No lo sabías, pero ese día empiezas en un escenario de las Mil y Una noches y acabas paseando por un pueblo medieval de calles empedradas. Así son las montañas de Líbano, llenas de sorpresas. Aunque hay muchas más opciones, te voy a enseñar una excursión a los alrededores de Beirut imperdible si viajas a este gran país.
Primera parada de una excursión a los alrededores de Beirut: el palacio de Beiteddine
Subimos a las montañas. Vamos a un lugar llamado Beiteddine, que a mí me suena a «betadine» así que decido utilizar esta regla mnemotécnica para recordar un nombre que hasta ese momento era ajeno a mi conocimiento.
Beiteddine está a unos 50 kilómetros de Beirut y a unos 850 metros de altura sobre el nivel del mar. Un mar que se divisa desde aquí.
Sólo sé que es un palacio, fortaleza, caravanserai del siglo XVII o XVIII. Ni idea de su aspecto, ni de dónde está.
El camino es bonito una vez te alejas de la costa. Las montañas están muy verdes en el mes de abril, y cruzas pueblos muy arregladitos. Veo gente vestida de una forma diferente, como de otro siglo. Hombres con pantalones bombachos de color negro, fajín y camisa con chaleco negro. Mujeres con pañuelo blanco que cubre la cabeza y los hombros y contrasta con el vestido negro riguroso… Son los drusos, y esta es su tierra, su refugio.

Los drusos llegaron a estas montañas en el siglo X. Originarios del Califato de los Fatímidas, eran considerados herejes junto a los ismaelíes y los alauitas. Los sunitas y chiítas renegaban de ellos porque creen en la transmigración de las almas, una especie de reencarnación. Por eso eligieron estas montañas, ya que ofrecían protección. Y por eso se hacían pasar por musulmanes cuando iban a la ciudad, para que no les reconocieran y evitar que les detuvieran.

La visita al palacio de Beiteddine, “La casa de la Fe”
Por fin llegamos al palacio. Tiene una entrada relativamente sencilla, con el relieve de dos leones sobre la puerta.

Entramos y tras andar unos metros por una galería arcada desembocamos en el gran patio llamado Dar al-Baraniyyeh. Tiene unos 100 metros de largo y se presenta vacío, enorme, severo.
Aquí se reunían los recién llegados con sus caballos y carros. A la vista está que para eso se hizo. A la derecha y al fondo se extienden los edificios que funcionaban como alojamientos y oficinas de administración.

Según la costumbre de la época, cuando un viajero llegaba a un caravanserai tenía derecho a permanecer en el anonimato durante tres días. Al cuarto día debía desvelar su identidad. Esta era una demostración de la obligación de hospitalidad de la cultura árabe. Es decir, incluso aunque sea tu peor enemigo, el viajero recién llegado tiene derecho a beber, comer y dormir bajo techo mientras se recupera del camino. Después, ya veremos.
No me parece que el lugar sea muy prometedor, mientras escucho las explicaciones de Alejandro y Hassan, nuestros guías. Qué equivocada estoy, como con casi todo en lo referente a Líbano.
El palacio de Beiteddine se comenzó a construir en el año 1788 sobre el lugar que ocupaba una ermita drusa. En él trabajaron arquitectos italianos y maestros de Damasco y Alepo. Durante toda su historia fue residencia gubernamental. Los otomanos, los egipcios, los franceses… todos decidieron que este era un buen sitio desde el que ejercer el poder. Al final el primer presidente de Líbano, al-Khoury, decidió que esta sería su residencia de verano, y la tradición continúa hasta hoy en día.
Una vez cruzas el gran patio y traspasas el siguiente edificio, la cosa cambia. Otro patio con una preciosa fuente y una fachada llena de detalles te recibe. Es la zona más noble del recinto, abierto a un lado para disponer de vistas a las montañas y el valle. Y por cierto, ahí está el primer cedro del viaje, el árbol nacional que protagoniza la bandera de Líbano.


Algunos han querido comparar este palacio con la Alhambra de Granada, sobre todo por la presencia de fuentes y el tipo de residencia de que se trata, aunque… hay una distancia, desde mi punto de vista.

