Actualizado el 9 marzo, 2022
Llegó uno de los momentos más esperados del viaje en Benin. La ceremonia vudú. Curiosidad, intriga, cierto respeto, algo de miedo, no saber qué te vas a encontrar en realidad, cuánto va a durar, cómo es ¿un show para turistas? ¿algo auténtico? Hay muchas preguntas y expectación en tu cabeza. Hormigueo en el estómago. Ganas tremendas de resolverlo.
Los prolegómenos de la ceremonia vudú
Lo primero es llegar a Grand Popó y, una vez realizadas las gestiones del alojamiento, preguntar por la posibilidad de asistir a una ceremonia vudú.
Viene un joven de la zona, muy moderno, muy glam. Lleva un traje de camisa y pantalón con un estampado alegre y una gorra de músico de blues.
Por supuesto nos dice que sí, que se va a enterar de qué opciones hay para los días en que estás por allí.
Antes de irse en la moto, te informa de que hay que pagar. Será una tarifa por grupo (somos 5). Si alguien se raja habrá que dividir entre menos porque la tarifa no cambiará. Te lo contará cuando vuelva de sus pesquisas.
Sigues dudando de hasta qué punto la ceremonia vudú es un show para turistas o no.
Sigues imaginando «tu» ceremonia vudú. Dudando de si verás, como en tu imaginación, algún sacrificio, plumas y sangre en el aire. Gente en trance revolcándose por el suelo. Quizá alguna práctica de escarificación. Qué quieres, si aunque llevas casi dos semanas andando por las tierras del vudú, no te desprendes de algunos clichés de tu cabeza.
Además, lo de la sangre y las plumas lo has visto, aunque fueran los restos del sacrificio, en muchos sitios de ese recorrido.
Mientras tú te extasiabas ante un mar de azules y verdes infinitos, vuelve el chico «glam». Que sí, que mañana por la tarde hay una ceremonia vudú en el pueblo (¡qué casualidad! ¿será la época?).
Nos dice que la broma cuesta 60.000 CFA. Casi 100 € a dividir entre los que se apunten. No te sabe decir la duración y no quiere contar en qué consiste. Esto huele a timazo, pPero por otro lado estás allí y decir «no» es como hasta raro.
Decir «no» es renunciar a lo que has imaginado, quedarte con la intriga
Tratas de razonarlo para ti mismo: no sabes si este precio es que lo ponen así porque quieren darnos un sablazo, o porque sencillamente no venden baratas sus tradiciones, creencias y rituales, lo que es bastante respetable.
«¿O qué te crees, blanquito, que tú puedes cobrar 12 € por entrar al Museo de El Prado y nosotros nada por que vengas a ver una ceremonia vudú, algo que forma parte de nuestra historia, de nuestras raíces, que está en nuestra piel, en nuestras entrañas?».
Podríamos decirles que nosotros no cobramos por asistir a una procesión de Semana Santa, o a una misa, pero… Aceptas. Aceptamos.
Ceremonia vudú: primer intento
Llegan las 4 de la tarde y nos encaminamos al lugar de la ceremonia vudú. Todo empieza siendo muy caótico.
Resulta que hay un evento en el pueblo: el alcalde actual da paso al nuevo -ha habido elecciones hace poco- y parece que mucha gente ha ido a verlo.
Llegamos a una plazuela casi desierta, sombreada por un árbol enorme, un baobab. Una mujer barre la arena, unos críos juegan con latas junto a un muro, unos músicos parece que calientan motores.
Nos invitan a sentarnos en unos troncos cerca de donde la mujer barre. En los primeros cinco minutos ya sientes que hay pulgas, incluso te quitas alguna del brazo. Dos minutos más y las picaduras rojas hacen aparición en brazos y piernas -y te acompañarán las siguientes 3 o 4 semanas-. Tienes serias dudas de cómo acabarás si realmente se celebra allí la ceremonia vudú anunciada.
