Si Don Quijote hubiera ido a Lanzarote, quizá habría encontrado la morada de sus gigantes en la Caleta de Famara, donde el Risco de Famara es como una muralla inmensa que guarda la fortaleza de seres de otro planeta. Esta es, sin lugar a dudas, mi playa favorita de la isla de los volcanes por el paisaje único que la conforma ¿Te vienes a descubrirla virtualmente? 😊
Viajando hacia la Caleta de Famara en transporte público
Me subí a una guagua con destino a Famara en Arrecife. Fui por la mañana porque, al menos en el verano de 2020, los servicios de bus se reducían a este horario. El último de vuelta era a las 14.45 h y ya no había otra opción.
Los autobuses nº 20 y 31 te llevan a Caleta de Famara desde Arrecife. El trayecto es de unos 45 minutos. Puedes comprobar las paradas y horarios en la web de Arrecifebus.
El camino hasta allí, sobre todo a partir de Teguise, que es el último tramo (Famara está a unos ocho kilómetros de esta localidad), es precioso. Campos de viñas bien trazados con piedras de lava, algún volcán, dunas fijadas con matorrales y un aire de lugar remoto de esos que no se olvidan.
Llegué, pues, al pueblo en dicho transporte. La última parada de la guagua te deja justo en el extremo del pueblo que lo une a la Caleta de Famara. Tan sólo hay que cruzar una carretera asediada por las dunas que intentan avanzar hacia el interior de la isla.
Cuando vi aquel paso de cebra semicubierto por la arena me acordé del desierto del Sahara y sus sufridas carreteras. De nuevo en pleno viaje viajaba a mis recuerdos más queridos.

Si buscas un recorrido guiado por Lanzarote y no conduces o no quieres conducir, te recomiendo este tour completo de 1 día, que es el que yo hice. Puedes ver la disponibilidad para tus fechas y reservar desde aquí mismo 👇👇
Crucé casi solemnemente y también luchando un poco contra el fuerte viento que soplaba ese día. Un fenómeno más que habitual allí. De hecho, la Caleta de Famara es uno de los lugares favoritos de los surfistas, algo que comprobaría en sólo unos minutos.
Cuando era niño, César Manrique pasaba los veranos en la Caleta de Famara.
Enseguida puse los pies sobre la plataforma de roca volcánica que asoma cuando baja la marea. Rocas pulidas, de formas extrañas, color oscuro y muchos recovecos en los que el agua entra y sale. Fue ahí cuando me descalcé y pude sentir la arena bajo mis pies.

El día no prometía. Muy nublado, casi amenazando lluvia. Pero ahí estaba, había llegado y por nada del mundo me lo iba a perder. Este es un sitio que mis amigos de Algo que Recordar, buenos conocedores de las islas, me habían recomendado mucho. Y vaya si merece la pena 😊

La arena de la Caleta de Famara es dorada. Oscura en algunas zonas, más blanca si le da el sol. Indómita en cuanto sopla el viento que la lanza hacia los matorrales de tabaibas y otras especies que sujetan las dunas tierra adentro.
No hace falta ni levantar la mirada para encontrarte con una de las estampas más impresionantes de esta isla impresionante: el Risco de Famara se recorta en el cielo como una gran mole oscura.
La niebla, quizá nube de millones de gotitas de agua de las olas que chocan contra los acantilados, y la luz, realzan su volumen gigantesco. Sobrecoge, maravilla, te deja sin habla y no quieres hacer nada más que mirarlos y desear acercarte más para verlos cara a cara, bien de cerca.
Enfrente está la isla La Graciosa. Justo el día anterior estaba yo allí, contemplando la Caleta de Famara desde el otro lado. Sonreí para mis adentros.


No te olvides de viajar con un buen SEGURO DE VIAJES
Yo recomiendo IATI Seguros porque tienen una relación calidad-precio buenísima.
Y para ayudarte, tienes un 5% de descuento en todos sus seguros si lo haces desde aquí
En la Caleta de Famara las distancias no son lo que parecen
Empecé a andar por la playa, en paralelo al mar, con esa ilusión. La de acercarme lo máximo posible al Risco de Famara.
Haciendo fotos, observando a los alumnos de surf que en muchos casos son niños de corta edad, y tratando de zafarme del viento y el sol.