Paseas por las distintas estancias. La decoración te transporta al siglo XIX y esas descripciones románticas, fantásticas, llenas de exotismo, de los viajeros y viajeras de antaño.


Estancias alfombradas y amuebladas con cojines de ricos brocados. Paredes cubiertas de madera finamente labrada, azulejos maravillosos. Enseguida te encuentras rodeada de mosaicos, marqueterías, grandes bóvedas, caligrafía árabe. Fuentes que susurran con el caer del agua y a la vez amortiguan las palabras de las conversaciones para oídos ajenos. Retratos de otra época. Bandejas llenas de arabescos.



De repente llegas al antiguo hamman. Precioso, lleno de rincones inolvidables.



Después pasas por las estancias de uno de los dos harenes de que disponía el edificio principal. Desde el balcón de madera que seguro te hace abrir la boca de admiración, las mujeres contemplaban la vida en el exterior. Vivían cautivas en espera de lo que ordenara su señor. Triste destino.

Se van sucediendo los distintos espacios visitables. El salón principal, llamado la Habitación de Lamartine de cuando Alphonse de Lamartine, poeta y político francés, visitó el palacio en 1833. La sala de espera conocida como la “sala de la columna” porque en efecto una sola columna soporta el techo. Paredes decoradas con proverbios en árabe, como el que dice “Una hora de justicia tiene más valor que meses de oración”.


Por último, los establos. Capaces de albergar hasta 600 monturas, hoy se han convertido en un museo de mosaicos bizantinos de los siglos cinco y seis, encontrados unos kilómetros al norte de Sidón. La extensión es enorme y la colección que albergan también.





Datos prácticos para la visita al palacio de Beiteddine
👉 La entrada al palacio de Beiteddine cuesta 10.000 Libras libanesas (Abril 2019).
👉 Si optas por el transporte público, puedes llegar hasta aquí en bus o furgoneta desde Cola Station por unas 3.500 LB, en un viaje de una hora. Después tendrás que coger un taxi hasta la puerta del palacio, unos cinco minutos de trayecto. Otra opción es contratar un taxi en Beirut por unos 50$ para ir y volver. Si sois varios, puede salir a cuenta.
👉 También puedes apuntarte a una excursión guiada desde Beirut como la que puedes encontrar en Civitatis, totalmente fiable y que también incluye Deir el-Qamar, la siguiente parada de este post 😊.

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Deir el-Qamar, el Monasterio de la Luna
Toca cambiar de escenario. Carretera abajo, a unos pocos kilómetros volviendo hacia Beirut, está la ciudad de Deir el-Qamar. Un lugar que es precioso y se presta al callejeo.

Cuestas que suben y bajan con un empedrado perfecto, surcadas por canales para desaguar, ya sea la lluvia o el agua de fregar. Gatos que te siguen, muretes que esconden cuidados jardines, niños pelando verduras en la puerta de la tienda familiar, y mucha tranquilidad.




En uno de esos callejones te puedes encontrar con una iglesia melquita, otra secta cristiana ortodoxa de la que no habías oído hablar en tu vida.

Unos hombres venden higos secos con nueces y otros dulces junto a una antigua panadería que se ofrece a los turistas. Hay visitantes de todo tipo, y abundan los locales. Como el grupo de estudiantes adolescentes entre los que se encuentran algunos alumnos de las clases de español de su instituto, que se acercan entre tímidos y divertidos a practicar un poco contigo :)


Junto a la carretera por la que venías, que atraviesa el centro, se encuentra el hoy Ayuntamiento, antes Palacio de Fakhreddine II, el “príncipe de los drusos”, que gobernó la región durante 30 años. Este hombre se rebeló contra los Otomanos y es considerado un héroe por librar de su yugo a Líbano. El edificio es compacto y también un poco severo, pero lleno de detalles, destacando esos muros que combinan piedras de dos colores dispuestas en franjas horizontales. Un diseño tan de Líbano, tan de Siria.


Visitas mezquitas, caravanserais, y la iglesia de la Virgen de la Luna. Todo en un par de horas que podrían haber sido más, tranquilamente.


Y te despides pensando que estos pueblos tienen pinta de ser una muy buena opción para pasar unos días de relax.
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GRACIAS ALICIA POR TUS BUENOS REPORTAJES, NO AYUDA MUCHO BSS
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