Pasan los minutos. Allí no viene nadie. Siguen los mismos en la plaza casi desierta y no parece que vaya a haber movimiento.
Moussa, tu guía del viaje, decide que nos vamos, que ya está bien, que esto es un cachondeo. Todo con gritos y aspavientos para los intérpretes, que no sabemos qué traducirán al lenguaje local. Observas bastante pasividad por parte de los que se supone nos van a cobrar por un espectáculo inexistente.
Entonces el joven «glam» le dice a Moussa que tranquilo, que nos vamos a otro punto del pueblo. Sin levantar ni una ceja. Que es unas calles más allá, que allí se está preparando otra y que son más serios que estos. Ya había hablado con ellos por si acaso. ¿Pero esto qué es? ¿la temporada de las ceremonias vudú? Igual sí, oye.
Ceremonia vudú: segundo intento y ahora sí que sí
Llegamos a otra plaza. Esta vez no hay árbol bajo el que refugiarse del sol, pero el atardecer está cerca. Esperamos que no haya pulgas, que una ya va bien servida.
Según llegas te encuentras con una máscara dando vueltas por la tierra batida, guiada por un señor altísimo de casi dos metros de altura. Después te enteras que es nigeriano, como todos los encargados de la ceremonia y las máscaras. No sabes hasta qué punto son sacerdotes, lo que sabes es que mejor no meterse con ellos porque tienen pinta de saber defenderse.
Un grupo de músicos toca a ritmo casi frenético una serie de tambores, campanas y latas. La música no cesará en las siguientes tres horas. Se relevan entre ellos para echar un trago a un alcohol de destilación casera que podría encender todo el poblado si se le acerca una cerilla.
Un crío de no más de 2 años se empeña en tocar una campana que es casi tan grande como él. Los mayores se la quitan cada dos por tres. Su mirada es decidida, seria, penetrante, desafiante, adulta.
Las máscaras vudú, los guardianes de la noche
Las máscaras vudú son una especie de muñeco gigante con pinta de fantasma. Hecho con larguísimas tiras de rafia teñidas de colores, parecen pequeñas tiendas. Hay tres: morado, rojo y multicolor.
Salen y entran sucesivamente de una caseta de cemento que hay cerca de donde nos sentamos, junto al Dios supremo vudú, Lehva. Y antes de empezar su baile van a saludar a dicho dios.
Una mesita con mantel «blanco» sirve para depositar la botella de alcohol de altísima graduación. Está revestida con un montón de «vaya usted a saber qué». Tambien descansa allí el penacho del sacerdote que lleva la voz cantante, una especie de espantamoscas.
Las máscaras son llamadas zangbetos o guardianes de la noche. En la tradición vudú del sur de Benin esta especie de «fantasmas» ejercen labores tan útiles como espantar a los enemigos durante las guerras vecinales, y mantener el orden social.
Son una especie de policía local que también denuncia actos de brujería y robos. Es un sistema de control social como otro cualquiera. Como las patrullas nocturnas de otros lugares.
El baile de los zangbetos
Los zangbetos se desplazan en círculos. Primero más lentamente pero después muy muy rápido ¡¡realmente rápido!! De vez en cuando corren en línea recta hacia las voces de la gente. Dicen que si te toca, te cae una maldición.
Tres horas de ceremonia vudú
Poco a poco llega más gente. La plaza se va llenando. A veces te levantas para hacer algunas fotos, pero en general te quedas sentado mirando, absorbiendo todo. No quieres molestar, ni cruzarte en el camino de las máscaras, que es totalmente imprevisible.
Se está formando un grupo de mujeres junto a los músicos que cantan y bailan, enseñando a los niños a bailar también.
La hora de la magia
De repente, paran al zangbeto multicolor en el centro de la plaza y lo levantan entre cuatro gigantes nigerianos.
Levantan lo justo y necesario para sacar de debajo otra máscara igual pero mucho más pequeña, hecha con tiras negras.
