemos el mundo.
- A lo anterior vamos a añadir que su calidad es mediocre o mala con los 6 MP de aquélla cámara, y que los archivos JPG se deterioran con el tiempo y el número de visionados. Por entonces no tenía ni idea de qué es un RAW.
A pesar de todo, las fotos de Mali que he seleccionado tienen un no sé qué que me ha llevado a mostrarlas. Encuadres minimalistas (como lo es Mali en muchos rincones), personas en actitudes naturales, composiciones más «urbanas». En fin, creo que reflejan bien el ambiente del Mali que conocí en aquél verano del año 2008.
Sin otro particular, como se suele decir en las cartas formales, aquí tienes unas fotos de Mali con un pequeño comentario 🙂
Paisajes de Mali


País Dogón desde lo alto de la Falla de Bandiagara. Si algo me sorprendió fue el verdor que nos encontramos en esta y otras zonas de Mali. Agosto es época de lluvias y eso se nota en los campos. Los árboles que se ven en la llanura eran de gran altura, en su mayoría baobabs. Si te fijas bien hay unos coches blancos aparcados junto a la pista que te dan una idea de las dimensiones del lugar (haz click en la foto para verla en grande).
Escenas del río Níger









Escenas de la vida cotidiana en Mali


Calles de Djenné, la ciudad de adobe. Me gusta esta foto por su movimiento y por el contraste de la harina blanca que lleva la chica en la cabalaza sobre su cabeza.

Entrada a un pequeño santuario o mausoleo de la ciudad de Djenné. Atención a las sandalias que hay frente a la puerta, en el suelo. A estos sitios siempre se entra descalzo, como a las mezquitas. Junto a sus muros la vida cotidiana continúa.

Azoteas de Djenné y un ejemplo de la arquitectura saheliana tradicional en la casa de enfrente. Las calabazas que hay en la terraza se utilizan como recipientes para agua, mijo y otros alimentos. Se hace mucha vida en las azoteas y patios de esta ciudad medieval.

La gran mezquita de Djenné es Patrimonio de la Humanidad y la más grande construida en barro. Es imponente la mires por donde la mires. Mientras unos van con su carrito, otros descansan subidos al muro (al fondo del todo los puedes ver). Los no musulmanes no podemos entrar en este templo.





Venta de pescado del río Níger en el mercado de Mopti. Atención a las expresiones de las mujeres, además de sus coloridos vestidos. Confieso que después de esta foto la del pañuelo azul me dijo que no hiciera más. El pescado que venden es el pez capitán, de carne blanca y sabrosa.


Sirviendo té en el vasito que suele ser único y a compartir entre invitados y anfitriones. En Mali todo es así, precario. Por otro lado, este té es delicioso.


Termino con este retrato de un anciano dogón que no era una persona cualquiera en su comunidad. Me encantan sus arrugas, su traje de algodón teñido de añil, su collar…
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