Andé y andé. Andé y seguí andando, observando las evoluciones de las velas de kitesurf…
Seguí andando más, pero los acantilados de Famara parecían seguir en el mismo punto. Impertérritos. Enormes. Lejanos. Era como si no me cundiera nada, como si diese pasitos de bebé, no sé.
Yo había calculado que tendría unos dos kilómetros de longitud, así a ojo. Después he leído varias versiones. En algún sitio dicen que tiene 2.800 metros o algo más de 3 kilómetros, pero en algún otro sitio dicen que hay 6 kilómetros de playa, y casi que me lo creo. Lo que está claro es que soy malísima calculando distancias 🤦♀️


El caso es que llegué casi hasta el final, pero no del todo. Quizá me faltó medio kilómetro, quizá más, ya no me atrevo a decir nada, pero sí que recorrí al menos dos tercios de esa lengua de arena tremenda y que, por suerte, estaba en plena marea baja.
No llegué hasta el pie de los acantilados porque parecía que no iba a llegar nunca y porque tenía que calcular el tiempo de vuelta, seguramente más cansada, para no perder el bus.



La marea baja de la Caleta de Famara
Había leído que cuando baja la marea en la Caleta de Famara el espectáculo está servido porque los gigantescos acantilados se reflejan fielmente en el suelo mojado, como si de un espejo se tratara.
Yo iba en el autobús pensando en ello y jugando con mi escepticismo. No podría contemplar la puesta de sol por los horarios del transporte público ¿tendría suerte con respecto a la marea?


Pues sí, la tuve. Al principio no era tan evidente. La arena estaba algo mojada, pero como ya has visto en las fotos, el día estaba muy nublado. No parecía que hubiera mucho reflejo que disfrutar y fotografiar. Sin embargo, a medida que pasaban las horas, que la marea bajaba y que el cielo se despejaba, el panorama cambió.



Ahí estaba el espejo que me había imaginado. No tan perfecto y no con los últimos rayos de sol. Todo lo contrario, con la peor luz del día, con el sol en el cénit. Pero ahí estaba, intensificándose hasta que llegó un punto en que pensé que no sabía si estaba en el cielo o en la tierra. Fui feliz 🥰
Una última sorpresa
Volviendo sobre mis pasos, chapoteando en los charcos del mar retirado, contemplando el trabajo del viento amontonando arena en las dunas, y haciendo fotos a discreción, volví a las rocas negras sobre las que se asientan las primeras casas de Famara.
Justo ahí hice una pausa para limpiarme la arena de los pies y calzarme. Miré al suelo y las vi. Las famosas “palomitas de maíz”, roscas o cotufas según los canarios.
Los rodolitos, roscas, cotufas o «palomitas de maíz», son algas calcáreas que adoptan esa forma con la erosión. Y son las responsables de que tengamos playas de arena blanca.
Después de jugar un poco con ellas en las manos, las dejé donde estaban.
Haz lo mismo, por favor, si algún día te encuentras con ellas en alguna playa. O dicho más claramente: no te lleves ni una.
En toda esa zona descubrí un mundo de desperdicios enganchados a las rocas que daba mucha, pero que mucha pena verlo. No podemos seguir así.


El pueblo de Famara
¿Conoces esas canciones, poemas y leyendas que hablan de una mujer que se volvió loca esperando a su amado en el muelle?
Pues en Famara me vino a la mente una imagen así, y no porque haya ninguna leyenda al respecto sobre este sitio (o yo no la conozco), sino porque el lugar me inspiró a pensar en ello.

Las casitas blancas con sus puertas de madera bien pintadas de verde o azul, la pequeña iglesia que mira al mar junto a una playita donde alguna familia pasa el día al sol…


Precisamente la iglesia o ermita marca una gran plaza abierta que es el comienzo de un moderno paseo marítimo. Es muy amplio y cómodo para pasear junto al mar. Con esta modernidad se pierde un poco el romanticismo, pero como está hecho con el estilo tradicional y el mimo canario (también tradicional), no pasa nada.

Aproveché a comerme el bocata con un refresco comprado en un restaurante de allí al lado. Mirando a las gaviotas y a la Caleta de Famara de lejos. Era un poco pronto, pero tenía que estar atenta al reloj para no perder el autobús que me sacaría de este paraíso ventoso. Es lo malo de viajar en transporte público.


Por cierto, los restaurantes de Famara son famosos por su pescado fresco y no seré yo quien lo contradiga. De hecho, siento no haberme podido quedar a comer. Y quedarme a dormir. Tanto como no ver el atardecer en este punto de la Tierra tan singular. Volveré a la Caleta de Famara, estoy segura 😊.
➡️ Este post contiene enlaces a sitios afiliados. Esto significa que si haces una reserva desde dichos enlaces, yo ganaré una pequeña comisión. En ningún caso tú pagarás más y en alguno conseguirás un descuento, como en IATI Seguros. Puedes leer más en este artículo.
muchas gracias por vuestro trabajo gracias a el ya conozco las islas canarias y un dia ire por las islas canarias
Gracias Miguel!