Teóricamente te demuestran que debajo de la máscara principal no hay nadie. Y debajo de la pequeña tampoco, ya que le dan completamente la vuelta para mostrarlo al público.
Vítores, voces jaleando el espectáculo. Algo va a pasar.
Efectivamente, el nigeriano más grande e imponente empieza a darle órdenes a la mini-máscara hasta que esta se mueve. Primero tímidamente y luego de forma más visible ¡¡¡Casi corre!!!
Después, traen un pollo vivo atado por las patas. Ahí es cuando piensas: ya está, va a pasar.
Nos lo muestran, que para eso somos los invitados (y paganini), y lo ponen en un cuenco con harina de maíz. A continuación lo meten debajo de la máscara y a los dos minutos lo sacan cocinado, tanto el pollo como el fufú (pasta de harina de maíz, principal comida de esta parte de África). Te ofrecen para que lo pruebes. No, gracias.
Se lo reparten entre ellos, todos quieren comerse un trozo, especialmente los mayores.
Después vienen otros números de «magia». Decides llamarlos así porque no encuentras otra palabra, aunque no quieres faltar a sus creencias.
Levantando la máscara de turno, aparece un muñeco de madera que se mueve a las órdenes del sacerdote. El muñeco es un muñeco de madera que representa claramente a un blanco colonialista con su fusil.
Un rato después hacen lo mismo, pero esta vez aparece un ataúd con un muñeco envuelto en trapos que se incorpora. Bastante realista.
¿Queréis verlo y oírlo? dentro vídeo!
Llega la hora en que se nos hace saber que tenemos que dejar la ceremonia vudú. Lo que ocurra después ya no es de nuestra incumbencia. Si es que algo de todo esto lo es.
Ya hay gente bebida, los bailes y la música continúan y las máscaras siguen girando sobre sí mismas. Al final se han congregado unas 200 personas, quizá más.
La post-ceremonia
Cae la tarde y todos nos vamos callados. Cada uno en sus pensamientos. No sé si cansados o tratando de ordenar las ideas en su mente, sus tripas, su corazón. Ha sido todo muy intenso.
Puede que sueñes con máscaras danzantes de vivos colores. Lo que es seguro es que los tambores siguen resonando en tu cabeza hasta que te duermes.
Moussa se inquieta, cree que no nos ha gustado y sólo al día siguiente se atreve a preguntar qué pasó.
Le tranquilizamos: «nada, Moussa, es que es algo que no habíamos visto nunca. Bastante alucinante, extraño, diferente, no sé explicártelo mejor, pero créeme, nos ha gustado mucho».
Cuando salimos de Grand Popó al día siguiente, Moussa tira los vaqueros viejísimos con los que había hecho buena parte del viaje. Los tira desde el coche en marcha, por la ventanilla. Así, sin más. Protestas por ese acto tan poco medioambiental, pero responde que tiene que hacerlo así por si a «alguno de ésos» (los del pueblo) se les ocurre hacer vudú con ellos. Se ríe pero hay convicción en lo que dice.
En resumen: una ceremonia vudú en Benin puede ser una experiencia realmente intensa, extraña y diferente. Si es posible, no dejes de hacerla en tu visita al país.
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Me ha encantado el relato!!Me he sentido casi allí y todo!! Con esa música de fondo y sin saber qué iba a pasar al segundo siguiente.
No me lo imaginaba así, quizá algo más oscuro y siniestro…Debe ser una gran experiencia :)
Gracias por compartirlo, un abrazo!
Gracias Maruxaina!! Me alegro mucho de haberte transportado allí! ?
Deberías esforzarte en redactar mejor para la próxima, de resto todo bien, nme hiciste viajar mientras veía mi celular
Me alegro de que te haya hecho viajar. Con respecto a la redacción, tu comentario me ha llevado a releerlo y he hecho algunos cambios. Saludos.